El desánimo. Enrique Peña Nieto ha dado el último Grito de Independencia de su Historia y pedido vivas ante un Zócalo que aún tenía espacio a la hora de su aparición, las 11 de la noche.
En traje oscuro, como acostumbró durante el Gobierno, ha ondeado por última vez la bandera nacional. Su esposa, Angélica Rivera, eligió un vestido rojo y largo. “¡Gaviotaaaa!” – reventó un hombre. Y todo volvió a la normalidad de noche de 15 de septiembre en México. Al iniciar los juegos pirotécnicos, la familia -los seis hijos de uno y otro- aparecieron en el balcón presidencial. Retumbó en esta plancha un popurrí que arrancó con El Cielito Lindo y siguó con “Si nos dejan” de José Alfredo. “¡Adiós!” – gritó una mujer. Ya había soñado Luis Miguel en los altavoces con su “México en la piel”.
Todo ha acabado. Ni siquiera hubo abucheos o rechiflas o protestas. Los mexicanos que acudieron a la convocatoria, le han dado la espalda al Palacio Nacional y toman sus caminos. Un ejército de mujeres de limpia de de la empresa Jopran ha empezado a barrer. Ahí, donde apenas hace una hora Emanuel y Mijares animaron con sus canciones de los 80, se ha apagado la luz.
Así fue la última vez entre Enrique Peña Nieto y el Centro Histórico de la capital del país que gobernó de 2012 a 2018.
En seis años, el Centro Histórico de la capital del país y Enrique Peña Nieto, Presidente de México, jamás se llevaron bien. Cada vez que se asomó al balcón presidencial y gritó: ¡Viva México! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria! la rechifla y el abucheo fueron la arenga. Este punto de México, pulso de la política nacional, fue el espejo donde el Primer Mandatario con la más baja aprobación de la Historia, de apenas diez puntos en los peores momentos, se vio obligado a reflejarse.
Lo quisiera o no.
Porque desde 2013, en su primer año de Gobierno, 40 mil maestros rurales de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación instalaron un campamento en contra de la Reforma Educativa, la primera de las cinco que impulsó.
Porque un año después, miles de gargantas le reclamaron la aparición de 43 normalistas perdidos en una carretera de Iguala, Guerrero.
Porque cuando las manifestaciones se dispersaban, tras ellas, quedaba la frase en letras blancas: “Fue el Estado”.
Porque borraban la leyenda, con chorros de agua y volvía a aparecer.
Porque aquí le gritaban sin cesar “¡Renuncia EPN!” tras conocerse el affair de corrupción de La Casa Blanca, la mansión en la que vive con su familia.
Porque en 2015, The Mexican Moment había sido un sueño.
Porque la prensa internacional le increpaba sus silencios por esas muertos que se le acumularon.
Porque las tragedias de Tanhuato y Tlatlaya ocurrieron aunque él nunca las mencionó.
Porque la revista “Time” le preguntó: “¿Saving México?”
Porque en 2015, le apareció ante los ojos un letrero pintado sobre camisetas blancas que decía: “Peña Asesino”.
Porque en 2016 a su Grito de festejo lo presidió una marcha de repudio.
Porque en 2017, esta plaza de la Constitución, ya no se llenó para la fiesta de Independencia.
Porque era Peña Nieto, una figura que dio pie a una industria de memes en las redes sociales, con sus lapsus como ese de “estamos a un minuto de aterrizar. A menos: yo creo que como a cinco …” cuando se dirigía a la tierra más afectados por los sismos del 7,19 y 23 de septiembre de 2017.
Porque cada año, fueron peores la rechifla, los gritos en su contra y el desánimo.
Porque de las gargantas salían: “¡Fuera Peña!” y muchos “¡Nos faltan 43!” y “¡Renuncia!”
Fuente: Sin Embargo