Tres búsquedas distintas y un reformismo proempresarial verdadero: Peña Nieto trata de asumirse como algo parecido a un líder; Beltrones a un ideólogo y Gamboa a un triangulador de élites.
Ya en espera del golpe de silbato del árbitro designado (el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación) que pondría fin al partido y le entregaría el título comprado de campeón 2012-2018, el medio Peña Nieto (censores, absténganse: se está hablando estrictamente de posiciones en un esquema futbolero) ha decidido darse baños de (representantes de) pueblo al reunirse con los financieros gobernadores priístas en funciones y con los que habrán de entrar en fecha próxima. Aún cuando hubo discursos, las palabras sobraban: era como una sesión ordinaria de un consejo de administración luego de la compra exitosa de un negocio sexenal largamente anhelado del que todos saben que en su momento habrá naturalísimo retiro de ganancias (conforme a las inversiones hechas y al éxito electoral proporcionalmente demostrado).
El geloso jugador en espera del trofeo correspondiente al predeterminado torneo de los Seis Años también se reunió con los diputados y senadores electos, a quienes pidió ganarse la confianza de los mexicanos y entregarles buenos resultados (¡Sí se puede/ sí se...!). Además de instarlos a luchar contra la corrupción (no se supo si les darán algún tipo de bono mediante tarjetas Monex o Soriana) les hizo un reconocimiento desafortunado: se la rifaron, les dijo, cuando en realidad no hubo un juego de sorteo entre varios participantes, sino una compra generalizada.
Lo más correcto, a fe de esta columna con lamentables ínfulas correctivas, hubiera sido decirles: se las compraron. Y, además, cambiar de la tercera a la primera persona. Pero lo destacable del asunto es que la figura emplazada para recibir duplicado de las llaves de Los Pinos hace esfuerzos notables por dejar de ser eso, una figura, y adquirir ribetes de realidad imperativa, de conductor de masas, de timonel de tres colores, de líder máximo (o medio, cuando menos)...
En otro lado del tablero, la pareja BelGa (Beltrones y Gamboa) o Man&Em (Manlio y Emilio) ha puesto ya en la marquesina el título de la función que en lo inmediato dará: Las Reformas tan Mentadas. Uno y otro, otro y uno, combo legislativo, repiten lo mismo: la hora de los grandes cambios ha llegado. Modificaciones en cascada y en oferta: en lo energético (con empresarios nacionales e internacionales en busca del máximo lucro y políticos, salientes y entrantes, deseosos de la mayor comisión posible); en lo laboral (impulsadas por incendiarios líderes sindicales como Gordillo y Romero Deschamps) y en lo fiscal (con los capitales inversionistas en campaña que ahora pedirán cesiones y exenciones para recuperar con ganancias lo arriesgado).
En su discurso de aceptación de la responsabilidad de coordinar a los diputados de su partido, Beltrones hizo malabares retóricos para acoplar los conceptos de mayoría y grupo mayor. Como si lo dijera a los peñanietistas que creen posible arrollar a las otras partes del conjunto político en función de ser el grupo mayor (asumiendo que EPN será declarado ganador de estos comicios), el sonorense hace saber que eso no es lo mismo que tener la mayoría. La clave del beltronismo está en la negociación, en el acuerdo, y por ello advierte entre líneas a quien en las alturas crea posible la imposición de proyectos mediante automatismos aritméticos: simular o tener mayorías ficticias puede llevarnos a equivocarnos. Se los digo, diputados electos, para que lo escuchen, futuros pinos.
Gamboa no tiene pretensiones intelectuales ni se envuelve en la bandera del reformismo. Es un político práctico, cuyo mayor capital es la representación de intereses de algunos de los principales grupos políticos, económicos y mediáticos (sobre todo los relacionados con radio y televisión), y en función de ese espectro politicoeléctrico es que se mueve. Diputado bueno, senador malo: el reformismo del primero se las verá con el pragmatismo al servicio de las élites del segundo (y, cuando sea necesario, será al revés: juego más que ensayado).
La alegre marcha priísta rumbo al poder recuperado sólo tiene como persistente contrapunto la tenacidad del lopezobradorismo que insiste en presentar pruebas del fraude electoral que en las cúpulas nadie acepta ver. Ricardo Monreal dio ayer nuevas muestras del manejo anómalo, presuntamente delictivo, de la chequera del gobierno del estado de México que no fue usada solamente para depósitos, como originalmente se había dicho, sino que hizo en junio un pago de 50 millones de pesos a un particular, sin justificación a la vista. Con documentación precisa, el ex gobernador de Zacatecas está demostrando triangulación de fondos entre bancos y una persona física, aun cuando el gobierno de Eruviel Ávila había dicho que su cuenta de Scotiabank solamente se usaba para depósitos nocturnos, en busca de ganar intereses.
Pero nada de lo que jurídica y políticamente haga el lopezobradorismo es tomado en cuenta (la movilización social es, o podría ser, otra historia). Ni por los magistrados enriquistas que forman el tribunal electoral ni por la mayoría de los medios de comunicación que relega sin más todo lo que provenga del ámbito del tabasqueño. La dura sentencia está dictada aun cuando no la ha dado a conocer formalmente el tribunal electoral: haiga sido como haiga sido, Peña Nieto y su corte se instalarán en la república haigacrática.
Y, mientras San Luis Potosí es integrada a la lista de las ciudades en crisis por la explosión violenta de grupos de delincuencia organizada que infiltran, controlan o amedrentan a las autoridades (un general, Heliodoro Guerrero, renunció el pasado martes a la secretaría de Seguridad Pública de la entidad; el gobernador, Fernando Toranzo, atendía asuntos de grilla peñanietista en el DF), ¡feliz fin de semana esperando ver un buen partido en la final del futbol olímpico (que gane México), y que no haya oportunista declaratoria electoral adjunta!
Fuente: La Jornada