Lucero y Jessica buscan a sus esposos. Foto: Yahir Ceballos
Sentada en una banqueta afuera del complejo, Jessica, con el rostro ido, acompaña a su concuña, Lucero Rocha, quien busca al hermano de Óscar, Abigail Sánchez, de 30 años y supervisor de andamios, también desaparecido desde el día de la explosión.
Lucero, bufa de coraje y de dolor, platica con reporteros que la empresa Gamsa -contratista de Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV)- ni siquiera ha dado un viso de solidaridad a los familiares de obreros heridos, desaparecidos y/o muertos. Rocha solo hace nudos en la garganta y se acaricia el cabello como autoconsolándose. Jessica mira con desdén a los reporteros y prefiere seguir sollozando.
Las concuñas de los hermanos Sánchez viven en la congregación Mundo Nuevo, un asentamiento marginal en el puerto industrial de Coatzacoalcos, en las manzanas que rodean sus viviendas, les ha tocado oír de velorios, lutos y cortejos fúnebres. Ellas, desde el miércoles por la tarde han dormido en los alrededores del complejo Pajaritos en espera de una “noticia”.
“Que me entreguen a mi marido ya como esté”, reclama Lucero Rocha, quien añade que junto con el supervisor de andamios, una cuadrilla entera de 7 obreros adscritos a la nómina de Gamsa continua en calidad de “desaparecidos”. Posibles futuras víctimas que no están contempladas en las estadísticas de Pemex como “futuras víctimas”, pues no estaban en la plantilla laboral de Mexichen.
Este sábado por la mañana comenzó el pase de lista más doloroso en estos 4 días de tragedia, administrativos de Petróleos Mexicanos empezaron a hacer un registro de familiares de obreros desaparecidos para que peritos forenses de la Fiscalía General del Estado (FGE) les hicieran exámenes de ADN y así poder cotejar los mapas genéticos con los cuerpos que no han podido ser identificados, debido a lo calcinados que están.
“Que me lo entreguen. Me conformo con que me digan dónde está y yo voy por él. Nos dicen que hay zonas donde el Ministerio Público no ha podido entrar, porque hay líquido tóxico regado”, recrimina Lucero Rocha, quien confía que en la congregación de Mundo Nuevo hay dos hijos de Abigail de 4 y 2 años quienes esperan a sus padres. Su concuña Jessica levanta la mirada, pierde la vista en el infinito del complejo Pajaritos y sigue sollozando.
En Mundo Nuevo los lamentos son similares, en cada manzana de la congregación hay rastro de un cortejo fúnebre ocurrido la noche-madrugada del viernes o los preparativos para un velorio para este sábado o el domingo.
Lucero Rocha voltea a ver a su concuña, regresa a la mirada a los reporteros y arrecía: “Peña llegó a decir lo que sabe decir, que estaba con nuestro dolor, (el presidente) nos prometió que el gobernador, Javier Duarte se quedaría para agilizar los trámites de la entrega de muertos y la búsqueda de desaparecidos, pero, apenas se fue Peña y a Duarte no le volvimos a ver ni el polvo”.
La angustia y la desesperación ha llevado a varios habitantes de Mundo Nuevo a buscar a sus seres queridos en hospitales, la Cruz Roja, en las cárceles e incluso con familiares de otros municipios, sin embargo, todo apunta a que al momento del accidente se encontraban en el área de Clorados III de Pajaritos.
Ya huele a putrefacción
Muy cerca de la zona de Clorados III, se encuentra el cuarto de la muerte, familiares que no han logrado encontrar a sus familiares, contaron a Proceso que empleados de Pemex los han llevado a una bodega de asbesto donde hay más de 25 cadáveres -aparte de los 15 ya entregados a sus familiares- y que ahí, sin el menor tacto y/o sensibilidad, los enviados de PMV les piden “hurgar” entre los cuerpos para ver si se encuentra su ser querido. Al no tener éxito, dichos cuerpos continúan ahí sin ser reclamados.
El último adiós
Dos guitarras, un bajo y una trompeta muy desafinadas entonan “Las Golondrinas” en el Panteón Municipal de Mundo Nuevo, los acordes musicales son ahogados por los gritos desgarradores de Elide Vázquez y Alexa Hernández, madre y hermana de Luis Fernando Hernández Vázquez, de 23 años y quien murió colgado, quemado y mutilado en un arnés, donde era andamiero en la zona de Clorados III.
Antes que Fernando Hernández fuera sepultado bajo tierra, los mariachis lo despidieron con “Amor Eterno” y “Mi gran amigo”. Sus dos hermanos, lloraban en silencio abrazados a los retratos de uno de los 28 muertos en la explosión de Pajaritos, reconocidos de forma oficial por Petróleos Mexicanos.
Apegado a la iglesia cristiana, unos 30 jóvenes de dicha comunidad evangélica acudieron a despedirlo ataviados de blanco y con globos del mismo color, una mujer señalaría: “era un joven lleno de alegría, lleno de entusiasmo, con pasión por la música”.
Mientras sus hermanos de la fraternidad evangélica le seguían entonando canciones, Alexa Hernández y el menor de sus hermanos cayeron desmayados por la impresión de dar el último adiós al andamiero, que apenas tenía dos meses de trabajar en el complejo petroquímico de Pajaritos que el pasado miércoles fue testigo de su peor tragedia.
Fuente: Proceso| NOÉ ZAVALETA