Es significativo y vergonzoso el apenas disfrazado silencio de la administración peñista ante agravios y abusos provenientes de la Casa Blanca. En una peligrosa combinación de mentalidad colonizada, ignorancia histórica y pragmatismo socarrón, Los Pinos ha implantado ya como política oficial la falsamente diplomática postura del avestruz (una vertiente del ‘‘ni los veo ni los oigo’’) para no pronunciarse a fondo respecto a hechos que demandan firmeza de México ni solidarizarse con países latinoamericanos que enfrentan la prepotencia imperial.
Así ha sucedido ante las evidencias de que, como a muchos otros países, Estados Unidos ha espiado a México, pues la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de un especialista en economía, ha dicho que prefiere tratar esos asuntos de manera ‘‘directa’’ con su contraparte gringa, lo que en el fondo es una excusa, falta de imaginación, para abstenerse de expresar públicamente una postura de exigencia de explicaciones al husmeante Tío Sam (esta imagen ha sido tomada de la manera en que la redacción de La Jornada ha titulado toda la información relacionada con el fisgoneo internético practicado por Estados Unidos). El mismo pasmo de la cúpula gobernante de México se ha mantenido ante el gesto de nula ‘‘amistad’’ que fue anunciado por Washington en el contexto de una reforma migratoria tramposa y a larguísimo plazo, que ha servido como mínima carnada para que se acepte la militarización de la frontera, la terminación del muro divisorio y la instalación de equipos de espionaje y advertencia cuyos objetivos no serán solamente los viajeros en busca de trabajo.
Similar postura amedrentada y acomodaticia ha exhibido el peñismo ante el cerril comportamiento avasallado de Francia, Italia y Portugal (éstos, abiertamente, al negar el sobrevuelo sobre sus territorios) y de España, que se movió con ambivalencia, llegando el embajador hispano en Viena a sugerir que Evo Morales le invitara ‘‘un cafecito’’ a bordo del avión presidencial boliviano como una treta infantiloide para ‘‘verificar’’ que Edward Snowden no estuviera a bordo, como suponía la ‘‘inteligencia’’ estadunidense de nuevo tan ridículamente equivocada (recuérdese la mentira trágica de las ‘‘armas químicas de destrucción masiva’’ en Irak) pero igualmente mandona con sus subordinados, en este caso las antes mencionadas neocolonias europeas que pusieron en riesgo la seguridad de un presidente sudamericano por atender las presiones y amenazas del gobierno estadunidense desquiciado en busca de hacerse de Snowden y aplicar un castigo ejemplar para quienes se han atrevido a develar los secretos de espionaje e intervencionismo del imperio fallido.
En ese contexto se ha emitido una declaración de la Secretaría de Relaciones Exteriores que no hace honor al país que ha tenido como cumbres de su historia a Benito Juárez y el respeto al derecho ajeno y la defensa aguerrida del propio ante potencias invasoras e injerencistas, y al general Cárdenas, que convirtió a México en ejemplo mundial de respuesta digna ante compañías extranjeras prepotentes y en venturosa tierra de asilo de perseguidos políticos. No sólo se pronuncia la SRE con tardanza ante lo que en otras latitudes latinoamericanas ha merecido abierto rechazo popular y organizada concordancia entre gobiernos que no aceptan la bota del gringo en el cuello, sino, especialmente, con tibieza que merece los calificativos de significativa y vergonzosa que fueron mencionados en la primera línea de esta entrega.
‘‘En relación a los hechos ocurridos en el contexto del regreso del Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, de Rusia a su país de origen, el Gobierno de México lamenta el incidente en el que se vio involucrado y desea que tenga un arribo seguro en La Paz, en las próximas horas’’, reza el comunicado oficial de la SRE. ¿Los ‘‘hechos ocurridos’’, para no aceptar que fue una agresión al presidente boliviano y una violación grave al derecho internacional? ¿En ‘‘el contexto del regreso’’ de Evo, para no mencionar las presiones gringas para cerrar aeropuertos al avión en que suponía que iba Snowden? ¿Evo ‘‘se vio involucrado’’ en un ‘‘incidente’’, casi como un automovilista que choca en un crucero conflictivo? ‘‘Lamentar’’, pero no condenar; ‘‘desear un arribo seguro’’, ¿como vendedor de boletos de autobús foráneo a sus viajeros por carreteras peligrosas? ¡Ah, el México de míster Peña Nieto!
Astillas
El gobernador interino de Michoacán, Jesús Reyna, informó que Fausto Vallejo, quien tiene licencia para no ejercer el cargo mientras se atiende de sus problemas de salud, recibió un trasplante de hígado y que se recupera con éxito de esa operación. Con ello se confirma el grave quebranto físico que larga y enjundiosamente se negó desde la campaña electoral de Vallejo y luego ya en el ejercicio gubernamental (profunda irritación y solemnes desmentidos provocaba cualquier alusión a las extendidas versiones de que Vallejo tenía una peligrosa afección que le impedía cumplir adecuadamente sus responsabilidades y que podría alejarlo del cargo). Ya antes se ha hablado aquí del delicado entorno de las enfermedades y el poder (otro caso notable fue el del panista Alonso Lujambio), que entre otras vertientes tiene la del uso del dinero público para el tratamiento privilegiado de problemas particulares de salud y la de los beneficios específicos a cuenta de pensiones y otras prestaciones. En el caso de Vallejo, es legítimo preguntar si se utilizaron recursos públicos, y el monto (más allá del seguro médico burocrático), en el largo tratamiento que según diversas versiones se realizó en el extranjero. Por lo pronto, Reyna ha dicho que Vallejo estaría en ruta de regreso a la gubernatura... Un lector mexiquense reporta que el gobernador Eruviel Ávila ‘‘les dio a los integrantes de las escoltas y bandas de guerra de las escuelas de esta entidad una tarjeta, como especie de beca, pero de la infaltable tienda Soriana, y resulta que de los mil 500 pesos que dieron como primer pago por tres bimestres, ya algunas tarjetas tienen gastada una gran parte del efectivo... ¡Hasta mañana!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López