En esa zona, la valla fronteriza es reforzada por hijos de paisanos que nacieron en los Estados Unidos o que obtuvieron la ciudadanía.
“Hay que comer y pagar biles (servicios)”, dice uno de los empleados, quien es ciudadano estadounidense de ascendencia mexicana.
“Es un trabajo más. Alguien lo tiene que hacer. De todos modos se lo brinca la gente”, responde otro.
Los trabajadores -que pertenecen a diversas compañías- se comunican entre ellos principalmente en español.
Santiago Andazola, de 20 años, es originario de El Paso, Texas; su madre es estadounidense, y su padre, de Ciudad Juárez. “La verdad, el muro no me separa de mi gente, tanto de Estados Unidos como de México”, asegura.
Comenta que se desespera por la situación que se registra actualmente, pero entiende que son políticas de cada país.
Mientras tanto, el reforzamiento de la valla fronteriza sigue avanzando.
Desde mediados de 2016, durante la Administración de Barack Obama, las autoridades estadounidenses iniciaron los trabajos para reemplazar con acero la malla ciclónica que dividía 2 kilómetros de la frontera desde la década de los 90.
De acuerdo con el Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, este muro reforzado medirá cinco metros de altura. La malla anterior se debilitó por el clima y la arena.
Fuente: El Universal