ROMA, Italia. Las diplomacias de la Casa Blanca y del Vaticano se han movilizado para organizar un encuentro entre Donald Trump y el papa Francisco, que podría llevarse a cabo dentro de los muros apostólicos en ocasión de la reunión del “G7”, los siete “grandes” del mundo occidental, que se llevará a cabo el 26 y el 27 de mayo próximo en Taormina, Sicilia.
De esta manera, el nuevo presidente de Estados Unidos se comportaría como sus predecesores Barak Obama (que en 2009 se reunió con Benedicto XVI) y George Bush (que vio a Juan Pablo II en 2001), durante las cumbres en Italia del “G8”. Rusia formaba en ese entonces parte del grupo de los “grandes” hasta que fue suspendido por el conflicto con Ucrania y la anexión de Crimea.
El Vaticano todavía no se ha pronunciado oficialmente sobre esta posibilidad, pero varias fuentes consideran efectivamente “muy probable” que el nuevo inquilino de la Casa Blanca y el Pontífice argentino se vean cara a cara a fines de mayo.
Ciertamente, es difícil encontrar a dos personajes más opuestos que Francisco y Trump, que ya se enfrentaron verbalmente con dureza tras la visita de Bergoglio a México, cuando el jefe de la Iglesia católica dijo que quien construye muros no puede considerarse cristiano, palabras que provocaron la airada respuesta del entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Sin embargo, como lo demuestra el silencio de Francisco sobre las iniciativas contra la inmigración de musulmanes y la confirmación de que el muro en la frontera con México se realizará, el Vaticano, y el Papa en primer lugar, prefieren no alzar el nivel de los contrastes con el actual inquilino de la Casa Blanca concretándose a enviar “mensajes” indirectos a través de los discursos de Bergoglio, dejando a las conferencias episcopales la tarea de criticar dichas medidas, por lo menos hasta ahora.
El motivo de este silencio papal, además que diplomático, dejaría entrever, como lo han subrayado algunos vaticanistas, el dilema de Francisco acerca de cómo se comportara Donald Trump, que por un lado ataca a fondo la inmigración (mientras que Francisco la defiende a ultranza) y por la otra condena los métodos en favor del aborto (lo que no puede contrariar al Vaticano, al contrario).
Por lo tanto, lo más conveniente es tener paciencia en espera de ver cuales serán las futuras iniciativas de Trump, sobre todo en el ámbito de la migración. En este contexto, el probable encuentro de mayo próximo podría ser una buena ocasión para dejar bien claro cuál podrá ser el futuro de las relaciones entre Washington y el Vaticano.
Fuente: El Sol de México.