martes, 1 de noviembre de 2016

De tradición milenaria a moda comercial

El desfile del Día de Muertos en la CDMX. Foto: Alejandro Saldívar

El 7 de noviembre de 2003, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) proclamó las fiestas indígenas del Día de Muertos de México como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, por considerarlas “una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor plenitud de los grupos indígenas” del país.

El propósito de la inscripción en esa lista del patrimonio intangible fue “premiar y reconocer la importancia del patrimonio oral e intangible y la necesidad de salvaguardar y revitalizar, evaluar y hacer un inventario mundial de este patrimonio y proveerlo de medidas legales y administrativas para su protección y promover la participación de los artistas tradicionales y creadores locales para la identificación y revitalización del patrimonio intangible”.

Así lo citan documentos del desaparecido Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), ahora Secretaría de Cultura, destaca la antropóloga Maya Lorena Pérez Ruiz, investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en su ensayo “El Día de Muertos como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Los dilemas de una convención en Michoacán”.

La candidatura, describe la investigadora, se fundamentó en tres consideraciones: el origen indígena de la celebración, la incorporación de elementos del catolicismo europeo y su carácter de patrimonio nacional común a todos los mexicanos.

Se trataba también de salvaguardar a esta tradición de las “amenazas que se ciernen sobre numerosas culturas ancestrales y los vertiginosos procesos de cambio y transformación social que muchos pueblos viven en las últimas décadas”.

La especialista del INAH describe cómo a través de otras declaratorias como la gastronomía y la pirekua purépecha (además la reserva de la biosfera de la mariposa monarca, su centro histórico) se ha buscado hacer de Michoacán un atractivo turístico. Menciona incluso un cartel de la Secretaría de Turismo cuyo slogan reza: “Michoacán, el alma de México”.

Es importante recordar que los recientes carteles utilizan la imagen del cantante popular Marco Antonio Solís, “El Buki”, nacido en Ario de Rosales, y aunque no hubo imágenes, también apoyó la campaña en algún momento el recién fallecido cantautor Juan Gabriel, originario de Parácuaro, Michoacán.

Negocio de vivos

Pérez Ruiz llama la atención sobre la relación entre patrimonio, turismo e identidad, y explica las diferencias entre las tradiciones de Día de Muertos mestizas e indígenas. Y también, las distinciones con las festividades que forman parte de la oferta para el consumo turístico, que poco tienen qué ver con las fiestas de las poblaciones originarias.

“Para los indígenas michoacanos –detalla la investigadora– la ceremonia del Día de Muertos forma parte de un complejo simbólico, de origen mesoamericano, que reúne concepciones y prácticas culturales, que articulan lo humano con lo natural y lo sobrenatural o divino, y con las cuales los vivos entran en comunicación con los difuntos, los ancestros.

“Se trata de un intercambio ritual que incluye la interacción y comunicación entre los vivos –de las familias y comunidades de pertenencia–, la cual se configura como un hecho social total que incluye el conjunto de dimensiones de la vida, el mundo y el universo.”

La explotación del Día de Muertos se remonta décadas atrás. La experta cita las palabras de Catarina, una pobladora de la entidad que recuerda cuando el 2 de noviembre de 1972 se encontraron con que el gobierno del estado había colocado lámparas en el panteón “para que los turistas pudieran filmar”.

Y puntualiza:

“Esto fue el inicio de una intensa promoción turística de esta celebración indígena.”

En la página visitmichoacan.com.mx se puede encontrar ahora mismo información sobre el programa turístico para los días 1 y 2 de noviembre de este 2016 , que se espera supere los 120 mil turistas y visitantes registrados el año pasado.

En la presentación realizada hace unos días se explicó que el cartel alusivo a la Noche de Muertos, en el cual se caricaturiza a una familia pretendidamente purépecha, se dibuja un matrimonio “joven” para transmitir “que la cultura indígena del estado es próspera y conserva los usos y costumbres”.

En su texto, Pérez Ruiz describe con detalle los diferentes paquetes turísticos que se ofrecen hace tiempo en Michoacán a los que se pretende dar “seriedad cultural” con nombres en purépecha. Pero es clara al señalar que este tipo de programas no son promovidos por los depositarios de las tradiciones culturales, por lo cual no sólo se convierten en una mera contemplación por parte de quienes irrumpen como ajenos en ceremonias que deberían desarrollarse en la intimidad de familias y comunidades:

“Los beneficiarios de la noche de muertos como espectáculo son las empresas turísticas no indígenas y los comerciantes locales, indígenas y no indígenas, que se aprovechan de la ocasión para vender comida, artesanías y recuerdos, o que ofrecen hospedaje informal a los que no encontraron cupo en los hoteles de las ciudades aledañas.”

Un invento

El uso y abuso de esta tradición va más allá de lo comercial y turístico. También es promoción política.

Llama la atención que el pasado fin de semana se realizaran en la Ciudad de México algunos desfiles de catrinas y Días de Muertos que no son una tradición.

El sábado 29, con la participación del jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera –quien se cubrió la mitad del rostro con una máscara de calavera más parecida a la de Hannibal Lecter, el protagonista de la película El silencio de los inocentes– se realizó este nuevo desfile del Angel a la Independencia al Zócalo.

¿De dónde surge la idea de realizar por primera vez este evento que no existía pero apela a una tradición popular “declarada por la UNESCO”? El propio gobernante lo explicó a los medios:

De la película Spectre, de James Bond, que en medio de la controversia filmó algunas de sus escenas en esta ciudad hace un año:

“Tampoco me quiero adornar que se nos ocurrió, salió de la película de James Bond y ahora ya tenemos el desfile de Día de Muertos”, admitió Mancera.

Participó también el secretario de Cultura local, Eduardo Vázquez, y según cifras del gobierno de la ciudad se registró una asistencia de 250 mil personas. La mezcla no pudo ser más diversa: disfraces inspirados en las catrinas y calaveras de José Guadalupe Posada, vampiros, zombis, fantasmas, payasos, máscaras de políticos como Donald Trump y hasta los personajes de las escenas de la cinta de James Bond.

En la introducción del número 16 de la publicación Patrimonio Cultural y Turismo. Cuadernos, de 2006, cuyo tema es justamente “La festividad indígena dedicada a los muertos en México” y en donde se reúnen ensayos de varios especialistas (http://www.cultura.gob.mx/turismocultural/publi/Cuadernos_19_num/cuaderno16.pdf ), se indica:

“Todas las culturas desarrollan una visión sobre la muerte que les determina su propia vida y pensamiento. Las nociones de divinidades y de la cosmogonía siempre estarán acompañadas por encontrarle un sentido a la muerte. En esta diversidad de visiones, la manera en que nuestras culturas celebran el reencuentro con sus muertos se conforma como una herencia cultural que nos otorga identidad.”

El jefe de gobierno de la ciudad no tendría que buscar en una película hollywoodense –de las cuales ya hay demasiada influencia en la fiesta de Halloween– razones para copiar un desfile de muertos, en los propios barrios de la ciudad hay suficientes festividades que datan de la época precolombina:

Mixquic, Tláhuac, Xochimilco o el barrio de La Candelaria, en Coyoacán, en donde si bien muchos jóvenes han comenzado a celebrar el Halloween, tiene mayor impacto la festividad tradicional del Día de Muertos.

“La importancia que tiene la celebración del Día de Muertos constituye una forma de resistencia cultural que favorece el mantenimiento de la identidad de este pueblo, que se resiste a modificarse pese a la urbanización y a los cambios estructurales que ésta conlleva”, destaca en dicho Cuaderno la investigadora Isabel Lagarriga Attias.

Así es la fiesta tradicional en muchas comunidades del país: resultado de una resistencia cultural frente al desbordado comercio.

Fuente: Proceso|  JUDITH AMADOR TELLO