SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chis. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) aclaró que no se sumará al nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador al considerar que nada cambiará porque “podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”.
El subcomandante Galeano, vocero político-militar del EZLN, dio así la “bienvenida” al nuevo gobierno de López Obrador y comparó a México con un gran estadio, en el que se juega o jugaba un partido de futbol y que ahora vive una gran algarabía.
En una carta, en la que convoca a todos sus simpatizantes, grupos, colectivos y organizaciones que apoyan al Concejo Indígena de Gobierno (CIG) a un “Encuentro de redes de apoyo al Concejo Indígena de Gobierno”, el EZLN se refirió al nuevo proceso de sucesión presidencial.
“Llega usted al gran estadio. ‘Monumental’, ‘coloso’, ‘maravilla arquitectónica’, ‘el gigante de concreto’, calificativos parecidos se repiten en las voces de los locutores que, a pesar de las distintas realidades que describen, coinciden en resaltar la soberbia construcción”, dice de entrada la carta.
En sentido metafórico, en todas sus líneas y sin mencionar nunca el nombre de López Obrador, el subcomandante Galeano señala que para llegar a la grandiosa edificación, “usted ha tenido que sortear escombros, cadáveres, suciedad”.
“Cuentan quienes más años cuentan, que no siempre fue así; que antes, en torno a la gran sede deportiva, se levantaban casas, barrios, comercios, edificios, ríos y arroyos de gente que uno esquivaba hasta casi toparse de narices con el gigantesco portón, que sólo se abría cada tanto tiempo, y en cuyo dintel se leía: ‘Bienvenido al Juego Supremo’.
“Sí, ‘bienvenido’, en masculino, como si lo que ocurriera dentro fuera cosa sólo de varones; como antes los sanitarios, las cantinas, la sección de máquinas y herramientas de las tiendas especializadas… y, claro, el futbol”, señala.
Y que a vuelo de pájaro, la imagen vista bien podría ser un símil de un universo contrayéndose, dejando en su periferia muerte y destrucción. Sí, como si el Gran Estadio fuera el hoyo negro que absorbe la vida a su alrededor y que, aún insaciable, eructa y defeca cuerpos sin vida, sangre, mierda.
Señala Galeano que “desde cierta distancia, se puede apreciar el inmueble en su totalidad. Aunque ahora sus erróneas disposiciones arquitectónicas, sus fallas estructurales en cimientos y edificaciones, sus cambiantes decoraciones al gusto del equipo ganador en turno, aparecen cubiertas por una tramoya que abunda en llamados a la unidad, la fe, la esperanza y, claro, la caridad. Como si se ratificara así esa semejanza entre cultos religiosos, políticos y deportivos”.
“Usted no sabe mucho de arquitectura, pero le molesta esa insistencia casi obscena en una escenografía que no coincide con la realidad. Colores y sonidos proclamando el fin de una era y el paso al mañana soñado, la tierra prometida, el reposo que ya ni la muerte promete”.
Como en la religión, la política y los deportes, hay especialistas, subraya el texto difundido el 5 de julio. “Y usted no sabe mucho de nada. Le marean los inciensos, salmos y alabanzas que pueblan esos mundos. Usted no se siente capaz de describir el edificio, porque usted anda otros mundos, sus largos y tediosos caminos transcurren en lo que, desde los soberbios palcos del gran estadio, se podría llamar “el subsuelo”.
En este contexto, escribe Galeano, ahora le informan a usted ruidos e imágenes, el partido ha finalizado. La gran final tan esperada y temida, concluyó y el equipo vencedor recibe, con falsa modestia, los clamores de los espectadores.
“Usted trata, sin conseguirlo, de hacer suyo el entusiasmo que inunda las tribunas, los palcos, y parece llegar hasta el punto más alto de la construcción donde, lo que se adivina es una lujosa habitación, refleja en sus vidrios polarizados las luces, los gritos y las imágenes”, agrega.
Es al final de su carta, en la postdata, donde Galeano remata: “No, nosotras, nosotros, zapatistas, NO nos sumamos a la campaña ‘por el bien de todos, primero los huesos’. Podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo. Ergo”.
Fuente: Proceso