lunes, 29 de julio de 2013

Operaciones bajo presión. EPN, al quirófano. Asesinan a vicealmirante. Bolivia y la Doctora Escopeta

La burbuja de convenido optimismo discursivo-mediático está en riesgo. El panorama económico es delicado, se descuadra lo político y se multiplican las protestas sociales (con dos ingredientes explosivos por potenciarse: la propuesta de reforma energética que ha hecho a la dúctil dirección perredista advertir de los riesgos de despertar al México bronco, y la relacionada con lo fiscal, en especial el tema de la extensión del IVA a medicinas y alimentos, filtrada por fuentes oficiales a Reuters con fines exploratorios y preparatorios) y se agrava el punto de la violencia y la inseguridad públicas, con Michoacán como zona nuevamente en guerra (Sedena, Marina y Policía Federal tienen grupos de élite, helicópteros y vehículos especiales volcados en esa entidad) que probablemente subirá de nivel (cada vez más venganzas, masacres y abierta violación de derechos humanos; ya hay poblaciones tomadas por las fuerzas federales para ir estrangulando a los Caballeros templarios) a consecuencia de los asesinatos en emboscada de miembros de la PF y, ayer, de un vicealmirante y jefe de zona naval de la corporación hasta ahora casi intocable, la encargada predilecta de las operaciones especiales, la Marina tan apreciada por los órganos estadunidenses de inteligencia y acción en México.

Sin embargo, las operaciones de ocupación de Michoacán y el tembloroso panorama político, económico y social le han parecido a Enrique Peña Nieto el mejor momento para desahogar una exigencia médica pospuesta desde que siete u ocho años atrás, según su propio relato, se enteró de la existencia de un nódulo que habrán de retirarle este miércoles en una sesión quirúrgica que durará una hora y media en un hospital militar pero que al mismo paciente, con un plausible buen ánimo, le parece poco riesgosa: No es grave. Lo que me dicen los médicos es que no es un tema de gravedad ni nada. Simplemente yo lo he venido posponiendo y creo que ya es un buen momento por hacerlo por propia recomendación médica, dijo a reporteros que lo acompañaban el pasado jueves en una gira de trabajo.

Es positiva la disposición informativa del ocupante de Los Pinos respecto a su condición de salud (ya antes tuvo éxito en la estrategia con que enfrentó en plena campaña presidencial sus problemas de paternidad fuera de matrimonio). Otros políticos han optado por una sistemática opacidad a pesar de evidencias de sus males. Un caso reciente es el de Fausto Vallejo, quien aún se aferra, con una licencia indefendible, al título de gobernador de Michoacán, aunque desde que era candidato y durante el ejercicio del cargo se hablaba con insistencia de su salud quebrantada que oficialmente era negada.

Las operaciones militares bajo presión de un cártel en resistencia (cuyos templarios jefes creen que la acometida federal y los grupos de autodefensa buscan desalojarlos para que entren los grupos favoritos de este sexenio) y la operación quirúrgica de quien ejerce el máximo poder nacional se agregan al cuadro de preocupaciones que vive el país.

Ha muerto Bertha Muñoz Mier, la profesionista que orgullosamente asumió y ejerció el sobrenombre de presunta descalificación que los ejecutores de la guerra sucia del entonces gobernador Ulises Ruiz le adjudicaron: Doctora Escopeta. No quiso homenajes y su visión fue altamente crítica respecto de las cúpulas sindicales de la sección 22 del magisterio, del oportunismo de ciertos líderes sociales y del destino que tuvo lo que fue la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO). Pero la lucidez de sus análisis no significó arriar banderas ni descreer de la necesidad de la lucha popular.

Respecto a uno de los momentos más difíciles para la Doctora Escopeta, el entonces embajador de Bolivia, Jorge Mansilla Torres, hizo llegar a esta columna, el pasado 18 de junio (luego de que aquí se informara del difícil estado de salud de Muñoz Mier), el siguiente relato:

“En los críticos días de la represión del gobierno de Oaxaca contra la APPO, un emisario de ella tomó contacto con la embajada de Bolivia a mi cargo para solicitar el otorgamiento de asilo político en nuestra sede diplomática y la posibilidad de un pronto viaje de salida como exiliada. Fui a verla en su clandestinidad, en un lugar del Distrito Federal, y supe que, en efecto, tenía su seguridad en grave riesgo y que la buscaban para reprimirla por su participación en la resistencia revolucionaria.

“Con la serenidad del caso y la confianza que hay entre compañeros le dije que tramitar ante el gobierno transicional Fox-Calderón un permiso de viaje para una asilada política implicaba el agravamiento de su situación personal. Dentro de lo previsible, el eufórico régimen panista iba a negarnos tajantemente el permiso de viaje, aduciendo que en México no había persecución política. Ese trance, además, iba a exhibirla más peligrosa y públicamente.

“Le transmití, como sugerencia, una instrucción recibida de mi cancillería. Ella viajaría a Bolivia en calidad de invitada especial del gobierno de Evo Morales para involucrarse en programas de prevención epidemiológica y se le entregaría una carta con ese tenor. Esa alternativa podría habilitarle, además, la opción de retorno a México para cuando ella deseara, sin haber sido fichada como ‘exiliada’.

Aceptó la doctora Muñoz Mier y así ocurrió, afortunadamente. Se selló su pasaporte y fue acompañada discretamente hasta el aeropuerto, desde donde ella pudo salir de México sin observaciones. Vivió en La Paz, viajó por el país y retornó a Oaxaca tras haber colaborado en el proceso de cambios de Bolivia con su talento médico y su gran compromiso político, gestos que agradecemos.

Y, mientras son analizados los discursos, hechos y gestos del papa Francisco en Brasil, con acento en favor de los marginados y crítico de su propia Iglesia, ¡hasta mañana, con el PRD preparando una consulta sobre lo energético con riesgo de acabar en coartada para facilitar negocios sin modificaciones constitucionales!




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López