jueves, 15 de marzo de 2018

Nuestro día cero: el agua en CDMX

En cuatro meses llegará el día cero. El gobierno ordenará el cierre de millones de grifos. La emergencia irrumpió entre la indolencia y la incredulidad. No hay agua.
#Aguasconlaprivatización Ley Pichardo quiere privatizar el agua


El volumen de agua que se extrae o se traslada a la urbe es insuficiente para satisfacer siquiera los requerimientos mínimos de la población. Los mantos acuíferos se encuentran en los niveles históricos más bajos. Se secan irremediablemente.
A partir del día cero, el gobierno racionará el agua a los pobladores de la ciudad a 25 litros por habitante.
Una persona gasta al día nueve litros de agua tan sólo en jalar la cadena del retrete, en tanto que un baño rápido consume 20 litros. Además, se requieren cuatro litros diarios para beber y cocinar, y algo más para la higiene personal. Por lo tanto, la ración de agua decretada para cada habitante de la ciudad es insuficiente y el momento, crítico.
Se avecina una situación caótica. En las semanas por venir y en las posteriores al día cero, uno de cada cuatro habitantes abandonará la ciudad. La economía comenzará a colapsar. El turismo se alejará. La industria y los patrimonios inmobiliarios se derrumbarán.
Todo este panorama casi apocalíptico no es ficción. Es real. Pero afortunadamente no en Ciudad de México… no todavía.
El escenario antes descrito ha comenzado a vivirse en Ciudad del Cabo, la urbe más austral de África, convertida en la primera del mundo actual en secarse. Su fatídico día cero tiene fecha: 9 de julio.
Aquí, en Ciudad de México, el problema no ha alcanzado esos niveles de desabasto, pero el panorama no deja de ser preocupante: desconocemos a ciencia cierta la gravedad del problema y qué tan lejos estamos del punto de quiebre.
Las versiones oficiales más optimistas aseguran que Ciudad de México tiene garantizado el abasto de agua para los próximos 40 años. Pero no todos piensan así. Ramón Aguirre, titular del Sistema de Aguas de la ciudad, reconoce la urgencia y afirma que vivimos al límite.
El manejo del agua en Ciudad de México ha sido históricamente, por decir lo menos, irresponsable. Se calcula que entre 30 y 50 por ciento del agua para abastecimiento público es desperdiciada en fugas y en robos a través de tomas ilegales.
Joel Carrillo, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, sostiene que no hay información confiable, que se desconoce el número de pozos que hay en la ciudad y las cantidades que se extraen.
El investigador universitario estima que la cantidad de agua derivada del Cutzamala no representa siquiera las pérdidas por filtraciones en tuberías, tinacos y tomas clandestinas de los huachicoleros del agua, que la roban en pipas para venderla en las zonas donde las tuberías no llegan.
Cientos de miles de habitantes de la capital del país sobreviven desde hace décadas a su día cero. En las colonias marginadas, como las del oriente de la ciudad, particularmente en la delegación Iztapalapa, la ausencia del agua es parte de su cotidianidad. Y al parecer así seguirán. No existen ni los recursos ni la voluntad para resolver el problema.
La escasez de agua se hace visible en los medios de comunicación sólo cuando se politiza, es decir, cuando las protestas afectan los intereses de sectores mejor acomodados de la sociedad. Muestra de ello son las recientes movilizaciones y bloqueos viales de grupos de colonos en protesta por el supuesto sabotaje de cierre de válvulas que dejó sin agua a varias colonias de la ciudad.
En Ciudad del Cabo, los capenses se lamentan de haber sido omisos ante las primeras señales de la emergencia. De haber actuado a tiempo y bien, admiten, la situación sería diferente.
Nosotros sabemos de eso. La indolencia en los años setenta nos llevó a una situación de emergencia ambiental en la década siguiente. Lo mismo ocurrió con el narcotráfico a principios de los noventa y hoy continuamos pagando las consecuencias.
No sabemos en cuánto tiempo, pero el encontronazo con nuestro propio día cero parece inevitable. La inconsciencia colectiva, la sobrexplotación de acuíferos, la falta de mantenimiento a la red hidráulica y la explosión inmobiliaria que hoy padecemos, seguramente lo anticipará.
Sonarán las alarmas. Se alzarán las voces cuando el racionamiento del agua alcance a colonias como la Roma, la Condesa o Polanco. Y será entonces cuando reclamaremos todos, el derecho de todos al agua.
Fuente: La Jornada, Néstor Martínez Cristo