sábado, 30 de julio de 2011

Más pobres, “para vivir mejor”. Con FC, 12 millones adicionales. México, ¿país de clase media?

Doce millones adicionales de pobres patrimoniales (al cierre de 2010) es el tétrico balance de cuatro años de estadía calderonista en Los Pinos, justo en el sexenio que a los habitantes de este país prometió vivir mejor” (Felipe dixit), lo que se traduce en que cada minuto de gobierno del actual inquilino de Los Pinos casi seis mexicanos involuntariamente se sumaron al de por sí grueso inventario de pobres, el cual, al concluir el año pasado, sumó poco más de 57.7 millones de personas, 51.3 por ciento de la población total.

De acuerdo con el informe que ayer presentó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la proporción de pobres patrimoniales en el país se incrementó de 42.7 por ciento de la población total en diciembre de 2006, a 51.3 por ciento en igual mes de 2010, de tal suerte que la exitosa administración calderonista logró retroceder dicho indicador a un nivel porcentual similar al reportado al cierre del año 2000. Una década de gobiernos panistas, o lo que es lo mismo otra década perdida –como la de los 80– de bienestar para los mexicanos.

Oficialmente, la pobreza de patrimonio es definida así: “insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria y efectuar los gastos necesarios en salud, educación, vestido, vivienda y transporte, aun si se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar exclusivamente para la adquisición de estos bienes y servicios”. Y a este segmento poblacional se incorporaron 12 millones 205 mil 356 mexicanos en cuatro años de calderonato (70 por ciento del sector urbano, 30 por ciento del rural). Obvio es que en la contabilidad dejan afuera a 12 millones adicionales de mexicanos que emigraron del país en los últimos cinco lustros, precisamente por razones de pobreza.

El Coneval difundió su más reciente reporte sobre la pobreza en México (con información al cierre de 2010, con base en los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2008-2010), y en él señala que en ese periodo “se sumaron a la pobreza (multidimensional) 3.2 millones de personas, por lo que pasó de 48.8 millones a 52 millones, de las cuales 11.7 millones viven en pobreza extrema, de acuerdo con la medición oficial. Los sectores urbanos fueron los más afectados por la crisis y donde se elevó la miseria. Gonzalo Hernández Licona, secretario ejecutivo del organismo, explicó que de las seis carencias que se miden, en las que se presentaron los mayores rezagos fueron en alimentación y en ingreso” (La Jornada, Angélica Enciso).

Sin embargo, al entrar al detalle el panorama es aún peor: al cierre de 2010, el 51.3 por ciento de los mexicanos (contra 42.7 por ciento en 2006) eran pobres patrimoniales; el 26.7 por ciento (contra 20.7 por ciento cuatro años atrás) eran pobres en capacidades; y 18.8 por ciento (contra 13.8 por ciento al inicio de la actual administración gubernamental) eran pobres alimentarios. Esos porcentajes equivalen a 57.7, 30 y 21.2 millones de connacionales, respectivamente (pobreza alimentaria: insuficiencia del ingreso para adquirir la canasta básica alimentaria, aun si se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar exclusivamente para la adquisición de estos bienes; pobreza de capacidades: insuficiencia del ingreso para adquirir la canasta alimentaria y efectuar los gastos necesarios en salud y educación, aun si se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar exclusivamente para la adquisición de estos bienes y servicios; la pobreza de patrimonio se describe líneas arriba).
Como bien lo precisa el Centro de Investigación en Economía y Negocios, que preside José Luis de la Cruz Gallegos, las cifras de pobreza “reflejan la gravedad del rezago que tiene el bienestar de los mexicanos. El incremento señala el debilitamiento de la economía mexicana para generar mejores condiciones de vida en la población. En un extremo, y dado que éste es un problema estructural, debe puntualizarse la incapacidad del modelo económico para atender la solución de la pobreza en México. La falla estructural corresponde a la ineficacia para generar suficiente ingreso para los hogares. La debilidad del mercado laboral es una deficiencia sustancial que limita la posibilidad de que las remuneraciones por el trabajo sean suficientes para que la gente de menores ingresos pueda subsistir. El empleo precario, es decir, bajas prestaciones y salarios paupérrimos, explican el aumento en la pobreza medida por los ingresos, algo que la política y los recursos públicos no pueden atender”.

Entre 2006 y 2010 la pobreza patrimonial creció 27 por ciento, la de capacidades 36 por ciento y la alimentaria 44 por ciento. La pobreza urbana patrimonial se incrementó en 37 por ciento, la de capacidades 57 por ciento, pero en el caso de la alimentaria se registra un dramático aumento de 80 por ciento. Ello muestra que “las ciudades han dejado de ser el refugio tradicional para la gente pobre de las zonas rurales, lo cual además se encuentra vinculado a la debilidad del mercado laboral industrial y de servicios para generar empleo de calidad”.

La magnitud del retroceso social es evidente. Como apunta el CIEN, “no se puede afirmar que las políticas públicas aplicadas son eficaces en la atención de la marginación en la que viven millones de mexicanos. La razón es simple de entender: existen dos metodologías para medir la pobreza que generan dos resultados distintos. Entonces, ¿con cuál de las dos mediciones se elabora la planeación de la lucha contra la pobreza? Las políticas públicas han sido consideradas como factor de solución al problema, esto a pesar de que en todos los niveles de gobierno se ejerza un gasto público altamente ineficiente y que casi no genera valor agregado. Un ejemplo es la educación; recientemente se dio a conocer que el 78 por ciento de los docentes de educación básica evaluados, no lograron aprobar el examen para ocupar una plaza. Sin embargo, las cifras de pobreza multidimensional muestran menores carencias en términos de educación, por lo tanto la medición refleja acceso a los derechos sociales más no calidad, lo que no garantiza que los mexicanos posean las capacidades que le permitan salir del estado de pobreza”.

Las rebanadas del pastel

He allí, pues, el país clasemediero pregonado desde Los Pinos, y la confirmación de que “el bienestar ya llega a los bolsillos de los mexicanos”, como celebra el patético Ernesto Cordero.