lunes, 25 de noviembre de 2013

PRD, arreglos provisionales. Ebrard impugnará congreso. Pacto de la discordia. CC y la tribu Monarcas

En términos generales podría darse por bien servida la corriente perredista predominante, la Nueva Izquierda también conocida por los hipocorísticos de sus principales dirigentes, Los chuchos. A pesar de tantos asuntos candentes en la agenda, el 14 congreso nacional ordinario del sol azteca terminó sin escándalos evidentes (aunque Marcelo Ebrard ha advertido que impugnará las sesiones y sus resultados ante el tribunal electoral federal), con arreglos y concesiones que trasladan eventuales estallidos hacia otras fechas del calendario político (la salida del Pacto por México si es aprobada la reforma energética y similares, en tiempo y formas ayer mismo ya sujetas a fuerte discusión) y con la mesa estatutaria puesta para el retorno de Cuauhtémoc Cárdenas, quien busca remover el actual sistema de cuotas entre tribus perredistas imponiendo la propia en cuanto a candidaturas seguras a diputaciones federales.

Un congreso nacional perredista como tantos otros en cuanto a mecanismos de concertación de intereses entre las cúpulas grupales, con las reuniones masivas convertidas en meros centros de discutidora recepción y final aprobación de acuerdos tomados en privado por los líderes entre recesos que dejan convertidos en turistas escenográficos al grueso de los delegados. Así, los Chuchos ya han tomado parte de su ganancia sexenal (y se mantienen en espera de los pagos subsecuentes)  al quedar como los interlocutores que han impulsado las reformas deseadas por Los Pinos. Aprobada que sea la energética, que es la madre de todas las reformas, el Pacto ya tendrá un valor secundario (el mismo César Camacho, comisionado presidencial en el PRI, ha adelantado que el menjurje pactista tiene como fecha de caducidad el segundo semestre del año próximo). Así que de nada sustancial ni estratégico se privarán Los Chuchos si las circunstancias los obligan a dejar el mencionado Pacto por México.

Aun así, Jesús Zambrano se resiste a hacer mutis del escenario tripartidista que sirvió a los intereses estratégicos del peñismo pero, especialmente, a las necesidades tácticas de reposicionamiento tanto del chuchismo (amenazado por la escisión de López Obrador y el nuevo polo izquierdista, Morena) como del grupo anticalderonista encabezado por Gustavo Madero. Los Chuchos pretenden acomodar una interpretación de los resolutivos del congreso para retardar cuanto les sea posible la salida del pacto, mientras que el bejaranismo (Izquierda Democrática Nacional) asegura que el retiro debe ser inmediato y sin condiciones.

Marcelo Ebrard consiguió que hubiera precisión y énfasis en el compromiso de promover la recopilación de firmas para una consulta sobre los energéticos en el políticamente tan distante 2015. Pero no avanzó su propuesta (excéntrica, o demasiado avanzada, según se quiera ver) de que la próxima dirigencia del que aún sigue siendo su partido sea elegida por voto universal y directo o por encuestas. A reserva de eventuales ajustes focales, el más reciente de los ex jefes de Gobierno capitalino parece haber quedado descuadrado en términos partidistas y en acelerada construcción de su ruta de salida rumbo a la opción Morena.

No asistió al Zócalo capitalino el domingo de excepción en que el PRD decidió manifestarse masivamente contra la reforma energética y ahora ha sido el principal obstáculo (o al menos así lo tratan de hacer ver sus adversarios) para que Cuauhtémoc Cárdenas sea declarado candidato de unidad para salvar al partido que fundó. La conferencia de prensa que dio junto a Alejandro Encinas para señalar la ruta equivocada del congreso perredista pareció un adelanto inequívoco del cambio de cancha partidista (del PRD a Morena) que en el mexiquense se considera cantadísima y ahora también en el chilango. Y la impugnación judicial que el mismo Ebrard ha dicho que hará contra el congreso arreglado entre cúpulas le convierte también en motivo de enconos profundos, casi irreversibles, en esas filas a las que pretendió presidir.

El ingeniero Cárdenas queda a la espera de que las piezas se acomoden. Apenas iniciaba el congreso en el que con dedicatoria a su persona se habrían de reformar los estatutos, para permitir que anteriores dirigentes del sol azteca puedan volver al cargo (aunque no en lo inmediato, sino dejando pasar tres años cuando menos), cuando ya estaba él mismo emitiendo un mensaje intencionalmente ambiguo que parecía ser de una generosa autodescalificación para dar oportunidad de liderazgo a otros militantes. Pero no era una tajante e irrevocable declinación, sino una operación de cálculo para dejar en los otros, en las bases, en el perredismo supuestamente sumido en orfandad a la salida de AMLO, la decisión de solicitarle que finalmente acepte tomar el timón (faltó la frase clásica, si el pueblo me lo pide).

El intento de fichaje del experimentado director técnico michoacano fue de inmediato tasado para que los empresarios chuchos, que siguen siendo los dueños del equipo, hagan sus cuentas y vean si les alcanza. Cárdenas propone correcciones homeopáticas. Es decir, combatir los males del grupismo (las corrientes internas) y sus cuotas (en la integración de directivas y en la postulación de candidatos a legisladores federales y estatales en las franjas plurinominales seguras) con la imposición de un nuevo grupo hegemónico (el del propio ingeniero, ¿”Monarcas”?, que definiría con libertad la integración de su comité ejecutivo) y de sus correspondientes cuotas (de aceptar esta propuesta, el PRD entregaría a CC 10 candidaturas a diputados federales con la máxima probabilidad de llegar a San Lázaro, dos por cada una de las circunscripciones electorales federales, en lugares que históricamente siempre permiten llegar a las curules). Los candados estatutarios que impedían esa nueva elección de Cárdenas (o de Jesús Ortega, o de cualquier otro ex dirigente) ya han sido botados. Ahora falta ver si las negociaciones permiten la adquisición del afamado entrenador tarasco o Los Chuchos, encarrerados, deciden seguir con su carta propia, Carlos Navarrete. ¡Hasta mañana!




Fuente: La Jornada| Julio Hernández López