viernes, 26 de julio de 2013

¿De qué se ríe(n)?. Reina de la impunidad. Amnistía a discreción. Factor EU

Sandra Ávila Beltrán, conocida como La reina del Pacífico, tardó menos de seis años en confirmar el por qué de su aplomo y sonrisa cuando fue detenida en septiembre de 2007, bajo serias y fundadas acusaciones de ser un personaje importante del elenco supermillonario de narcotraficantes mexicanos.

A pesar del revuelo que generó su captura y de los detallados reportes de la enorme riqueza que acumuló y de los servicios que prestó cuando menos a los cárteles de Juárez y de Sinaloa, la mujer que tranquilamente manejaba su camioneta en Guadalajara, donde vivía en el lujoso fraccionamiento Puerta de Hierro, ahora podrá caminar sin problema legal alguno por las calles del país entero a partir del singularísimo de-senlace de los procesos legales que le fueron instaurados en su contra, tanto en México como en Estados Unidos.

Aquí, a pesar de que en un principio se le acusó de diversos delitos relacionados con narcotráfico, acabó siendo sentenciada solamente por portación de arma reservada para uso de las fuerzas oficiales; allá, por haber ayudado a un delincuente a fugarse. Aquí, se le condenó a un año de prisión; allá, a 70 meses tras las rejas, que terminarán tres días después de que ayer fue dada a conocer la resolución.

Así que, dado que se le ha tomado en consideración el que en México ya había cubierto con creces el año de cárcel finalmente asignado (estuvo casi cinco años acá, antes de ser extraditada en agosto de 2012), la señora Ávila Beltrán podrá quedar libre a partir del lunes próximo y se calcula que en un mes podría ser deportada a México sin pendiente judicial alguno, plenamente libre (en un descuido se topa por allí, ambos tan relajados, con el propio Felipe Calderón, que ahora ha hecho saber que hace fila en la cafetería del hospital Médica Sur y luego se sienta por allí a tomárselo ‘‘con toda calma’’ junto a su esposa, la precandidata Margarita Zavala).

Reina que supo negociar, tan sonriente y segura ahora (el reporte de Afp consignó: ‘‘con el uniforme beige de los reclusos, y grilletes en los pies,  La Reina del Pacífico sonrió al escuchar la condena’’) como lo fue en aquellos momentos difíciles en que el calderonismo pretendía exhibirla como trofeo de caza contra el narcotráfico, dueña de cientos de bienes inmuebles, inversionista y operadora financiera de confianza del grupo al que pertenecía su pareja, el colombiano Juan Diego Espinosa Ramírez, El Tigre, enlace entre el cártel colombiano del Norte del Valle y el mexicano de Sinaloa, encabezado por el secretario transexenal de comercio exterior, Joaquín Guzmán Loera.

La excepcional suerte de Ávila Beltrán contrasta con la de los miles de mexicanos que cumplen largas y penosas sentencias en el infierno terreno que constituyen las cárceles de su país. Pero no es la única beneficiaria de una especie de amnistía discrecional no anunciada pero sí cumplida por la nueva administración federal. Así como ahora la PGR reconoce que no irá más en contra de la dama de la sonrisa nada enigmática, antes ha practicado un inverosímil recule para forzar a la justicia federal a dejar en libertad a militares de alta graduación que habían sido encarcelados bajo calderonistas acusaciones de colaboración con la delincuencia organizada. Es otro el contexto, pero no deja de ser significativo que el general retirado Jesús Gutiérrez Rebollo, escandalosamente acusado en su momento de ayudar al cártel encabezado entonces por Amado Carrillo, esté en vías de pasar a cumplir su sentencia en su domicilio, luego de que ha sido absuelto en 12 de los 14 procesos iniciados en su contra desde 16 años atrás.

La amnistía cargada para un lado se acompaña del combate federal sólo a ciertos grupos delictivos, específicamente Los Zetas y Los caballeros templarios, y la virtual intocabilidad de otros, señaladamente el de Sinaloa, con el famoso Chapo como emblema. Aun cuando la presunta muerte de Heriberto Lazcano, alias El Lazca, se produjo cuando faltaban dos meses para que tomara posesión Enrique Peña Nieto, era evidente el caminar acompasado de la administración saliente con la entrante. Luego vendría, ya en el periodo peñista, la detención del sucesor de El Lazca, Miguel Ángel Treviño Morales, motejado El Z-40, no tan sonriente como La reina del Pacífico a la hora de caminar dentro de instalaciones policiacas, pero sí con una soltura notable, sin esposas ni sujeción alguna.

La embestida oficial contra Los caballeros templarios ha tenido una respuesta feroz. Contra policías comunitarias o directamente contra fuerzas gubernamentales, pero su nombre está inscrito con fuego en el historial reciente de una entidad donde la Policía Federal ha sido emboscada y el Ejército y la Marina parecen tácticamente paralizados, en movimiento físico pero sin plan viable a la vista, con autoridades que desde la ciudad de México envían discursos (ayer el propio Peña Nieto destinó cargas de optimismo retórico a la situación michoacana), con un gobernador precario y pasmado y un evidente riesgo de mayor crecimiento de la violencia contra la población en general.

El panorama de la segunda guerra contra el narcotráfico incluye en postales selectas el entendimiento de las autoridades mexicanas con las estadunidenses. La peculiar detención casi sonriente del Z-40 se produjo mientras los máximos jefes de las fuerzas armadas mexicanas (los secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina, en este sexenio tan amistosamente complementarios como en el anterior distanciados y confrontados) estaban concentrados en una gira que incluyó Canadá, pero fundamentalmente se desahogó en Estados Unidos. El más reciente y más poderoso de los estallidos mexicanos arrancó mientras la saliente secretaria encargada de esa seguridad, Janet Napolitano, se reunía en Matamoros, Tamaulipas, con el secretario mexicano de Gobernación y luego en la ciudad de México con el propio Peña Nieto.

Y, mientras una operación quirúrgica de hora y media desata largas especulaciones, ¡feliz fin de semana, con José Córdoba Montoya como asesor de Luis Téllez en la Bolsa Mexicana de Valores!




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López