martes, 7 de julio de 2015

Sin ambulantes ni basura, pero con vigilancia extrema, Mancera regresa a Tepito

Miguel Ángel Mancera dialoga con vecinos de Tepito. 
Foto: Sara Pantoja

El 8 de octubre de 2013 fue la última vez que Miguel Ángel Mancera recorrió las calles del “barrio bravo” de Tepito como jefe de gobierno del Distrito Federal.

Aquella mañana llegó al Centro de Desarrollo Comunitario para presenciar la inauguración de la orquesta sinfónica “Esperanza Azteca Tepito”. Seis meses atrás, su imagen pública había sufrido el primer tumbo con el secuestro y desaparición de 13 jóvenes tepiteños del bar Heaven de la Zona Rosa.

Un año y nueve meses después, cuando, de nuevo su popularidad anda por los suelos –como lo evidenciaron los resultados de las elecciones internas del pasado 7 de junio–, el mandatario capitalino regresó a la zona para constatar los resultados del Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial y advirtió:

“Tengo en mis quereres a Tepito… Ya me adopté aquí, así que aquí nos vamos a quedar”.

La cita fue a las nueve de la mañana en la calle Totonacas esquina con Granadas, en la colonia Morelos, delegación Cuauhtémoc, la misma donde el PRD perdió recientemente el poder ante la oleada de Morena.

A diferencia de un día cualquiera, cuando las esquinas tienen cerros de basura y es raro ver a una patrulla de la policía capitalina, hoy las calles por donde pasó Mancera estaban limpias y la vigilancia se notaba en exceso.

La visita fue justo en martes, cuando descansan los miles de comerciantes de uno de los centros de contrabando y venta de productos ilegales y droga más grandes y peligrosos de la capital.

El ambiente se notaba un poco tenso pues el barrio se ha ganado a pulso su apodo y la presencia del jefe de gobierno podía levantar los ánimos.

Pero nada de eso ocurrió. Mancera se bajó de su camioneta blindada. En la oficina dejó el saco y la corbata y volvió a su chamarra negra de piel que solía usar cuando era procurador de justicia y asistía a los operativos policiacos.

En la puerta de sus casas lo esperaban las viejitas que, esta vez, se quitaron el mandil para saludar de beso y abrazo “al Doctor”. Una vecina le pidió tomarse una foto con él y luego lo persiguió para tomarse otra “porque la primera no salió”. Él accedió con un abrazo.

Otras mujeres, menos hipnotizadas y más abusadas, se le acercaron al oído para pedirle mejoras en el barrio:

“Está bien que nos pinten las paredes, pero que vayan también a las vecindades y pongan jardineras”, “Ayúdenos a que mejoren los camiones de basura, aquí siempre está cochino”, “Mi esposo tiene 69 años y no le han dado su tarjeta”, “El techo de mi casa se está cayendo”, “Mándenos más patrullas porque hay mucho ratero”…

Como en sus tiempos de campaña para la jefatura de gobierno, Miguel Ángel Mancera caminó alrededor de la Plaza La Concepción. Fueron cuatro calles pequeñas en las que dos veces desvió el camino.

–Señor Mancera, mis respetos, le dijo el tendero.

–Igual para ti, mi hermano, contestó el funcionario cuando se desvió a la tiendita de abarrotes de la esquina.

La misma estrategia aplicó en un minisuper, aunque con menos respuesta, pues personal de logística tuvo que llamar al gerente para que saliera a saludar al jefe de gobierno.

“Uy, hasta que lo conocemos en persona, nunca había venido por acá a visitarnos”, comentó una joven. No creía lo que la vecina “que trabaja en el gobierno” le dijo una hora antes cuando tocó a su puerta y le contó: “a las nueve va a venir el jefe de gobierno, sales para echarle porras”.

Ella en realidad quería decirle que en la escuela de sus hijos las bancas están rotas y faltan ventanas, pero no se animó a acercarse.

Quien sí le salió al paso fue el Padre Arturo, encargado de la iglesia La Conchita, quien le pidió apoyo financiero y su intervención con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para rehabilitar el interior del templo.

Al lado del mandatario, todo el tiempo caminó Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Desarrollo Social. La misma funcionaria quien días atrás fue señalada por el líder del PRD en el Senado, Miguel Barbosa, como una de las que debería ser sustituida del gabinete de gobierno por “su influencia” en los resultados de la pasada jornada electoral.

“Un ADN de amor”

Cuando Mancera Espinosa llegó al templete, tres trabajadores con sus uniformes rosas de la Secretaría de Desarrollo Social se olvidaron de la atención a la gente y la hicieron de animadores del evento:

“¡Bravooo!”, “¡Mancera, te amamos!”, “Una, dos, tres: Man-ce-ra, Man-ce-ra, Man-ce-ra”, le coreaban.

Los halagos siguieron. Guillermina Carmona, vecina de la zona, le dijo: “Estamos agradecidos porque están cambiando el barrio. Es usted muy bienvenido”.

La sonrisa del mandatario local se hizo más grande cuando Benjamín Quiroz, presidente de Conciliación de Comerciantes y Vecinos de Tepito, le lanzó que era un “notabilísimo y excelente ser humano”. Aseguró que con su “actitud ética y humana” le ha impuesto al barrio “un ADN de amor, de ilusión y de esperanza”.

En su turno al micrófono y elevado con esas porras “espontáneas”, Miguel Ángel Mancera presumió que su administración destinó este año siete millones de pesos para rehabilitar 22 manzanas del barrio con proyectos propuestos por los propios habitantes.

“Este barrio tiene amor y una identidad muy particular entre sus vecinos que se conocen y saben qué es lo que se requiere. Por eso no nos vamos a detener en ello”, dijo.

Y ya entrado en calor, confesó: “Yo tengo en mis ‘quereres’ a Tepito porque creo que es emblemático. Es una marca internacional y tiene que ser una marca para bien, porque hay gente de bien aquí que todos los días está dando la batalla”.

Antes de dejar el micrófono y cual artista al final del concierto, lanzó un “los quiero mucho” y mandó besos a la concurrencia de adultos mayores, en su mayoría, mujeres.

Después del clímax de su visita al barrio, caminó unos pasos más entre la gente. Y sólo así, regresó a la realidad:

“¡Apoya a los artistas y escultores del barrio!”, “¡A ver qué día nos recibe doc, para decirle lo que hay que arreglar aquí!”, “¡Ponga más seguridad!”, “¿Por qué se tardan tanto las tarjetas para la tercera edad?”, le gritaban los vecinos.

“Yo tengo un proyecto de infraestructura, ¿se lo mandó?”, “Necesitamos camiones de basura porque hay cuatro pero tres no sirven”, “¡Que trabajen en el 100% del barrio no nomás en el 2%!”, “¡A ver si viene más seguido para que vea lo malo, no nomás lo bueno!”, le insistían.

Y así, en menos de una hora, el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera, regresó con el pueblo, con uno de sus “quereres”.

Cuando subió a su camioneta seguida por sus guaruras, al fondo de la calle se descubrió un letrero en la pared que decía: “Morena, rescatemos Cuauhtémoc”.

Fuente: Proceso| SARA PANTOJA