miércoles, 17 de julio de 2013

Sin tiros (ni esposas). Captura de terciopelo. Obama ya confía en EPN. Presos de Loxicha

Fue un plácido desenlace de una historia cargada de horrores. Sin excesos de sangre como la que con crueldad él derramó y habría de suponerse que haría correr a la hora en que pretendieran detenerlo, sin un disparo de arma de fuego como los que él ordenó infinidad de veces, apresado en un camino polvoriento mediante un presunto alarde de tecnología e inteligencia (marinos actuando en aire y tierra) en el que según las primeras versiones oficiales no habría tenido participación ninguna agencia extranjera.

Pero también sin esposas, sin sujeción controladora ni marcaje amenazante. Como Miguel Ángel por su casa, en desplazamientos tersos, sin angustia ni presiones, llegando a las oficinas de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada con el acompañamiento amable de personal armado que en otras circunstancias le habría dado un tratamiento de extremo rigor, drásticamente ejemplarizante, a cualquier pobre diablo acusado de algún asunto ínfimo.

Tan oportuna detención la de Miguel Ángel Treviño Morales, conocido como el Z-40, que los secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina se encontraban en Estados Unidos, en viaje oficial relacionado también con temas de narcotráfico y delincuencia organizada. Tan meritoria que las oficinas gringas correlacionadas felicitaron a sus contrapartes mexicanas. Y el propio Barack Obama dijo en entrevista para Univisión al periodista León Krauze, según lo mencionó éste en Twitter, que la captura del jefe de Los Zetas es evidencia de que las dudas sobre el compromiso de EPN no tenían fundamento.

Ofrendado en aras de disipar dudas de la Casa Blanca, zeta expiatorio, el Z-40 sirvió también para confirmar el nuevo estilo narrativo de Los Pinos en materia de capos caídos en prisión o bajo metralla y para desplegar menús propagandísticos de ensalzamiento gubernamental. Ya no hubo festines informativos macabros como los que tanto gustaban a Felipe Calderón (quien aprovechó ayer mismo para felicitar a la Marina y a la administración peñista por la detención) y no hubo presentación en vivo de los atrapados sino difusión de fotografías, según eso por si alguien desea agregar acusaciones al reconocer a los tres encarcelados, pero también, y tal vez sobre todo, para dejar constancia de autenticidad de los hechos y no permitir especulaciones fundadas como las que se produjeron luego del confuso fallecimiento de alguien que fue mencionado oficialmente como Heriberto Lazcano, el Lazca, el año pasado.

Pero el ruido mediático y las celebraciones locales y extranjeras no cambian de manera automática y consistente el rudo y sangriento escenario nacional. Figuras como el Z-40 cumplen funciones que rápidamente pueden ser asumidas por sucesores en lista de espera como en el caso sucede con el hermano, Omar Morales Treviño, que ya ejercía una especie de liderazgo adjunto. Y no debe olvidarse que Los Zetas es una especie de marca comercial de delincuencia organizada que es usada a título de franquicia, a veces sin pagar regalías ni obedecer líneas de la presunta matriz, por bandas regionales dispersas e incluso individuos solitarios que se amparan bajo la denominación alfabética estremecedora para hacerse pasar por temibles y protegidos.

Aun cuando significativamente no se produjeron inmediatas reacciones violentas de los mandos fieles al Z-40 por la detención de éste, el riesgo de convulsiones internas y venganzas entre copartícipes estará latente en estados donde hay sabido predominio de Los Zetas, como Tamaulipas gobernado no por el decorativo Egidio Torre sino por el cártel del Golfo y Los Zetas (dependiendo dialécticamente de choques y treguas entre estos dos grupos), San Luis Potosí sumido en la indolencia del lánguido Fernando Toranzo, Nuevo León con el escurridizo sobreviviente Rodrigo Medina, Veracruz con los jefes Duarte y Herrera e incluso Tabasco con el entrampado Arturo Núñez o Zacatecas con Miguel Alonso más empeñado en acabar políticamente con los Monreal.

Astros alineados, en todo caso, en contra de los mencionados zetas y en favor del cártel de Sinaloa y su intocado embajador plenipotenciario, Joaquín Guzmán, llamado El Chapo. Nada más a título de ilustración, recuérdese que en abril aparecieron en el mero Nuevo Laredo textos de amenaza al Z-40, que con rapidez fueron retirados por policías municipales. Guzmán atacaba verbalmente a Morales Treviño por haber ordenado el asesinato de nueve campesinos potosinos que pretendían llegar a Estados Unidos para trabajar, y advertía: “Damos todo el apoyo al cártel del Golfo para limpiar de zetas a México” (http://bit.ly/13hDgh4).

En otro tema: siete indígenas de Loxicha, Oaxaca, acusados desde 1996 de pertenecer al Ejército Popular Revolucionario han sido movidos arbitrariamente de centro carcelario, en violación de normas nacionales e internacionales. Según una denuncia firmada por el pintor Francisco Toledo, el actor Damián Alcázar, los escritores Tryno Maldonado y Guillermo Fadanelli y el diputado local Flavio Sosa, entre otro: el pasado 7 de junio los indígenas fueron trasladados sin aviso a sus familiares desde las penitenciarías de Santa María Ixcotel y de la Villa de Etla, Oaxaca, al Centro Federal de Readaptación Social No. 13, en Mengolí de Morelos, Miahuatlán de Porfirio Díaz, en la sierra sur del mismo estado.

A partir de entonces, señalan, las autoridades dejaron a los presos sin contacto con sus familiares por cerca de dos semanas, hasta que el 20 de junio los familiares tuvieron acceso al Cefereso de Miahuatlán, donde sólo por videoconferencias se les permitió ver a los presos, quienes denunciaron diversos malos tratos cometidos por agentes federales en el traslado. Cuando los familiares hicieron públicas esas denuncias, los presos fueron trasladados de nuevo el 21 de junio al Cefereso No. 6 de Huimanguillo, Tabasco, igualmente sin notificar a sus parientes. Los firmantes de la denuncia, ya entregada a la Segob, demandan el inmediato regreso de Tabasco a Oaxaca de los mencionados presos. ¡Hasta mañana!




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López