TUXTLA GUTIÉRREZ, Chis. El subcomandante Galeano admitió que se equivocó al señalar que habría fraude en las elecciones del pasado 1 de julio, sin embargo, subrayó, el sistema escogió de entre los cuatro candidatos al que se propuso como más eficiente, “pues no hay ningún indicio que diga que es un gobierno progresista”.
“Y es que las pruebas de amor que dio el señor López Obrador, o que está dando este señor, para el gran capital, o sea para el finquero, son, entre otras, la entrega de los territorios de los pueblos originarios. Sus proyectos para el sureste (…) son en realidad proyectos de despojo”, indicó hoy en la segunda entrega de su misiva 300.
De acuerdo con Galeano, se equivocan quienes creyeron que esto sería el cambio “verdadero”, pues no hay hasta ahora “ningún indicio (nadie se puede llamar a engaño) que diga que es un gobierno progresista, ninguno”.
Los principales proyectos de López Obrador, abundó, “van a destruir los territorios de los pueblos originarios: el millón de hectáreas en la Lacandona, el Tren Maya, o el corredor del Istmo que quieren hacer, entre otros”.
El subcomandante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) manifestó que las pasadas elecciones federales consiguieron ocultar la realidad por un instante: la crisis económica, la descomposición social (con su larga cauda de feminicidios) y la consolidación (a pesar de los supuestos “golpes mortales” al narco) de los Estados paralelos (o imbricados con el Nacional) del llamado “crimen organizado”.
Aunque por poco tiempo, sostuvo, los asesinatos, secuestros y desapariciones de mujeres de todas las edades pasaron a segundo plano. Y lo mismo sucedió con la carestía y el desempleo. Pero, apagándose ya el entusiasmo por el resultado electoral, la realidad vuelve a decir: “aquí estoy, falta mi voto… y mi guadaña”.
En su carta pública, Galeano admitió que se equivocó cuando dijo, previo a los comicios, que iba a haber un fraude electoral, aunque sí lo hubo, pero en otro sentido, recalcó.
“Habíamos previsto que López Obrador iba a ganar, pero que el sistema le iba a escatimar el triunfo con trampas. Y estábamos pensando en cuáles eran las opciones del sistema después de ese fraude. Según nuestro análisis, no les preocupaba un escándalo porque ya habían soportado el de la Casa Blanca, Ayotzinapa, la Estafa Maestra, las corrupciones en los gobiernos de los estados, y entonces en caso de que se hiciera un escándalo por un fraude, a (Enrique) Peña Nieto ni le iba ni le venía. Pensamos que el dilema del sistema era elegir entre (José Antonio) Meade y (Ricardo) Anaya, elegir cuál era más de derecha, más eficaz para sus planes, quién de ellos sería un mejor capataz”.
Las posibilidades de una resistencia sostenida y radical del entonces candidato que iba a ser defraudado eran mínimas, entonces –apuntó- no iba a pasar nada de peligro para el sistema, pero sí iba a haber protestas.
“Es la disculpa que les presento, porque pensando en eso es que retrasamos la convocatoria a las redes, porque creímos que iba a haber protestas, bloqueos y todo eso, y si los invitábamos a lo mejor se quedaban atorados en cualquier parte; por eso les llegó tarde la convocatoria, disculpen.
“Nosotras, nosotros, zapatistas, siempre nos preparamos para lo peor. Si ocurre, estábamos preparados. Si no ocurre, pues igual estábamos preparados”.
A varias semanas de los comicios, abundó, ahora pueden señalar que no se equivocaron, que en efecto el sistema escogió de entre los cuatro candidatos al que se propone como más eficiente.
Señaló que no dudan que haya gente que honestamente pensó que el cambio prometido, además de barato –sólo había que cruzar una boleta– apuntaría a un cambio real o “verdadero”.
Y ahora “debe dar bronca que, en el panorama de allá arriba, se repitan los nombres de los criminales de antes, aunque hayan cambiado a guinda su color”. La vocación de derechas del nuevo equipo de gobierno es innegable y su entorno “intelectual” y social reivindica sin rubor su tendencia autoritaria.
Según Galeano, ahora ven en Morena y López Obrador un afán por congraciarse con la clase dominante y con el gran capital, y no hay ningún indicio que diga que es un gobierno progresista, insistió.
“Sus principales proyectos van a destruir los territorios de los pueblos originarios: el millón de hectáreas en la Lacandona, el Tren Maya, o el corredor del Istmo que quieren hacer, entre otros. Su franca empatía con el gobierno de Donald Trump es ya una confesión pública. Su ‘luna de miel’ con los empresarios y los grandes capitales está representada en los principales puestos de su gabinete y en sus planes para la IV transformación”, apuntó.
Fuente: Proceso