El orondo inquilino de Los Pinos confundió el escenario. Creyó estar en el Auditorio Nacional frente a sus 10 mil burócratas acarreados y aplaudidores, cuando en los hechos estaba en Washington, frente a los representantes de la Cámara Americana de Comercio, ante quienes presumió sus logros de gobierno. No se ubicó, ni su círculo de asesores se animó a decirle: Jelipe, reconsidera, que geográficamente estás muy lejos de la residencia oficial, y a muchos años luz de la realidad (aunque esto último no sorprende a nadie, pues es su práctica cotidiana).
Resulta que ayer el susodicho se aventó la puntada de presumir lo siguiente ante los integrantes de la citada cámara comercial: “por primera vez hay una (e)migración cero de mexicanos a Estados Unidos, gracias a las oportunidades de empleo, así como a la cobertura en salud y en educación que hay en el país… es debido a varios factores, porque estamos creando oportunidades de empleo, oportunidades de formación y de educación para los jóvenes en México, servicios de salud y el cuidado de salud para toda la nación…”
Esas serían las causas, según el desubicado cuan temerario inquilino de Los Pinos, pero organismos más centrados en la realidad, como el Centro de Investigación Pew, documentan que el verdadero motivo de la emigración cero de mexicanos al vecino del norte es consecuencia del desplome económico de Estados Unidos, aumento del desempleo en aquel país, creciente deportación de paisanos, y mayor vigilancia y represión fronterizas, entre otros, pero ni por aproximación por los idílicos logros del sexenio calderonista. Ni Fox se aventuró a llegar tan lejos, lo que ya es decir. Entonces, ¿oportunidades de empleo aquí, o falta de empleo allá? ¿Oportunidades de educación? ¿Población protegida por los servicios de salud?
Pues bien, en Estados Unidos la tasa de desempleo pasó de 4.8 por ciento en diciembre de 2006 a poco más de 8.2 por ciento en marzo de 2012. El mismo indicador, pero aplicable a la población latina (mayoritariamente mexicana) pasó de 5 a 12 por ciento. Actualmente, alrededor de 2.8 millones de latinos se mantienen en el desempleo abierto. Entonces, he allí una causa real del retorno de la paisanada. El problema es para qué regresan, si en México la tasa oficial de desocupación abierta pasó de 3.58 por ciento en diciembre de 2006, cuando Calderón se instaló en Los Pinos, a 4.62 por ciento, en marzo pasado.
Para el caso mexicano basta revisar las cifras oficiales (Inegi, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, cuarto trimestre de 2011) para saber cómo está el ambiente laboral, el cual, ni de lejos, se aproxima a la versión calderonista: la población económicamente activa del país se aproxima a 50 millones de personas. De éstas, oficialmente 2.7 millones están desocupadas (70 por ciento de ellas con educación media superior y superior). Sin embargo, más de 4 millones no reciben ingresos; más de 6 millones obtienen un salario mínimo, cuando mucho; más de 10.6 millones ganan entre uno y dos salarios mínimos, y casi 10 millones entre dos y tres mini salarios, de tal suerte que en la precariedad laboral sobrevive 63 por ciento de la población ocupada. El sexenio culmina con ocupación informal para cerca de 14 millones de mexicanos; 6.2 millones en condiciones críticas de trabajo; 4.2 millones en subocupación; 15 millones sin contrato de ley y 30.8 millones sin acceso a la seguridad social. Todo ello, sin dejar a un lado los 12 millones adicionales (hasta 2010) de mexicanos en pobreza.
Lo anterior contrasta con la escasa creación de 1.1 millones de nuevos empleos permanentes formales (la demanda sexenal es de 6 millones de plazas, aproximadamente); incluso considerando los eventuales apenas se generaron 1.5 millones empleos formales (registrados en el IMSS) durante la presidencia del empleo. Esta situación contribuye, junto con la mayor ocupación informal, al detrimento de la calidad laboral en México. De igual forma, la creación de empresas formales se ha detenido, pero se han incrementado las informales que no otorgan prestaciones de ley, de acuerdo con información del Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México.
El propio centro de investigación subraya que el empleo siempre se ha encontrado en el discurso de la clase política gobernante, pero no en los resultados que año con año se han alcanzado en el país. La degradación del nivel de vida de los mexicanos es entendible: escaso empleo formal, salarios utilizados para controlar la inflación, contracción y escasa eficiencia del gasto social, inversión pública improductiva y fuertes trabas fiscales para que las empresas puedan crecer y generar más empleo. Este contexto refleja la ausencia de una política que solucione el problema de la pobreza. Su dimensión pone en evidencia la gravedad del rezago en el bienestar de los mexicanos. Contar con un empleo que genere los ingresos suficientes para tener capacidad de aumentar los niveles de consumo es impostergable para elevar el bienestar de la población.
Un elemento adicional: la caída en el poder adquisitivo de los salarios durante el gobierno de Calderón sigue siendo mayor que la sufrida en todo el sexenio de Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas de Gortari. Los discursos no sustituyen la realidad que enfrentan diariamente los trabajadores. Se ha dado una caída en las condiciones de vida similar a la sufrida en la década perdida (la de los años 80 del siglo pasado), mostrando así un retroceso. De continuar esta tendencia, el salario mínimo real presentaría una pérdida histórica mayor a la registrada en el sexenio de Zedillo (Centro de Análisis Multidisciplinario, UNAM).
El balance resulta espeluznante, pero el desubicado Felipe Calderón habla de oportunidades.
Las rebanadas del pastel
El dirigente minero Napoleón Gómez Urrutia hace maletas para regresar a México, toda vez que el magistrado Manuel Bárcena Villanueva resolvió que la última orden de aprehensión en su contra por supuesto delito bancario es inconstitucional, al igual que otras diez que ya fueron canceladas por ilegales. Durante los últimos meses del sexenio foxista, y a lo largo del calderonista, el líder sindical enfrentó 11 procesos penales promovidos por los dueños de los grandes corporativos mineros (con Germán Larrea a la cabeza) y el gobierno mexicano. Todos cayeron por su propio peso, pues todos fueron fabricados en medio de una persecución política sin precedentes; cayeron una a una, por lo que esta resolución es una lección para aquellos que creen que en México todavía pueden imperar persecuciones inmorales y ajenas a nuestro sistema de derecho, dijo su abogado defensor, Marco del Toro.
Fuente: La Jornada