viernes, 19 de julio de 2013

La doctrina Chapo. Tráfico sí, violencia no. Pinturas políticas. Crítica de Costa Bonino

El procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, dio ayer forma oficialista a una versión en curso, según la cual el combate acentuado a los Zetas (con la caída de Miguel Ángel Treviño Morales como punto supuestamente culminante) podría significar el fin del ciclo de violencia extrema en asuntos de delincuencia organizada, dejando el gran negocio en manos de otros bandos, deseosos de concentrarse en el rubro específico del narcotráfico sin generar daños a la población no involucrada en esos asuntos.

Murillo Karam dijo hablar desde su perspectiva personal en el momento en que dijo que en el origen de la mayor violencia que se da en el país están implicados los Zetas y el detenido Z-40. Por ello, y considerando la tersa aprehensión del cruel jefe zeta como un abono a la eliminación de la violencia, consideró que pronto se podría hablar también de la extinción de la posibilidad abierta de delinquir de estos grupos.

La perspectiva de los narcos buenos y los narcos malos estuvo presente durante los largos años en que el priísmo controló silenciosamente esa productiva actividad trasnacional. Una parte de los votantes que optaron por el PRI en 2012 tuvieron en mente la posibilidad de que ese oficio modulador incruento pusiera fin a la violencia desbordada durante el calderonismo. Hasta ahora, las cosas siguen igual o peor, aunque con una sordina informativa impuesta desde las alturas.

Pero la detención del Z-40 ha reactivado el planteamiento de los narcos malos (los zetas), y los narcos buenos o negociables o controlables (sobre todo, como rector y punto de equilibrio, el ya casi institucional Joaquin Guzmán, El Chapo, sobreviviente de sexenios de distintos signos partidistas, dispuesto siempre a acomodarse a los poderes en turno, estatales o federal). Limpiar a México de zetas es, así, no solamente la tarea oportunamente anunciada como propia por el mencionado Chapo, sino también un objetivo gubernamental en busca de volver las salvajes aguas del narco a su cauce anterior bien regulado. En contra de esa pretensión simplista juegan la proliferación de grupos delincuenciales con mandos regionales pero, sobre todo, la subsistencia de las condiciones de marginación económica y social que han dado sustento a esos fenómenos de descomposición a través de la delincuencia.

En otro asunto: la Comisión Federal de Competencia (CFC) ha frenado la venta de Comex a Sherwin Williams, por considerar que esa fusión tomaría el control de entre 48 y 58 por ciento del mercado de recubrimientos decorativos, lo que significaría una fuerza entre ocho y diez veces más grande que la del competidor más cercano. La empresa estadunidense anunció que tratará de que la decisión sea revocada. Comex es propiedad de la familia Achar y ha mantenido relación con Josefina Vázquez Mota, cuya familia fue distribuidora de esas pinturas. Elena Achar fue uno de los asistentes a la cena en donde enviados de Andrés Manuel López Obrador participaron en lo que fue conocido como el charolazo, en busca de fondos para la campaña presidencial de izquierda.

Por cierto, uno de esos enviados, el uruguayo Luis Costa Bonino, quien se define como responsable de la estrategia de la campaña electoral de AMLO desde su inicio hasta el 31 de mayo de 2012, ha publicado recientemente en Internet algunas crónicas interesantes, reveladoras y polémicas, relacionadas con su paso por la campaña de AMLO y el episodio específico de la mencionada cena (http://bit.ly/12PiFN0).

El análisis de Costa Bonino pasa revista al crecimiento de la campaña de AMLO a partir de un manejo profesional de su imagen y enfatiza las perspectivas razonables de triunfo electoral que hubo. También señala el fracaso del tabasqueño en el primer debate entre candidatos, la participación de los millonarios aliados de Monterrey, que al final no pusieron dinero, la falta inicial de vinculación con la juventud, las penurias económicas cuando más se necesitaba dinero para producir espots, las reuniones desesperadas (emboscadas) con un mafioso de baja categoría y con un misterioso millonario oaxaqueño, la falta de apoyo de Marcelo Ebrard y su despido tajante luego del mencionado “charolazo.

Son especialmente directas y contundentes las partes en que señala: AMLO se veía siempre a sí mismo como un mártir perdedor, pero nunca como un héroe ganador. Por algún complejo condicionamiento sicológico, él hacía exactamente lo necesario para perder, aun en las campañas y en los momentos en que tenía la elección ganada (...) es un luchador social, pero no político. Desconfía del poder, le teme, no quiere ser presidente. Sólo le gustan las multitudes, los abrazos, los aplausos, los discursos. Es muy buen candidato, pero pésimo estratega. Su objetivo esencial es tratar de demostrar una superioridad moral absoluta en relación con todos los demás políticos de México. Esa pretensión de superioridad moral para él es más importante que la Presidencia (...) Más que líder político es un líder social, y más que líder social, es un líder religioso (...) esencialmente, un liderazgo místico (...) AMLO regaló dos elecciones imposibles de perder. La de 2006 y la de 2012.

El texto de Costa Bonino aporta una visión privilegiada desde la posición de élite que le tocó ejercer y que no debería ser desdeñada por un movimiento que hoy más que nunca necesita de la crítica y la autocrítica. Aun con la inevitable carga subjetiva derivada de la circunstancia personal de su despido del equipo al que asesoraba, las crónicas del doctor en ciencia política deberían ser recibidas con tolerancia y deseos de corrección, sin defensas obcecadas ni rechazo panfletario, con ánimo genuino de reconstruir desde abajo, sin fanatismos y con rigor analítico, una izquierda que políticamente ha sido derrotada y si no sabe levantarse pronto y eficazmente habrá de seguir viendo pasar los carruajes triunfantes del priismo acostumbrado a las décadas de poder y del panismo especializado en convalidar lo fraudulento a cambio de cesiones y alternancias. ¡Feliz fin de semana!




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López