miércoles, 8 de agosto de 2012

Beltrones y Gamboa. Compartir poderes. Peña, insuficiente. AMLO reitera

Poco ayuda en lo personal a Enrique Peña Nieto allanarse a los poderes políticos (televisoras, Salinas de Gortari, empresarios y nomenclatura priísta, entre otros) que están en ruta de instalar como coordinadores de las bancadas priístas en San Lázaro y en el Senado a dos pesados personajes que le superan en experiencia, habilidad, relaciones, marrullería y algo más. Como proyecto que le trasciende (presidencia fachada), gana operadores para enfrentar el largo trecho rumbo a la toma de posesión y para conseguir una gobernabilidad basada en cuotas, pero políticamente se muestra insuficiente, entrampado, condicionado.

Reducido de golpe a una condición casi igualitaria (como si de pronto se hubiese declarado una república priísta con división de poderes, al menos entre Ejecutivo y Legislativo) y confesamente falto de cuadros propios para llenar tan delicados casilleros que el faraonismo de tres colores ocupó en otros sexenios incluso con personajes menores (pero ejemplarmente alineados con el presidente en turno), el aéreamente apesadumbrado Peña Nieto ve llegar al reparto de cuotas a Manlio Fabio Beltrones Rivera, el sonorense que sin estridencias le regateó la postulación presidencial, y a Emilio Gamboa Patrón, el habilidoso yucateco ahora reciclado, poseedores ambos de un capital político fundado en los claroscuros del sistema y en el entendimiento con los factores más densos de éste.

Una pareja de esas características (BelGa) desmonta las pretensiones de autoritarismo individual (aunque las transfiere a otras instancias, igual de nefastas) que Peña Nieto había prefigurado a partir de la presunta popularidad arrolladora que él suponía se traduciría en una votación con apabullante distancia respecto al segundo lugar. Es como si, de pronto, una máquina revolucionaria e institucional diera marcha atrás en el tiempo y redistribuyera las porciones de poder que Peña Nieto y los suyos creían predeterminadas solamente para ellos, los miembros del Club Atlacomulco Feliz.

Quique presidirá (si el tiempo y la autoridad así lo deciden próximamente), pero no gobernará a plenitud. Allí estarán, juntos pero no revueltos, apoyando pero también apoyándose, MFB y EGP, compadres históricos que suelen jugar en bandas distintas que luego acercan para quedar siempre en buenas condiciones operativas, depositarios de las claves para operar el entramado del Congreso de la Unión que Felipe Calderón no pudo echar a andar con sus proyectos de reformas estructurales y que Peña Nieto tampoco podrá activar si no es mediante el acuerdo político con sus adversarios pertenecientes a otros partidos y con sus fortalecidas contrapartes internas: un poco como si la ironía de la política quitara al mexiquense una parte de la presidencia expandida que soñó con ejercer y se la entregara al sonorense que el 30 de este mes cumplirá 60 años pero no por ello jubila sus aspiraciones presidenciales aunque tan lejos parezca el 2018.

La aceptación de Manlio y Emilio como jefes legislativos (si finalmente se cumplen las fortísimas versiones en ese sentido) significa también una devaluación del equipo cercano de Peña Nieto, en especial de quien hasta ahora era considerado un todopoderoso personaje, Luis Videgaray, tecnócrata de la escuela de Pedro Aspe a quien las circunstancias encumbraron provisionalmente como estratega político. Jesús Murillo Karam tampoco fue usado por su jefe en turno, Peña Nieto, para intentar el bloqueo de la cantada búsqueda del control camaral por parte de Beltrones. Es de suponerse que fue reservado para labores en el gabinete enriquista, al igual que Miguel Ángel Osorio Chong, el otro ex gobernador hidalguense al que algunos miembros de la élite encopetada responsabilizan de haber tomado decisiones que desembocaron en los escándalos Monex, Soriana y conexos.

Estas cesiones y concesiones del atribulado EPN tienen como referente que en términos numéricos la diferencia en los comicios presidenciales parecería abismal (más de tres millones de votos), pero no lo es en términos estrictamente políticos: el candidato priísta invirtió una descomunal cantidad de recursos y obligó a sus patrocinadores (sobre todo a Televisa) a realizar un esfuerzo desgastante y revelador que, a fin de cuentas, significó una victoria electoral en primera instancia (con el IFE, Calderón y Vázquez Mota expresamente coaligados para favorecer al priísta) que casi nadie festeja y que muchos impugnan, en una especie de alquimismo de élites que a pesar del enorme gasto y el terrible cinismo desembocó en una especie de 0.56 por ciento copeteado, en otro resultado legalmente impuesto (ayer, por el IFE; en días próximos, por el tribunal electoral) pero políticamente teñido de ilegitimidad.

Astillas

El PRI, Peña Nieto y el tribunal electoral tienen la oportunidad de oro de jugar en lo que resta de la presente semana su final añorada: la declaratoria de presidente electo mientras la atención nacional está concentrada en Wembley, con mexicanos y brasileños en busca del máximo honor futbolero olímpico... Ayer, Andrés Manuel López Obrador ofreció una conferencia de prensa para reseñar las pruebas de fraude electoral que ha ido recabando, y añadió documentos, plásticos y testimonios al expediente que los magistrados enriquistas tienen resuelto a favor de su candidato desde antes de que se comenzara a integrar. A la hora de cerrar esta columna, mientras AMLO respondía preguntas de reporteros, todo parecía ser reiterativo, como si no hubiera suficientes evidencias de que el camino de la impugnación legal está ya determinado… Y, mientras Felipe Calderón, el candidato a presidente a trasmano del PAN, demostraba que cantar es otra de las cosas que no sabe hacer bien, ¡hasta mañana, en esta columna que escucha al ministro de la Corte, José Ramón Cossío, señalar la condición anticonstitucional del uso de militares en las calles, para el cumplimiento de tareas de seguridad pública!




Fuente: La Jornada