Nuevamente asomó en San Lázaro el tema del presunto alcoholismo de Felipe Calderón. El diputado federal priísta Víctor Díaz Palacios (de mayoría relativa, por el distrito 3 de Puebla, con cabecera en Teziutlán) puso por delante en la tribuna de esa cámara su propio testimonio para asegurar que es cierta la muy mencionada afición del ex ocupante de Los Pinos por las bebidas espirituosas (personaje, por cierto, que apareció en pantallas junto a comentaristas de Fox y de Televisa a la hora de la narración del partido en el que ganó la Serie Mundial de beisbol el equipo de Boston, ciudad en la que reside con su familia el panista michoacano).
Pero no era esa referencia lo más importante del arrebato discursivo del representante del PRI, sino el enderezamiento de baterías del partido en el poder contra Acción Nacional y los empresarios. Ayer, tan súbita como brevemente aparecido en el foro nacional del escándalo, el diputado Díaz Palacios, quien ya había ocupado una curul federal en dos legislaturas anteriores, dijo que tan cierta era la vocación alcohólica de Calderón como el hecho de que los panistas son mentirosos, hipócritas y corruptos. Además, calificó a los de blanco y azul de ser lacayos de la Confederación Patronal de la República Mexicana, la Coparmex.
Yendo en el mismo paquete que el PRI, pues acabó entregándole una parte de sus votos para que se aprobara la miscelánea fiscal, el PRD chuchista coincidió en las acusaciones contra el PAN, atribuyéndole la intención de servir a los intereses de las 500 principales empresas del país en lugar de preocuparse por los millones de mexicanos que, según la visión de esa facción del sol azteca, serán beneficiados con la mencionada miscelánea en sí y particularmente por los arreglos de última hora que lograron hacer con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
El fondo de las reyertas partidistas en las cámaras legislativas tiene que ver con las elecciones intermedias de 2015. El PAN cree haber encontrado la llave maestra para recuperar votos, al posicionarse como el único partido importante que se manifestó abiertamente en contra de la trama fiscal finalmente aprobada por la alianza del sol azteca y los tres colores. Eso, machacan los panistas con resonancia mediática, será cobrado en las urnas de manera implacable. A su nuevo rostro político, el grupo dirigido a larga distancia por Felipe Calderón pretende agregar que el dirigente Gustavo Madero deje el Pacto por México (el senador Ernesto Cordero ha dicho que Madero está embelesado con Peña Nieto y el citado pacto).
En busca de despojarse de esa etiquetación electoralmente infamante, el PRI ha optado tentativamente por reidentificar al partido de derecha con los intereses del gran capital. La escaramuza durará el tiempo que tarden los dos viejos aliados en llegar a una reconciliación que hoy el instituto conservador rechaza con aires de despecho, al extremo de proponer algunos panistas relevantes que, en una especie de venganza, se vote en contra de la propuesta peñista de reforma energética, no por considerar que su contenido sea reprobable en sí, sino en demostración de enojo por el maltrato recibido por Acción Nacional en este tramo de la aprobación de la miscelánea fiscal.
El otro integrante del triángulo de amores políticos contrariados, el PRD, vive una división interna que habrá de definir el futuro de ese partido y el grado de migración que se produzca hacia la opción de Morena. Los Chuchos y algunos de sus aliados han apostado tajantemente a favor de una alianza con el PRI, es decir, Los Pinos, para contar con mayores recursos en algunas de las plazas en las que les interesa mantener fuerza, específicamente el Distrito Federal (a través del fondo de capitalidad y la incorporación del gobierno de Miguel Ángel Mancera al reparto de fondos federales mediante otros mecanismos que históricamente le habían sido negados) y Guerrero (donde el actual senador Armando Ríos Píter, miembro de la corriente que dirige Amalia García, pretende aprovechar el flujo de recursos para ser el sucesor de Ángel Aguirre Rivero). A causa de esos entendimientos, los Chuchos, y el PRD en general, han sido acusados de vender sus votos en este trance legislativo fiscal. Contra esos arreglos están las corrientes dirigidas por René Bejarano y Marcelo Ebrard y los legisladores afines a Morena aunque estén en el sol azteca.
El 16 del recién pasado octubre se publicó aquí lo siguiente: de Telmex a Pemex, la historia de las privatizaciones productoras de supermillonarios aliados; por cierto, en el ámbito de esa telefónica se habla de la posibilidad de cambiar de etiqueta, ahora América Móvil, con liquidaciones, prejubilaciones y recontrataciones para pasar a otra etapa. De entonces a la fecha se ha desarrollado una intensa campaña de disminución de la plantilla laboral de Telmex, en los términos mencionados en Astillero. Jubilaciones adelantadas de personal de confianza al que parcialmente se ofrece recontratación en empresas con otras razones sociales pero, obviamente, sin respetar antigüedad ni prestaciones originales, con la colaboración de funcionarios de juntas de conciliación y arbitraje, nuevas cuentas bancarias para depósito de las nuevas nóminas y otros mecanismos que han provocado pánico laboral, según lo ha reconocido en video el dirigente del sindicato de telefonistas, Francisco Hernández Juárez ( http://bit.ly/1gfOOZN ).
Un letrero en plástico aparecido en una de las tiendas de Telmex anuncia que El fin se acerca, prepárate, y no necesariamente se refiere a El buen fin que organiza el comercio nacional para incentivar sus ventas. ¿Será el fin de Telmex, su ventajoso contrato colectivo de trabajo y su sindicato, para dar paso a la etapa de América Móvil, ya sin reminiscencias de la privatización salinista hoy tan recordable en el intento de hacer lo mismo con Pemex?
Y, mientras Enrique Peña Nieto se paraba de puntitas en Tabasco a la hora de tomarse una fotografía con escolares a los que acababa de entregar computadoras portátiles ( http://bit.ly/1h4lgzK ), ¡feliz fin de semana!
Fuente: La Jornada| Julio Hernández López