Río de Janeiro, Brasil.- La imagen del Ejército tomando las calles de Brasilia esta semana fue el enésimo capítulo de la imprevisible crisis política que vive Brasil.
Con el Presidente Michel Temer contra las cuerdas, pero aferrado al sillón presidencial y una tensión creciente en la calle nadie se atreve a hacer pronósticos sobre el futuro del gigante sudamericano.
“Temer ya no tiene más condiciones de gobernabilidad, lo que la clase política discute ahora es cómo se hará esa transición, con qué método y con qué personas. El rey está muerto, pero no está enterrado”, apuntó recientemente el analista político Fernando Abrucio, de la Fundación Getúlio Vargas de São Paulo.
Cuando estalló la bomba la semana pasada, Brasilia se estremeció. Temer sacó a las Fuerzas Armadas a la calle, en una decisión sin precedentes. Dos partidos dejaron la coalición de Gobierno y parecía que el Presidente iba a durar horas.
“Temer no cayó todavía porque sus aliados no tienen un plan B (en caso de que lo destituyan)”, explicó a REFORMA el historiador Murilo Cleto, quien cree que el Presidente tiene los días contados, a pesar de que diga constantemente que no piensa dimitir.
“Cuanto más tiempo permanece, mayores son las opciones de que aumente la insatisfacción popular, inflada por los grandes medios de comunicación que ya dijeron ‘adiós’ al Gobierno”, agregó el profesor.
El Tribunal Supremo Federal autorizó investigar a Temer después de que saliera a la luz una grabación en la que presuntamente autoriza al empresario Joesley Batista a que se entreguen sobornos para comprar el silencio del ex presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, preso en la cárcel desde hace meses por corrupción. Temer negó las acusaciones y cuestionó la veracidad de las grabaciones.
En tanto, su polémica reforma laboral, que se daba por enterrada con el escándalo, avanzó esta semana en el Senado. Las peticiones de ‘impeachment’ que se acumulan sobre la mesa del Congreso tienen pocas opciones de salir adelante porque el presidente de la Cámara, Rodrigo Maia, es su aliado. Considera que hay que tener “paciencia” para analizarlas.
El fin de los días de Temer en el Palacio del Planalto, no obstante, podría venir por otra vía, y es que el líder conservador tiene varios frentes abiertos.
El Tribunal Superior Electoral juzgará a principios de junio si la campaña electoral a vicepresidente en 2014 – cuando se presentó de la mano de la ex Presidenta Dilma Rousseff- se financió con dinero sucio de la trama de Petrobras. Si es condenado, Temer perderá automáticamente el cargo.
La calle, además, no quiere un recambio cualquiera: presiona para que se anticipen las elecciones de 2018. El grito ‘Directas ya’ sustituyó en las manifestaciones al clásico ‘Fuera Temer’.
Los brasileños miran a su alrededor y sólo ven políticos corruptos, un clima que es terreno abonado para el populismo.
Fuente: Reforma