lunes, 8 de julio de 2013

‘Opositores necios que acusáis’’. Violencia y trampas. El PRI tan sabido. Pleitos pactados | Elecciones fallidas y oposición democrática: John M. Ackerman

Las distorsiones profundas del sistema mexicano de partidos produjeron ayer circunstancias aberrantes: los dirigentes de los dos principales partidos opositores, PAN y PRD, que han convalidado y apuntalado al gobierno federal, autoritario y antidemocrático, mediante pactos palaciegos almibarados, se convirtieron ayer en denunciantes casi incendiarios de los vicios sabidos y contrasabidos de su principal compañero de viaje sexenal, el PRI impúdico y expansivo que buscaba carro completo, aunque utilizando como conductores designados a los mismos dirigentes ‘‘opositores’’ que protestaban circunstancialmente, pero en realidad estaban en espera de propinas en sitios de conveniencia.

A reserva de los primeros resultados confiables (esta columna fue entregada poco después de que las casillas cerraran en la mayoría de los estados donde hubo comicios, faltando Sonora, Sinaloa, Chihuahua y Baja California, por diferencias de horarios), el curso de la jornada electoral confirmó las dos grandes líneas negativas que a como se ven las cosas podrían ser las que acaben caracterizando al periodo peñista en materia política y electoral: el abuso ostentoso de recursos públicos para violentar la voluntad ciudadana, tratando de acomodarla, mediante compra de votos, al proyecto pinolero de hacerse de los cargos públicos al costo que sea, en una variante descarada de la filosofía calderonista del ‘‘haiga sido como haiga sido’’ y el uso abierto de la violencia (con bandas propias, como en Quintana Roo y Veracruz, como ejemplos descollantes de ese priísmo bandolero, o con la delincuencia organizada como intermediario inducido o tolerado, como sucedió en Durango, Chihuahua y Zacatecas, por dar ejemplos de tres colores) para amedrentar a los votantes y a los candidatos, descarrilar o desalentar la participación cívica e inducir votos y actas favorables en zonas bajo su abierto control.

Domingo de confesión de vergüenzas propias y ajenas. Radiografía criminal de la podredumbre del sistema, practicada por los mismos partícipes estelares: Gustavo Madero, quejándose de que la democracia retrocedió décadas y se instaló ‘‘en los setentas’’; Jesús Zambrano, enlistando agresiones físicas y trampas electorales, e incluso César Camacho, quejándose en Baja California de abusos cometidos desde el gobierno estatal de blanco y azul. Constitución del poder político a partir de pillerías clásicas y palabras delincuenciales mayores, en una democratización real de la suciedad electoral: no solamente el PRI adulteró y amenazó; también el PAN en Baja California, el panismo gordillista de Rafael Moreno Valle en Puebla o el ‘‘aliancismo’’ de Malova en Sinaloa.

Ritos electorales tan distantes de los intereses de los ciudadanos, que surgieron candidatos animales en varias partes del país (Xalapa –con X, por favor– con el famoso candigato Morris como principal ejemplo), hubo papeletas a las que los ciudadanos agregaron leyendas más ofensivas que nunca y se registró un abstencionismo que las estadísticas por venir detallarán. Con todo y los escénicos arrebatos de los dirigentes del PAN y el PRD (‘‘Opositores necios que acusáis al PRI sin razón, sin ver que sois la pactada ocasión de lo mismo que culpáis’’, se les podría declamar y reclamar), y de los estremecimientos mercantiles relacionados con la continuidad del Pacto por México, el jaloneo dominical corresponde a un pleito de final arreglado, ya que las cúpulas en colaboración sólo desean aumentar sus capitales electorales, pero no deshacer el gran negocio nacional en el que participan.

La encendida descalificación oratoria de ayer por parte de los aliados contrariados, Madero y Zambrano, podría tener como propósito, además de conseguir mejores réditos por la mencionada continuidad en el Pacto por México, el irse construyendo nuevas obligaciones patrióticas al lado de Enrique Peña Nieto al que, ¡hombre, qué mala suerte!, los gobernadores priístas nomás no le hicieron caso, y acabaron cometiendo tropelías que el buen inquilino de Los Pinos había prohibido una y otra vez en días anteriores.

En el horizonte a pactar estarían ahora una reforma política general y, en particular, el impulso al instituto nacional de elecciones que supla a las comisiones estatales y concentre todas las negociaciones del país en las cúpulas partidistas tan agradablemente pactadas. Luego que recojan sus redes pescadoras con algunas de las ganancias electorales prometidas, los opositores solidarios podrían dedicarse a luchar para que ésta sea la última de las elecciones nefastas, modificando las leyes mientras los mapaches, el narco y otras bandas se preparan para burlarlas con nuevas técnicas o con las ya clásicas, impuestas salvajemente, como sucedió ayer.

Por lo pronto, el presunto sondeo indirecto sobre la gestión de Peña Nieto, que habrían sido estas primeras elecciones bajo su rectoría, arroja un saldo desoladoramente negativo. No había ninguna razón para pensar lo contrario, pero este domingo se confirmó de manera apabullante que el arsenal de malas artes con el que se adquirió la Presidencia de la República el año pasado es ya una política sexenal oficial. Los niveles de violencia y de descaro defraudador no se habían visto en otros comicios, pero frente a ellos no hay organizaciones partidistas confiables ni vigorosas.

De mantenerse en próximas elecciones las tendencias observadas ayer, las expectativas de cambio desde las urnas quedan seriamente lesionadas. Las denuncias y acusaciones presentadas por los principales partidos contendientes no necesitan mayor explicación: el PRI-gobierno impone reglas fácticas y acomoda resultados mediante dinero y violencia, mientras la desgastada y de-sacreditada oposición (PRD y PAN) se acomoda entre denuestos evaporables para seguir con la farsa de la lucha democrática.

Y, mientras hoy son leídos en Twitter y Facebook los comentarios actualizados de este tecleador sobre los resultados electorales por estados, ¡hasta mañana, con la irritación social que se ha desahogado violentamente en Tultepec, estado de México!

Elecciones fallidas y oposición democrática

A raíz de los comicios celebrados ayer en 14 estados de la República, más de mil 300 políticos desprestigiados en breve estrenarán sus cargos a partir de procesos electorales manchados por una larga sombra de irregularidades. Ante esta debilidad originaria en su legitimidad, la clase política apostará una vez más a las limosnas neoliberales y a la unidad política para sanear las heridas. También se buscará prevenir las expresiones de descontento social por medio de la intimidación y la cooptación de la oposición.

Pero los acontecimientos recientes en Egipto, Turquía y Brasil enseñan que este tipo de estrategias están destinadas al fracaso. En aquellos países ha quedado claro que la mera celebración de elecciones populares no resuelve el reto más profundo de la legitimidad democrática. Cuando un gobierno no toma en cuenta las necesidades ciudadanas y los canales institucionales para expresar el descontento fallan, el resultado inevitable son las movilizaciones sociales y la inestabilidad política.

Lo verdaderamente importante para el avance de la democracia no es la supuesta efectividad tecnocrática gubernamental o el cumplimiento de compromisos vacíos, sino la fortaleza de la oposición política. En Egipto, las movilizaciones han tenido el enorme éxito histórico de derrocar a dos presidentes autoritarios, neoliberales y serviles a Estados Unidos, pero no han podido articular un renovado poder ciudadano capaz de imponer nuevas coordenadas a la política nacional. Siguen mandando las fuerzas armadas y continúa enquistada en el poder la vieja burocracia autoritaria.

En Turquía, la incapacidad de la oposición partidista, al gobierno derechista y conservador del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, de vincularse con la sociedad civil y articular un polo opositor generó un enorme vacío político que se desbordó el mes pasado. En Brasil, el mismo alejamiento de la clase política de las necesidades y las demandas sociales creó una situación también explosiva. Si las nuevas movilizaciones en estos dos países no logran echar raíces y articular proyectos nacionales alternativos, el espejo de Egipto podría reflejar su propio futuro.

En México acontece algo similar. Nuestro país es también una potencia mundial, con enormes recursos naturales y humanos, así como una sociedad compleja y consciente, que ha sufrido los efectos de una inserción desigual e injusta en el mundo globalizado. Y de la misma manera en que los egipcios han expulsado dos dictadores del poder solamente para dar la bienvenida a sus viejos represores, en México la ciudadanía también ha repudiado dos veces a gobiernos autoritarios, primero al PRI en 2000 y después al PAN en 2012, para terminar en los brazos de la misma reacción de siempre.

Estos escenarios volverán a ocurrir una y otra vez si no se construye una oposición política fuerte y con profundas raíces en la sociedad civil. También hacen falta nuevos liderazgos que surjan directamente de la sociedad sin vinculación alguna con las viejas sectas y rencillas políticas. Ya basta de circular y rehabilitar los mismos cuadros que han disputado el poder desde siempre. Habría que iniciar la larga marcha de apalancar los grandes éxitos de los movimientos populares de las últimas décadas para dar paso a una fase ofensiva capaz de generar nuevas coyunturas, escenarios y liderazgos.

La lucha será difícil porque los institutos electorales del país han demostrado que son incapaces de imponer el estado de derecho y la plena libertad del voto. Más de un año después de las elecciones federales de 2012, el IFE no ha podido ni siquiera culminar su proceso de fiscalización. En franca violación a la ley, ha postergado por una segunda ocasión su resolución en la materia, dejando impunes la infinidad de irregularidades cometidas el año pasado.

Asimismo, la Unidad de Fis­ca­lización del IFE ha formulado la increíble e indignante propuesta de absolver a Enrique Peña Nieto de las denuncias de haber rebasado el tope de gasto de campaña de 336 millones de pesos. Así como en 1988 la Secretaría de Gobernación maquilló los resultados para asegurar que la votación de Carlos Salinas fuera técnicamente mayoritaria, con 50.36% de la votación, hoy el IFE cuadra las cifras para garantizar que el monto total que hubiera gastado Peña Nieto quede 6 millones abajo del tope permitido. Permanece la cultura del fraude y se confirma la sospecha de que para ganar elecciones no importa la capacidad de gobernar, sino solamente la efectividad para simular.

Mientras, la posición del gobierno de Peña Nieto con respecto al renovado imperialismo estadunidense corroe su ya de por sí mermada legitimidad. Los pusilánimes pronunciamientos y la total inacción frente a los casos del secuestro de Evo Morales, el espionaje de Washington y la eventual militarización de la frontera norte revelan un gobierno que no tiene interés alguno en defender la soberanía nacional ni latinoamericana.

Existe una gran oportunidad histórica para llenar el vacío de legitimidad generado por la traición de los políticos y las instituciones a la Constitución, la democracia y la soberanía. El futuro político de México dependerá de la articulación de un fuerte y coordinado frente social opositor que, a partir de una estrategia coordinada internacionalmente, desplace a los viejos políticos y articule un nuevo proyecto de transformación nacional.




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López