Los barones bancarios que operan en México –trasnacionales la mayoría de ellos– están nerviosos, y no es para menos: lo suyo es el cochinero en secreto, los negocios turbios bajo la mesa, la silenciosa connivencia con el poder político para concretar pingües negocios, la política del nadie supo, nadie sabe, ni lo sabrá. Ese estilo de hacer las cosas les ha resultado más que redituable (más de 40 mil millones de dólares en utilidades netas a lo largo de la última década dan cuenta de ello). Pero algo falló –se descuidaron o se confiaron–, y en semanas recientes su fructífero accionar ha sido ventilado públicamente, y su larga mano aparece metida hasta el fondo en el reciente proceso electoral. No es que sea novedad, porque de siempre ha sido un secreto a voces, pero ahora ha trascendido la esfera de la intimidad en la que están acostumbrados a moverse como peces en el agua.
En las pasadas semanas se ha ido documentando la decidida participación de distintas entidades bancarias en el proceso electoral (el mismo que desde el IFE se presume como ejemplar, pero que en los hechos arroja un saldo de fétido olor), la cual va desde el manejo oscuro de recursos ídem para la compra de votos y el pago de operadores para favorecer a un candidato copetón (el mismo que seleccionaron los barones para seguir haciendo grandes negocios en este paradisíaco país) hasta el trasiego de voluminosas cantidades de dinero disfrazadas de cuentas gubernamentales con el mismo fin. Por si fuera poco, una trasnacional financiera, HSBC, fue desnudada en público (allá, no aquí) por el multimillonario lavado de dinero (aquí y allá) en beneficio del crimen organizado, justo en el sexenio que, según dice el inquilino de Los Pinos, lo combate decididamente y con excelentes resultados.
Su nerviosismo, pues, no es porque su negocio camine mal (por el contrario, éste es oro molido en su paraíso mexicano), sino porque sus prácticas –un secreto a voces– ahora son ventiladas y documentadas públicamente, algo opuesto a su tradicional estilo de hacer las cosas y concretar negocios con el poder político. El sistema financiero que opera en el país ha sido develado como uno de los principales protagonistas en las elecciones de 2012. Y no es que este sea su estreno en este tipo de menesteres, pero sí la primera vez en que con pelos y señales se demuestra hasta dónde llega su larga mano. Confiados (para ellos, este país de la impunidad es miel sobre hojuelas) , los barones aflojaron sus controles, y de repente por aquí y por allá brotan sus tejes y manejes para hacer negocios y para apoyar al candidato por ellos seleccionado para seguir operando sin mayores complicaciones. Y lo de siempre: ¿dónde estaba la presunta autoridad encargada de regular y vigilar el sano y legal comportamiento de los intermediarios financieros?
Los mexicanos ya fueron enterados de cómo y quién lava multimillonarias cantidades de dinero propiedad del crimen organizado; también del voluminoso trasiego de dinero para la compra de votos, mediante el uso de tarjetas prepagadas, y de la triangulación de recursos para afianzar el rotundo triunfo del candidato de la continuidad. Lo que todavía no saben, ni sabrán, es dónde estaba la siempre vigilante autoridad que nunca se enteró (versión oficial) de estos tejes y manejes rotundamente violatorios de todo tipo de leyes.
Hasta ahora han sido desnudadas en público instituciones financieras como Mifel, Monex, Scotiabank, Bancomer y HSBC (Soriana es aparte, porque no pertenece al circuito de los barones del dinero), y las que se sumen en los próximos días, en el entendido de que a estos señores les vale una pura y dos con sal aquellos de las ideas, los proyectos de nación, las propuestas para un lograr un México mejor, pues lo que les importa es quién les garantiza más negocios y, sobre todo, impunidad, y en este sentido –hay que reconocerlo– escogieron bien, porque para todas sus pretensiones el candidato de la estrellas es el indicado, algo que desde luego no encaja en la tan cacareada democracia electoral mexicana, pero que les funciona de maravilla.
Ya en 2006 tuvieron oportunidad de afinar sus prácticas, pues cuando en el proceso electoral de aquel año se dieron cuenta que el candidato por ellos seleccionado de plano no daba el ancho y se desinflaba días tras días (el chaparro, pelón y de lentes, según descripción de Manuel Espino entonces presidente del PAN), abrieron la cartera y a golpe de billetazos intervinieron decididamente para no perder los negocios que habían previsto para los siguientes seis años, en el entendido de que ética y banca son antónimos. Entonces, si el abanderado por ellos elegido no da el ancho, se aporta más dinero, se utilizan otras técnicas para su trasiego, se le mete helio por donde quepa, y Presidencia garantizada. Les funcionó, sin duda, pero el problema es que ahora los cacharon.
Sería deseable que ante el cúmulo de pruebas y denuncias presentadas sobre los tejes y manejes financieros en el reciente proceso electoral, la autoridad respectiva rápidamente saliera a dar una detallada explicación de lo sucedido, pero su espeso silencio se suma al de otras ejemplares instancias que de plano ya no saben dónde esconder tanta basura, porque la alfombra está saturada. Como bien dice el peje candidato: los datos presentados demuestran que el PRI y Peña Nieto utilizaron miles de millones de pesos, ríos de dinero para tratar de comprar la Presidencia de la República. La verdad se está abriendo paso y todo está quedando al descubierto, porque cada vez hay más evidencias de las irregularidades cometidas.
Y si de espesos silencios se trata, allí está el del pollito copetón celosamente protegido entre algodones por tres quemados gallos tricolores, quienes también tienen su historia. En fin, los barones del dinero hasta en la sopa, sin que nadie les ponga un hasta aquí.
Las rebanadas del pastel
Si de aberraciones se trata, a punto está el segundo aniversario de que Mexicana de Aviación clavó el pico y sus 8 mil 500 trabajadores perdieron el empleo, y nada ni nadie ha hecho posible que la aerolínea retome el vuelo y los trabajadores su chamba. Eso sí, el gobierno calderonista ha mantenido impune al responsable de todo esto (Gastón Azcárraga) y ha hecho hasta lo impensable para evitar que la situación se corrija para que la empresa salga adelante. Como bien lo comentaron por allí: del erario utilizarán 750 millones de dólares para adquirir un nuevo cuan ostentoso avión para el inquilino de Los Pinos, pero ni un peso para que 8 mil 500 familias recuperen su ingreso.
Fuente: La Jornada