Solamente en un país sumido en la tragicomedia política es posible que se dé un pomposo banderazo de salida a una presunta reforma educativa cuyos dos principales participantes se acusan mutuamente de ser ignorantes de la materia que los congrega y les confronta. Primero fue el sindicato magisterial el que deploró la ignorancia del secretario de educación pública, Emilio Chuayffet, a quien echó en cara no entender a plenitud los asuntos bajo su responsabilidad y desconocer la esencia del sistema educativo. Ayer, en respuesta y teniendo como testigo y sostén al propio Enrique Peña Nieto, el secretario Chuayffet devolvió la acusación y la enriqueció con pretensiones de profundidad retórica, pues dijo que contra la mencionada reforma se producen rumores falsos por la ignorancia cuando no por la mala fe y que hay quienes izan por intereses particulares las banderas de la confusión.
El choque entre dinosaurios no sólo proviene de unos insólitos aires renovadores del peñismo, que están por ser demostrados, sino de reyertas grupales cuyas facturas están siendo trasladadas al ámbito reformador. Chuayffet sostiene una añeja confrontación con la cacica del profesorado nacional, Elba Esther Gordillo, sobre todo a partir del episodio de la cámara de diputados en la que la entonces secretaria general del PRI apoyó las intenciones foxistas de ampliar la tasa del IVA (ironías de la historia, lo que ahora promueve como panacea ese priísmo entonces opositor) y entró en confrontación con Roberto Madrazo y con el directivo camaral que ahora fue puesto al frente de la SEP, justamente para enviar a Gordillo una inequívoca señal de guerra. El propio Peña empujó o permitió una ruptura en tiempos electorales que llevó por su lado al Partido Nueva Alianza, bautizado en esta columna como Panal, y por otro al PRI, a un divorcio apenas disimulado cuyas consecuencias sigue pagando la mencionada profesora.
Y, sin embargo, se proclama como histórico y muy noble lo que en el fondo es un pataleo entre practicantes de los mismos vicios (Gordillo le dijo a Adela Micha, en una interesante y reveladora entrevista televisada http://goo.gl/EauLF que había entrado al poder sindical por el excusado, pero que saldría por la puerta grande). Gordillo ya no resultó funcional a los planes de rediseño político que cumple Enrique Peña Nieto y hoy se vive un forcejeo disfrazado de buenas intenciones. La profesora resiste y amaga con morir como guerrera (ya lo dijo en su famoso epitafio adelantado), pero tampoco parece dispuesta a comer lumbre, lo que alienta las versiones de que hay una suerte de pleito arreglado o una especie de transición sin dolor, en la que Gordillo cumpliría su ciclo de poder.
A Gordillo, Carlos Salinas la impuso como lideresa en su primera presidencia (1988-1994), desplazando sin consideraciones a Carlos Jonguitud Barrios, y hoy el neosalinismo la hace a un lado, en busca de un liderazgo más afin a los nuevos planes, que entre otras cosas incluyen la cesión de buena parte del negocio educativo a intereses particulares entre los que destaca Televisa, el consorcio que significativamente no está en guerra de pantallas contra el peñismo, a causa de la otra reforma venidera, la de las telecomunicaciones, porque las pérdidas en el negocio declinante de la televisión abierta le serán compensadas en otras áreas, entre ellas la de la telefonía (en un intercambio de novedades con Carlos Slim, quien a su vez entrará a esa televisión abierta), y la de la educación al ritmo de Mexicanos Primero, el instrumento de golpeteo de esos empresarios contra la escuela pública a la que caracterizaron mediante el documental De panzazo para posicionarse como presuntos salvadores corporativos rumbo a la privatización educativa.
El júbilo del priísmo y de Peña Nieto ante su primera reforma importante fue parcialmente compartido por quien funge como aliado explícito desde el flanco panista, Gustavo Madero. Designado primer presidente rotativo del Pacto por México, el chihuahuense alabó lo logrado en cuanto a propuestas educativas, pero advirtió que los logros en general son menores a lo previsto. Encarrerado, exigió a las diversas fuerzas públicas que no permitan el naufragio de la segunda reforma en agenda, la de las telecomunicaciones. Según eso, hay intereses particulares poderosos que pretenden colocarse por encima del interés nacional.
La zanahoria de los cambios posibles fue usada por los estrategas (con el oaxaqueño José Murat como eje) para conformar lo que acabó siendo la llave maestra de Peña Nieto para instalarse en el poder sin ruido ni protestas (otra parte de ese silenciamiento fue la asignación de cuotas gubernamentales estatales a opositores y aliados electorales, según el caso). Las directivas formales del PAN y el PRD fueron sentadas bajo el mando político de Peña Nieto, en ceremonias públicas, con la promesa (y excusa, para los opositores firmantes) de que la voluntad política reformista del mexiquense no podría llevar sus planes adelante si no contaba con el apoyo de esos dos partidos. Por lo pronto, el perredismo dominado por los chuchos y el panismo usufructuado por Madero y otros adversarios de Felipe Calderón le concedieron a Peña Nieto inmejorables escenarios de rapidísima legitimación. Y avanzaron sobre la primera reforma, la educativa, que es una forma de reajuste de tuercas desde el poder, tanto a la maquinaria sindical educativa, con una Elba Esther aún poderosa pero disponible para un sacrificio incruento, y con el gerente sindical de los petroleros, Carlos Romero Deschamps, en lista de espera de la jubilación política por causas de salud y de empeoramiento de su imagen pública, por causas tanto personales como de sus hijos escandalosamente derrochadores.
La siguiente parte del libreto está por definirse. El duopolio televisivo se resiste a ciertos cambios pero aceptaría fórmulas compensatorias. A fin de cuentas, esa pareja mediática contribuyó sustancialmente a la procreación del político que hoy desea botar el álbum fotográfico familiar y hacer como que construye otra historia. ¡Hasta mañana!
Fuente. La Jornada | Julio Hernández López