Para ellas, producir tabiques implica un doble de esfuerzo en comparación con los hombres, pues además de tener jornadas de trabajo extenuantes, que inician en la madrugada, deben cuidar de sus hijos .
DURANGO.La mujer es capaz de producir el doble de ladrillo que el hombre. Somos amas de casa y somos quienes sacamos a los hijos adelante”, dice Demetria Rubio, una mujer que durante 20 años se ha dedicado a la producción de tabique, y que hace siete tuvo que negociar con la autoridad municipal para desarrollar esa actividad fuera de la periferia de la ciudad.
A más de dos décadas de distancia, Demetria, de 57 años, recuerda cómo la elaboración de ladrillos le permitió dar estudios, sola, a sus siete hijos, quienes lograron concluir una licenciatura.
Dedicarse a este oficio implica un esfuerzo mayor: hay que levantarse a las cuatro de la mañana para iniciar con la quema del ladrillo en los obradores, en los que únicamente se utiliza leña, relata Demetria al recorrer el Parque Industrial Ladrillo, sitio donde vive desde que el ayuntamiento le pidió a ella y a más de 100 obradores que salieran de la ciudad por la contaminación que se generaba en la mancha urbana.
En este parque no hay calles pavimentadas, sólo humo que sale de los obradores. La mayoría de las casas, paradójicamente, son de adobe y es común observar cómo las mujeres y los niños apoyan a los jefes de familia en la elaboración ladrillo. Ellos se meten sin zapatos a una mezcla de tierra y de lodo para fabricar los tabiques.
Demetria, mientras tanto, narra el esfuerzo que tiene que hacer una mujer para elaborar un ladrillo, y que es doble si se compara con el del varón, y no porque ellas no se estén capacitadas para hacerlo, sino porque además de trabajar en este oficio se tienen que hacer cargo del hogar y de los hijos, quienes en muchas de las ocasiones también elaboran tabiques.
Nemes, como la nombran las personas que forman parte de la cooperativa que ella preside dentro del Parque Industrial Ladrillero, comenta cómo las mujeres que viven en el lugar producen el doble de ladrillo: “Los hombres elaboran 500 en las quemas que se realizan por lo general dos veces por semana y sus esposas producen lo doble, es decir, un millar”.
Se trata de un oficio en el que queda de manifiesto la inequidad entre hombres y mujeres, y es algo con lo que se tiene que luchar, refiere la mujer de estatura media y tez blanca, quien recuerda cómo desde los ocho años tuvo que trabajar en diferentes actividades para ayudar a su familia que vivía en uno de los municipios más apartados de Durango: Canelas.
La mujer recuerda con nostalgia cómo a los 15 años de edad trabajó como instructora comunitaria en este lugar y el orgullo que para ella representó el poder enseñar a los niños de la región serrana de Durango a leer y a escribir.
Además, rememora haber participado en la fundación de un jardín de niños, al que actualmente acuden los menores a recibir su educación inicial.
Carencias de un oficio
Un tema que está pendiente para Demetria Rubio y que representa una de sus principales preocupaciones es el relacionado al Parque Industrial Ladrillero, sitio en donde se sufre de falta de atención y en donde existen muchas carencias.
Pero Demetria no pierde de vista que el trabajo en la ladrillera tiene que ser parejo, que los hombres produzcan lo mismo que sus esposas, pues es mayor el esfuerzo que ellas realizan diariamente.
Son las mujeres de diferentes edades quienes trabajan en este sitio y las que se levantan antes de que amanezca para iniciar con la jornada laboral. Esto para ella representa un segundo reto.
Desde hace siete años, Demetria Rubio vive en el parque, después de haber aceptado que se efectuara una reubicación en este predio, y aunque no son las mejores condiciones para vivir, este es su hogar, el sitio donde se siente satisfecha, donde puede tener contacto con la gente y en donde sabe cubrir sus necesidades básicas.
Este parque nada tiene de industrial. Las condiciones en que viven los obrajeros son muy precarias, pues tan sólo para llegar a este punto hay que salir de la ciudad.
Si bien se cuenta con servicios básicos, las ventas de ladrillo no repuntan y no hay mercado para este producto. Tampoco hay apoyo del gobierno municipal para la adquisición de este material de construcción.
En este momento lo que más le preocupa a Demetria son las promesas que se les hicieron por parte de las autoridades y que nunca se cumplieron, y que prácticamente mantienen a los trabajadores en el olvido.
Existe falta de atención al gremio de obrajeros, lo que se refleja en sus familias y principalmente en los niños que habitan en este sitio —alrededor de 70—, quienes diariamente salen del lugar para trasladarse a la escuela de la comunidad de Pino Suárez.
Consciente de que la realización de alguna actividad económica es muy importante para el desarrollo de las nuevas generaciones, Demetria Rubio no declinará a vivir de esta actividad.
La única vez que hizo un alto en su trabajo fue hace 10 años, cuando sufrió un accidente automovilístico que casi le cuesta la vida. Fueron días difíciles en los que estuvo postrada en una cama y posteriormente atada a una silla de ruedas.
La rehabilitación fue muy lenta, pero esta mujer nunca perdió la fe en que saldría adelante, aun cuando se tuvo que someter a varias cirugías por la gravedad de las lesiones en el rostro y en la cabeza que presentó tras el incidente.
Demetria evoca cómo sus hijos las ayudaron a trasladarse a diferentes lugares, pero esta amarga experiencia no fue suficiente para detenerla en su tarea.
Para ella la vida no ha sido para nada sencilla, pues al quedarse sola con sus hijos buscó la manera de que contaran con los necesario. El trabajo que tuvo que realizar fue mayor, pero ella nunca dejó que la adversidad la derrotara.
Demetria Rubio es una mujer que no dejará de trabajar en lo que ha hecho tanto tiempo, aun cuando signifique sacrificar tiempo para atender su aspecto personal.
Ella tiene muy claro que lo principal serán siempre sus hijos, a quienes les ha dedicado su mejor esfuerzo.
Fuente: El Universal