Indígenas, comuneros, campesinos y colonos se manifestaron ayer en Guerrero, Michoacán, Oaxaca, el estado de México y Colima con marchas, bloqueos y plantones para exigir a las autoridades de sus respectivas entidades solución a diversas demandas.
En Chilpancingo, Guerrero, unos 300 indígenas nahuas provenientes de 18 comunidades de los municipios de Chilapa y José Joaquín de Herrera, en la Montaña baja, marcharon para protestar por el incumplimiento de obras.
Aseguraron que el subsecretario de Asuntos Políticos del gobierno estatal, Martín Maldonado, prometió primarias bilingües, carreteras y clínicas, así como pavimentación de calles, lo que no ha cumplido.
En Morelia, Michoacán, habitantes de la comunidad purépecha de Arantepacua, municipio de Nahuatzen, se plantaron frente a la procuraduría estatal para pedir una agencia del Ministerio Público en su localidad a fin de interponer 300 denuncias penales por los hechos del 5 de abril, cuando cuatro comuneros murieron en un supuesto enfrentamiento con la policía.
Justino Soria, presidente suplente de bienes comunales de Arantepacua, detalló que las querellas son por daños a casas y vehículos y robo, entre otros.
En Salina Cruz, Oaxaca, más de un centenar de vecinos de diversas colonias se apostaron en el acceso principal de la refinería de Petróleos Mexicanos Antonio Dovalí Jaime para exigir a la empresa indemnizaciones por la explosión ocurrida el 14 de junio.
En Atizapán de Zaragoza, estado de México, cerca de 400 vecinos marcharon hacia el palacio municipal para exigir a la Comisión Federal de Electricidad cancelar la instalación de postes, cables y medidores en sus comunidades, La semana pasada vecinos de la colonia UAM fueron replegados por la policía al oponerse por la instalación de infraestructura para el sistema de prepago.
En la capital de Colima, decenas de campesinos cerraron las calles cercanas al Congreso local con tractores y otros vehículos para exigir la renuncia del secretario de Gobierno, Arnoldo Ochoa, a quien acusaron de despojarlos de un predio rústico.
Fuente: La Jornada