Historias cotidianas de muerte, impunidad, drama y desesperanza creciente
Los hilos de la violencia contra las mujeres surcan todo el país. Cada día mueren en México, en hechos vinculados a agresiones de género, siete mujeres.
La situación es grave. Se trata de una alerta nacional y así lo muestran los números, la estadística, las declaraciones de funcionarios, pero sobre todo las historias cotidianas de impunidad, drama y desesperanza creciente.
Esta problemática es motivo de la exposición Feminicidio en México ¡Ya basta!, en el Museo Memoria y Tolerancia, en el centro de la capital, pero a partir del mes entrante será llevada a todas las entidades.
Después del 30 de junio, el primer sitio al que será trasladada la exposición será el estado de México, el primero con alerta por violencia de género (emitida en 2015) y donde ocurrió el primer caso en torno a esta problemática atendido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La semana pasada visitó la muestra el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien destacó precisamente la importancia de visibilizar la violencia desde el terreno más cotidiano, porque si bien el feminicidio es muerte, la agresión –y así se explica en la muestra-–también son frases, actitudes.
Mariana Lima Buendía, de 29 años de edad, fue asesinada por su esposo Julio César Hernández Ballinas; las autoridades locales intentaron cerrar el expediente con el argumento de que la mujer se había suicidado.
Era 2010. Ella fue encontrada por su madre, Irinea Buendía, en su domicilio, ya sin vida, en la cama, con el cabello mojado (‘‘como si estuviese recién bañada’’); presentaba algunos moretones y señas de violencia. Mariana fue estrangulada por su marido, un policía judicial con antecedentes de violencia.
Desde el principio el hombre mostró actitudes violentas e incluso llegó a amenazar a la madre de Mariana con matar a su hija, como lo había hecho antes con otras dos mujeres. El día del asesinato la víctima se disponía a denunciarlo por violencia física y sexual.
Después de cinco años de pelear contra la versión oficial del suicidio, Irinea Buendía logró que éste fuera el primer caso en llegar al máximo tribunal del país. ‘‘Actualmente el agresor se encuentra preso’’, se narra en la muestra.
Linda Atach Zaga, directora de Exposiciones Temporales del Museo Memoria y Tolerancia, subraya que el feminicidio es el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres. Es decir, no es un simple homicidio sino un ataque deliberado por condición de género.
Hoy, señala, México es un vertedero de dolor, indignación y ruptura, un escenario de impunidad donde las sentencias y recomendaciones internacionales no han sido capaces de evitar que en esta tierra mueran siete mujeres cada día en situaciones de terror.
Esta contribución destaca dos factores: impunidad y machismo, detonadores universales de esta violencia. ‘‘Es algo que nos rebasa como sociedad, como país; la impunidad tiene ejes machistas en todas las esferas’’, advierte Atach.
Ahí están las frases hacia las niñas, adolescentes o mujeres adultas: ‘‘eres una idiota, te mereces una buena golpiza, eres una desgraciada, me das asco, eres una cualquiera, tú sin mi no vales nada, calladita te ves más bonita...’’ O las que supuestamente tendrían que ser socialmente aceptadas o hasta legítimas: ‘‘chichis pa’la banda; las mujeres como las escopetas: cargadas y contra la pared; seguro ese dinero se lo ganó por puta; no chilles, no seas vieja’’.
Por ahora, esos hilos de la violencia feminicida siguen surcando cada calle, cada pueblo, cada ciudad mexicana. Cada vez son más los legajos de historias inconclusas, no sólo de aquellos planes truncados por la violencia, como los de Ericka, quien antes de ser asesinada planeaba ‘‘leer a Platón y entrar a nadar’’, sino por las investigaciones que ninguna autoridad hace.
Impunidad, se lee y se ve por todos lados de la exhibición: tan sólo en el periodo 2013-2014 casi 4 mil mujeres fueron asesinadas.
Fuente: La Jornada