Las 14 elecciones ordinarias que se realizarán este domingo en otros tantos estados (más una extraordinaria en Ciudad Obregón, cabecera del municipio sonorense de Cajeme, para definir una diputación) permitirán conocer el estado real de las relaciones políticas entre los principales partidos nacionales y de los ‘‘opositores’’ con Los Pinos, la viabilidad de la lucha electoral ante el remozado dinosaurismo que pareciera dispuesto a ceder solamente lo concertado y las posibilidades de continuidad del instrumento cupular denominado Pacto por México.
Los preparativos de estos comicios (todos relacionados con presidencias municipales y diputaciones locales, salvo Baja California, donde se escogerá gobernador) han estado caracterizados por una ola de violencia que ha confirmado el creciente papel definitorio de la delincuencia organizada en el plano electoral, sea por razones propias de esos grupos o por indicaciones de poderes públicos amafiados (Durango sería uno de estos casos). Las agresiones físicas a candidatos, a sus familias o negocios, y el riesgo de que bandas armadas ejerzan coacción durante la jornada electoral ha llevado a legisladores panistas a proponer que el Ejército haga patrullajes especiales y asuma un papel más activo ese día, lo que a su vez ha sido rechazado por quienes consideran que las fuerzas armadas no deben intervenir marcadamente en esta fase electoral.
Otro punto rojo está constituido por las maniobras burdas y descaradas de mapachería con cargo a fondos federales (la ahumada cruzada electoral rosarista) o estatales (Veracruz, como siempre, a la vanguardia en estos menesteres) que han sido detectadas y denunciadas con constancia, pero sin efectividad. El propio Peña Nieto ha hecho declaraciones con pretensiones enérgicas para advertir que no tolerará que haya distorsiones de la función pública para favorecer a candidatos o partidos, sin que pase otra cosa que la entusiasta difusión de esas palabras en los medios de comunicación. Alguno de los dos dirigentes opositores se ha lamentado de que los gobernadores no le hagan caso al ocupante de Los Pinos.
El cochinero en curso ha llevado a los aliados pactistas del peñismo, Gustavo Madero y Jesús Zambrano, presidentes de los comités nacionales del PAN y el PRD, respectivamente, a levantar la voz a la hora de ejecutar sus parlamentos de campaña (en especial, el chihuahuense ha recurrido a soltar palabras altisonantes en actos públicos, a contrapelo del estilo ‘‘decente’’ del panismo clásico). Tanto peca el que firma el pacto como el que agarra concesiones electorales, así que este domingo se verá si los enojos escénicos de Madero y Zambrano se sostienen ante las evidencias de los fraudes electorales enunciados o solamente fueron treta burda para conseguir que el todopoderoso PRI-gobierno les entregara algunas posiciones como contraprestación por favores otorgados.
Destaca en especial el caso de Baja California, donde el PAN gobierna desde que en 1989 el primer salinismo les preparó el terreno para que perdiera el PRI, en pago por la ‘‘legitimación de facto’’ que el partido de blanco y azul aceptó conceder a quien ahora es tutor en Los Pinos. La estancia del panismo en ese poder peninsular parecía llamada inevitablemente a su fin luego que en los pasados comicios intermedios el Revolucionario Institucional ganó las cinco presidencias municipales de la entidad y el control del Congreso estatal, dejando al gobernador panista en turno como endeble figura decorativa.
Sin embargo, ese cuadro comenzó a enturbiarse al momento en que el PRI, es decir, Los Pinos, eligió a su candidato. No fue el amigo del peñismo, el polémico y turbio pero evidentemente popular Jorge Hank Rhon, hijo del emblemático profesor que fue gobernador del estado de México, sino Fernando Castro Trenti, un miembro destacado del grupo del sonorense Manlio Fabio Beltrones, quien colabora en el manejo de la Cámara de Diputados con Peña Nieto, pero mantiene crítica y resistencia soterradas respecto al grupo que ha llegado a Los Pinos.
Para Gustavo Madero es necesaria esa gubernatura en cuanto le daría argumentos para sostenerse en la directiva del PAN, de la que pretenden desplazarlo los adeptos de Felipe Calderón, con Ernesto Cordero como ejecutor. Los Chuchos, a su vez, requieren de plazas cuando menos en Quintana Roo (el municipio de Benito Juárez, cuya cabecera es Cancún), Oaxaca y Zacatecas, además de la natural cosecha de puestos plurinominales en el resto de las entidades en contienda.
El desenlace electoral tiene como referente el Pacto por México, pues éste ha funcionado con éxito como un mecanismo de sustitución del litigio camaral, una suerte de junta de notables que en privado regatean hasta llegar a acuerdos satisfactorios para esas élites directivas que luego mueven sus piezas legislativas y partidistas para que se cumpla lo convenido. Si estas elecciones terminan en repartos preconcebidos, en alharaca previa y aceitada aceptación posterior, en gran ganancia para el PRI y concesiones negociadas para la ‘‘oposición’’ (lo que permitiría desplegar la muletilla propagandística ya esbozada: ‘‘el PRI sí sabe reconocer sus derrotas’’), entonces quedará confirmado que la ruta de la contienda electoral ha sido secuestrada por los pactos palaciegos, y todo quedará en otro domingo siete, con casi un sexenio de duración.
Astillas
Pareciera que el PRI quiere al ex gobernador Andrés Granier en Tabasco antes de las elecciones (¡oh, sí: el tricolor combate la corrupción, incluso en sus propias filas, oh!), pues corrían ayer las versiones de que todo estaba listo para ese traslado, aunque el jefe del gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, decía que no sabía nada del asunto… Y, mientras Peña Nieto se esmera en difundir que sí cumple sus compromisos, pues fue a Tlaquepaque a entregar un premio a artesanos, ¡feliz fin de semana, con Egipto llamando a reflexión sobre los vaivenes de las primaveras democráticas!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López