Orondo, el inquilino de Los Pinos presume por doquier que el país no tiene problemas con la deuda pública, porque para eso acumula reservas internacionales. Miles de millones de dólares que permanecen intactos, improductivos, en espera de enfrentar algún cataclismo económico-financiero de los no pocos que últimamente se registran (un año sí y el siguiente también). Es más, dice el susodicho, hoy tenemos dos y media veces más dólares de reserva en el Banco de México que toda la deuda externa del gobierno mexicano. Más del doble”. Es decir, no sólo alcanza, sino que sobra, según él.
Es de suponer que la pretensión de tal mensaje no es, ni lejanamente, tomarle el pelo a la mexicanada, sino inyectar confianza, certeza, a quienes sobreviven en el país de los discursos. El viernes pasado el monto de las reservas internacionales de México ascendió a 141 mil 304 millones de dólares. A esa suma el inquilino de Los Pinos alegremente incorporó 72 mil millones de billetes verdes que, según él, formarían parte de esas mismas reservas, aunque en realidad corresponden a una línea de crédito palomeada por el Fondo Monetario Internacional, para casos de emergencia, de tal suerte que sólo la primera de las cantidades citadas es la buena, la cual, dicho sea de paso, no es nada despreciable.
El punto es si el susodicho tiene razón cuando afirma y celebra que las reservas internacionales de México “representan dos y media veces la deuda externa del gobierno mexicano. Más del doble”. Pues bien, el inquilino de Los Pinos casi casi hizo bien la cuenta, aunque como siempre de forma parcial. Lo anterior, porque, según la estadística de la Secretaría de Hacienda, tales reservas alcanzarían para cubrir 2.3 el débito externo acumulado del gobierno federal (cifras al tercer trimestre de 2011, cuando se aproximó a 60 mil millones de dólares). El problema es que la deuda externa del país no se limita a la reconocida por el gobierno federal, sino a la de todo el sector público federal, pues el dinero para pagarla sale del mismo sitio, es decir, los bolsillos de los mexicanos. Y al hacer la cuenta completa, el discurso de Felipe Calderón tiene el mismo peso real que los relativos al empleo, al “crecimiento sostenido” y a tantas otras maravillas de saliva.
En ese sentido, el saldo de la deuda externa total del sector público federal (que incluye la del propio gobierno federal, más la de los organismos y empresas controladas y la de la banca de desarrollo) en igual periodo (cierre del tercer trimestre de 2011) ascendió a casi 112 mil millones de dólares, de tal suerte que las reservas internacionales ya sólo representan 1.2 veces dicho saldo, y no 2.5 tantos como presume el inquilino de Los Pinos. El gobierno mexicano podría pagar el débito externo total con un solo cheque (sin considerar lo que se acumule en el último trimestre del presente año, porque el ritmo de endeudamiento público es bastante ágil), aunque dejaría al país totalmente desprotegido para otros menesteres prioritarios, con lo que la citada presunción del multicitado personaje no trasciende, casualmente, el discurso.
Lo anterior por lo que toca al débito externo. Por el lado de la deuda interna, si el inquilino de Los Pinos se aventara la puntada de que se pagaría con las reservas internacionales, pues no pasaría de un mal chiste, porque en este renglón el monto acumulado es mucho mayor que el anteriormente citado. El gobierno federal (ámbito al que Calderón restringe el tema de la deuda) reporta saldo de 3 billones 200 mil millones de pesos (algo así como 240 mil millones de dólares), por lo que si se suman deudas interna y externa el monto sería cercano a 300 mil millones de billetes verdes, o si se prefiere 2.1 veces el saldo de las reservas internacionales.
Lo anterior sólo para el caso del débito total del gobierno federal. Considerando íntegramente al sector público federal, siempre con las cifras de la Secretaría de Hacienda, el saldo total de la deuda, al cierre del tercer trimestre de 2011, asciende a 4.6 billones de pesos, cerca de 350 mil millones de dólares, 2.5 veces más que las reservas internacionales. Entonces, no es tan sencillo como lo de forma triunfalista los presenta el inquilino de Los Pinos.
La citada es ya una cantidad más que respetable, pero la Cámara de Diputados contribuye para esclarecer el alcance del discurso calderonista: el saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público (SHRFSP) permite un mejor análisis sobre la deuda pública del país, pues este concepto comprende la deuda ampliada y total del sector público presupuestario. Agrupa la deuda pública neta presupuestaria y la deuda pública no presupuestaria; ésta última integrada por los pasivos netos del Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB-Fobaproa), del Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin), los asociados a los proyectos de infraestructura productiva con impacto diferido en el registro del gasto (Pidiregas), así como por los programas de apoyo a deudores, y la pérdida esperada de la banca de desarrollo y de los fondos de fomento. Incorporado todo ello, al tercer trimestre de 2011 el SHRFSP totalizó casi 5.2 billones de pesos (casi tres veces las reservas internacionales), equivalentes a 35.8 por ciento del PIB. Del porcentaje anterior, 25.8 por ciento correspondió al componente de financiamiento interno y 10 por ciento a los requerimientos de financiamiento externos. Y falta por considerar el último trimestre de 2011 y todo 2012.
Para finalizar, hay que incluir el costo financiero de la deuda del sector público presupuestario, el cual, al tercer trimestre de 2011, ascendió a 168 mil 257 millones de pesos (algo así como 12 mil 500 millones de dólares), erogados por pago de intereses, comisiones y gastos del débito público presupuestario. Entonces, considerada en su exacta dimensión, la realidad de la deuda pública federal es mucho más agria que la acaramelada presunción del inquilino de Los Pinos.
Las rebanadas del pastel
Más que asesores de imagen, más que expertos en guerra sucia, más que genios de la propaganda y las campañas mediáticas, más que eminencias de las encuestas y la estadística, lo que urgentemente requieren todos los precandidatos a la Presidencia de la República es incorporar a sus respectivos equipos de campaña a un bodeguero de la Central de Abasto, un cobrador de precios y tarifas del sector público y a muchos mexicanos de a pie, porque todos han demostrado una ignorancia supina de la cotidiana realidad que padecen los habitantes de este país, a los que pretenden gobernar.