Costo: $10 mil millones; el de la realeza árabe: $6 mil millones
Una decisión de Estado justifica la adquisición de la aeronave
El transporte aéreo de los jefes de Estado o de gobierno ha sido un tema controvertido casi desde su existencia. Cuenta la leyenda que el primer presidente de México que abordó un avión fue Francisco I. Madero. No se sabe si para transportarse o para divertirse, pero hay una foto que parece confirmarlo. Con toda seguridad, el mártir de la democracia mexicana jamás se imaginó que pasada una centuria y en seguimiento de su tradición, el actual gobierno de nuestro país compraría una nueva nave presidencial a un costo nada más y nada menos que de 750 millones de dólares, casi 10 mil millones de pesos.
El uso de las aeronaves imperiales, reales, presidenciales o gubernamentales no ha sido nunca un capricho, sino una necesidad, como lo demuestra la historia del transporte: desde los tiempos más remotos los líderes, libertadores o jefes de Estado se han transportado en vehículos o sobre bestias siempre especiales y fuera de lo común. Así, Ciro, Xerxes, Alejandro Magno, Julio César, el Cid, Napoleón y todos los de su linaje se desplazaban sobre caballos tan célebres como Bucéfalo, Babieca y Vizir, o poseían carruajes siempre tirados por los mejores ejemplares, ya fueran equinos, o paquidérmicos por ejemplo, y los emperadores chinos así como muchos dignatarios y ricos europeos –en émulo de poderosos de todas las épocas– eran llevados en palanquines hasta el alba del siglo XIX. Quién no recuerda la enorme embarcación fluvial que el príncipe de Táuride, Gregorio Potemkin, mandó construir para la emperatriz, su ex amante y patrona, Catalina II de todas las Rusias, cuando la llevó a tomar posesión de su nuevo territorio de Crimea sobre el río Dniéper, en torno al que cambiaba el paisaje con aldeas de utilería que se transportaban por la noche para la mañana siguiente, y la soberana observara la prosperidad de sus tierras.
Así fue durante siglos y sigue siendo el transporte de los jefes de Estado. Éste no es ni debe ser el mismo que el del ciudadano común, por muchas razones: seguridad, comunicaciones, eficiencia, aprovechamiento del tiempo y eficacia en la ejecución de las decisiones de Estado y de gobierno, hasta protocolo, entre otras.
Aunque la leyenda cuenta que Madero fue el primer presidente mexicano en funciones que se transportó en avión, la verdad es que el transporte aéreo presidencial mexicano llegó al final de los años 30. Así, el tren presidencial dejó de ser el modo de transporte principal del presidente de la República en los años 50.
De entonces a la fecha, la Presidencia de México ha contado con un sinnúmero de aeronaves de todos tipos y nacionalidades que han servido eficientemente a más de una decena de presidentes. El Estado Mayor Presidencial es el encargado de operar y mantener la flota aérea del jefe del Estado y cuenta con aeronaves aptas para todo tipo de servicios: helicópteros para distancias cortas y sin usar un aeropuerto; de mediano alcance y de capacidad reducida para viajes de corta duración en el vasto territorio nacional, así como un avión para las giras de mayor importancia al interior del país o internacionales frecuentes en este mundo globalizado.
La aeronave que hoy cumple esa función es un Boeing 757 adaptado para tareas ejecutivas que adquirió el gobierno de México durante la administración de Miguel de la Madrid, en 1986, pero fue puesto en servicio hasta 1988. Este avión esperó casi un año en Estados Unidos, porque el presidente no se atrevió a traerlo por temor a la crítica de estrenar una nave modernísima y eficiente en una circunstancia negativa de la economía nacional. Hubo de esperar un casi-accidente: cuando el presidente y buena parte de su gabinete se transportaban a bordo del entonces avión presidencial principal, un viejo Boeing 727 –el TP01–, de tres turbinas, en un vuelo de apenas 58 kilómetros entre Cozumel y Cancún, casi en línea recta porque las pistas de ambos aeropuertos están más o menos alineadas.
Al despegar de Cozumel falló una turbina. Dos minutos después falló una segunda turbina. Fueron instantes de sonidos y sensaciones de pérdida de potencia que pudieron percibir los pasajeros. Gracias a la pericia y habilidad de los pilotos militares, la aeronave llegó pocos minutos después a Cancún, tras volar la corta distancia con una sola turbina. Ya en suelo firme, todos sanos y salvos, el presidente ordenó al jefe del Estado Mayor Presidencial: Que traigan el avión nuevo. Aquello fue en 1988, hace 24 años
Hace apenas unos días se dio a conocer que la Secretaría de la Defensa Nacional pretendía sustituir el actual avión presidencial, ese 757 que llegó en 1988. La nueva aeronave, se dijo, debe ser de altísima tecnología, con un costo de casi 10 mil millones de pesos. Se sabe en todo el mundo que no existe un avión comercial o ejecutivo con ese precio, incluido el que usa el señor ruso, Putin, un Illyushin 96-300 del que se dice tiene llaves de oro puro y no de chapa, en su lavabo personal.
Entre los aviones más caros del mundo, un botón de muestra. Hace unos tres o cuatro años el fabricante aeronáutico europeo Airbus vendió lo que la industria considera el avión privado más lujoso y costoso del mundo, un A380, que en su versión comercial más simple, es decir, todos los pasajeros en clase económica, puede transportar a 600 personas en un vuelo de 15 mil kilómetros. Este aparato fue ordenado por el príncipe saudí Ibn Talal, y consta en el segundo piso de cinco master suites con baño y regadera cada una y un baño turco revestido con paredes de mármol de sólo dos milímetros para aligerar el peso. En la planta baja cuenta con salas en las que se puede ofrecer un concierto o simplemente de entretenimiento televisivo; tiene lujosísimos despacho, comedores, cocinas y poltronas para una veintena de invitados. Eso sí, está equipado con asientos normales para el personal de servicio, y en el compartimiento de carga pueden transportarse dos automóviles.
Este portento del aire, que quede bien claro, tuvo un costo aproximado de 500 millones de dólares, es decir, algo así como 6 mil millones de pesos. Así que afirmar que a la salida del gobierno de Felipe Calderón se pretende gastar 10 mil millones de pesos en un avión –algo así como 750 millones de dólares– suena como una barbaridad, o alguna otra cosa.
El pasado 30 de julio, el gobierno federal, a pesar de las acres críticas al sobreprecio, aprobó la compra del nuevo avión presidencial que será usado se dice que a partir de 2015 para las giras internacionales del jefe del Estado mexicano. Se trata de decisión de Estado, se argumentó.
La nave de marras sería un Boeing 787, cuyo precio de lista en su versión comercial anda por los 320 millones de dólares, frente a los 250 de su competidor el Airbus 350, o los 200 millones del actual A330.
Esta compra deberá dar muchas respuestas a un sinnúmero de preguntas, entre las que se destacan: ¿el Ejecutivo mexicano necesitaría un avión como el del príncipe saudí o del mandatario Putin? ¿El costo financiero de la compra es tan alto que casi dobletea el precio de la competencia que tiene un Airbus A380 privado? ¿Se estará haciendo manita de puerco a alguien para pagar esa estratosférica cantidad? ¿0 es que simplemente estamos llegando al ocaso del Año de Hidalgo?
Ojalá que los expertos en aeronáutica militar y civil de nuestro país tomen la buena decisión y asesoren correctamente en esa compra que de suyo es sumamente importante.
* Analista de aviación con 25 años de experiencia
Fuente: La Jornada