¡Cuidado!, que el inquilino de Los Pinos lleva varios días tentando al chamuco, y nada positivo resultará de ello. Tal cual lo hizo tres años atrás, cuando todo el mundo veía venir la crisis de 2008 y actuaba en consecuencia, ahora el susodicho no deja de presumir que la sacudida internacional le hace los mandados a la sólida” y veloz economía nacional, pues, según dice, “tenemos un chequezote pa’ comprar dólares” (en referencia a las reservas internacionales) con lo que, también según él, resulta “imposible prácticamente desestabilizar al país como antes ocurría… Eso es fortaleza económica y eso es estabilidad económica”.
A menos que intente convencerse a sí mismo de que todo es perfecto, su perorata no tiene mayor posibilidad de éxito, porque cada que habla en el sentido descrito de inmediato el auditorio se remonta a los tiempos del “catarrito” (Carstens dixit) y de la “gripa” (Calderón ídem), durante los cuales –ya con el huracán grado 5 a la vuelta de la esquina– el inquilino de Los Pinos insistió en que aquí no pasaba ni pasaría nada, porque aquí “si hemos hecho bien el trabajo” y la economía “está más fuerte que nunca”. Los mexicanos saben perfectamente qué pasó: se dejó caer la crisis más severa en ocho décadas, de la cual aún no se recupera el país, en espera de la siguiente.
En aquellos no lejanos tiempos, de inmediato la comunidad de naciones sacó la gabardina y el paraguas ante la desastrosa perspectiva económica, mientras el inquilino de Los Pinos y sus genios se mantenían en chancletas y traje de baño presumiendo que los nubarrones eran externos, y que aquí el clima era paradisiaco. Así lo agarraron, y así le fue a México, considerado entre los 20 países mayormente golpeados por una crisis que no sólo era “externa”, sino que apenas pintaba para “catarrito”.
De hecho, hasta donde llega la memoria, sólo dos inquilinos de Los Pinos se aventaron la puntada de prometer que en México “nunca más habrá otra crisis”. No hay que especular mucho sobre quiénes son los clarividentes fallidos: Vicente Fox y (¡sorpresa!) Felipe Calderón. El primero pronunció la frase en los albores de la primera recesión de la era Bush junior (y la economía se fue para abajo), y el segundo comenzó la tanda (porque la ha repetido en no pocas ocasiones) en septiembre de 2007, cuando micrófono en mano sentenció: “nunca más una crisis que afecte a los mexicanos… nuestra economía es tan sólida, que a pesar de que Estados Unidos tenga una falla mecánica, aquí no habrá crisis, pase lo que pase, ni ahora ni a mediano plazo”.
Y no sólo llegó la crisis, sino que resultó la más infausta en ocho décadas. El motor económico de Estados Unidos lejos de reportar “falla mecánica”, de plano reventó, y junto a él, el de la “sólida” cuan independiente economía mexicana, con todo y clarividente de Los Pinos y genios que lo acompañan.
Sirva lo anterior para medir en su exacta dimensión la más reciente perla calderonista (ayer en Monterrey; como siempre, se respeta sintaxis): “ya no sé en cuánto andan (las reservas internacionales). Será 140 mil, 141 mil millones de dólares. ¿Qué quiere decir, amigas y amigos?: que hoy tenemos más del doble. Es más, dos y media veces más dólares de reserva en el Banco de México, que toda la deuda externa del gobierno mexicano (que no es lo mismo que la deuda pública total). Más del doble. ¿Y qué tanto nos protege eso? Vamos a suponer que viene una escalada de pánico. Que es córrele por los dólares. Supongan que todo mundo se asusta, y todos corremos al banco, a comprar dólares, al mismo tiempo. Todo lo que traen ustedes en la cartera, más lo que tienen ahí, escondido abajo, en un sobre en el cajón de su señora, más lo que tienen abajo del colchón, más lo que tienen en algunos libros, ahí, en la biblioteca, todo eso lo sacan. Más lo que tienen en una caja de zapatos, abajo del clóset.
“Si un día sacáramos todos los pesos que tenemos en billetes y monedas y, es más, los llevamos a comprar dólares. Es más, toda nuestra chequera; así, chequezote para comprar dólares, nuestras reservas internacionales en dólares son más grandes que toda la suma de todos los billetes, todas las monedas y todas las cuentas de cheques juntas en México, con lo cual hace imposible, prácticamente, desestabilizar al país, como antes sí ocurrió. Eso es fortaleza económica, y eso es estabilidad económica. Que se mueve el peso. Sí. Sí se mueve. Sí se mueve el peso. Y se mueve, además, porque es un tipo de cambio flexible, que ha sido la garantía de que nuestra economía no quede sujeta a la explosión de un entorno internacional”.
En resumidas cuentas, el inquilino de Los Pinos está tentando al chamuco, porque de nuevo promete que al país la crisis le hace los purititos mandados, que la crisis es “externa”, que los que están mal son otros y que, en fin, México es el paraíso tropical que nada le afecta, nada le pega, nada lo altera. Felipe Calderón, pues, no aprende: bronceador en mano, sigue en chancletas y traje de baño, mientras Europa, no sin la ayuda de Estados Unidos y su “falla mecánica”, está a un tris de desatar una nueva sacudida internacional (o si se prefiere una crisis dentro de la irresuelta crisis de 2008) con características de cuento de terror.
Por ello, envidiosos, como siempre, los arrinconados europeos reclaman a gritos a sus respectivos gobiernos: ¿por qué nosotros no tenemos un Felipe Calderón que nos prometa –un día sí y otro también– “nunca más una crisis, pase lo que pase, ni ahora ni a mediano plazo? ¿Por qué los mexicanos sí tienen ese privilegio y nosotros no”? Logros de la democracia, habría que contestarles.
Por cierto, durante su estancia en la capital de Nuevo León el clarividente fallido también prometió que el homicidio de 52 personas en el Casino Royale “no debe quedar impune”. Qué bueno, porque en su próxima visita a Hermosillo tendrá que exigir que el homicidio de los 49 niños de la Guardería ABC “no debe quedar impune”, como hasta ahora él comprenderá.
Las rebanadas del pastel
Pedro Joaquín Coldwell quedó en lugar de Humberto Moreira, el profesor deudor y bailarín, en la presidencia del tricolor. La nueva cabeza visible de ese partido político fue gobernador de Quintana Roo (1981-1987), de tal suerte que los panistas ya pueden llamarlo a cuentas por endeudar a ese estado y utilizar electoreramente la información, aunque sea de hace tres décadas… Un fuerte abrazo a La Jornada y a los jornaleros distinguidos ayer con el premio nacional otorgado por el Club de Periodistas de México.
Fuente: La Jornada