Mis adversarios ya se pusieron nerviosos, porque vamos bastante bien, sostiene el perredista
Manzanillo, Col. Díganle a la gente que va a bajar el precio de las gasolinas, del gas, del diésel y de la luz, retumba en las bocinas instaladas en la plaza del Pez Vela.
Es la voz de Andrés Manuel López Obrador, quien tiene apuro para informar todo lo que hará cuando vuelva a ganar la Presidencia de la República.
Esto ya se pudrió, señala cuando habla de los riesgos de que continúe el mismo régimen de corrupción, al que identifica con la dupla PRI-PAN.
La plaza con la enorme escultura del pez vela está medio llena, aun cuando hasta este puerto acudieron militantes de diversos municipios colimenses, a bordo de una veintena de autobuses.
La prisa de la mañana, cuando el candidato presidencial de la coalición Movimiento Progresista prefirió utilizar el Metro para alcanzar el avión que lo trajo aquí, continúa. Por fin llegó a su destino; lo escuchan varios pescadores, quienes afirman que el gobierno estatal les retiró el permiso para trabajar y ahora sólo saben de desempleo y hambre.
En el extremo derecho de la plaza, bajo la sombra de un árbol, también escucha al candidato María Teresa, quien busca sobrevivir con la venta de chicharrones de harina. Hay poca venta, así que hoy puede que tenga más suerte en el puerto, donde se encontró con el mitin para eso de la elección. Sonríe, bromea con los marchantes y es amable con los fuereños.
Viste una playera blanca con el logotipo del actual gobernador de Sinaloa: “Malova”.
Oiga, pero ese no es de aquí, le dice una señora que porta una bandera del PT y cuyos hijos prefirieron tocar el agua del mar que escuchar a los políticos.
“Es que me la regalaron. Aquí traigo a Malova –dice tocándose el pecho–; arriba, al PRD” –y señala la gorra amarilla que le acaban de obsequiar. Pero de este lado, al PRI, y apunta con el índice al corazón. “Este señor habla bonito, ¿eh?… pero yo siempre he votado por el PRI, aunque… uno nunca sabe.”
Termina el mitin en el que el candidato sostiene que sus adversarios ya se pusieron nerviosos, porque vamos bastante bien, así que el camino que vislumbra para el triunfo el primero de julio es informar y convencer del cambio verdadero.
Siguen las prisas. Ahora hay que recorrer más de tres horas por carretera de Manzanillo a Guadalajara, a toda velocidad y a puro taco arriero, para llegar a una calle de la colonia Echeverría, donde no caben los varios miles de simpatizantes que lo apoyan, así como a Enrique Alfaro, ex priísta, ex presidente municipal postulado por el PRD para Tlajomulco, la alcaldía donde en 2005 fue destapado Felipe Calderón. Ahora es candidato a gobernador por PT y Movimiento Ciudadano. Es decir, aquí no hay alianza tripartita. Ni una sola bandera del PRD.
López Obrador se da vuelo: una hora al micrófono. Alienta a los suyos a hacer campaña informando a la gente, porque si no se hace así, advierte, será difícil ganar. Luego habla de la estrategia para descopetar allá arriba y enseguida sobre los valores; del humanismo, que no es lo mismo que el cristianismo.
Aclara que promueve el Estado laico y propone un diálogo ecuménico (cristianos y católicos), interreligioso y con creyentes y no creyentes.
Esto, porque la víspera fueron difundidas imágenes del candidato con dirigentes evangélicos, pero aclara que lo suyo es la tolerancia (trascendió que este viernes se entrevistará en privado con el obispo de Guadalajara).
López Obrador sigue en la arenga y, en esta peculiar amalgama de candidatos, asegura que la gente vota más por la persona que por los partidos.
Baja del templete y, en el remolino de gente que casi no le permite avanzar, lo espera un grupo musical de Poncitlán que toca música casi con las manos: una trompeta elaborada con manguera, tubo de cobre y un garrafón de agua. El candidato los saluda, los acaricia y sigue su camino.
Mañana, otra vez, la premura por llegar.
Fuente: La Jornada