martes, 12 de febrero de 2013

Cortan el agua a Atenco, nuevo frente de la batalla por la tierra

Fraccionamientos cercanos devoran la actividad rural

Le dan a centros comerciales lo que le niegan a los pueblos originarios

San Salvador Atenco, Mex. Desde la punta del cerro Huatepec (cerro en el agua, en traducción del náhuatl) los campesinos del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) señalan en el horizonte brumoso las regiones que delimitan su territorio: Atenco, que significa a la orilla del agua; Chiconcuac y San José Teotihuacán, al pie de la sierra; Tezoyuca y Ecatepec, que muestra el perfil de sus unidades habitacionales, urbanizaciones salvajes, como las llaman.

La mirada gira en sentido inverso a las manecillas del reloj para ubicar al frente el cerro del Peñón de los Baños y las antenas que guían a los aviones, continuar hacia los rascacielos del Distrito Federal, sí, es el World Trade Center y más lejos, como una tenue aguja, la Torre Latinoamericana.

Hacia la izquierda, los perfiles pardos de Neza, Chimalhuacán y Texcoco, ya más cercano. Y los pueblos que componen el municipio: Nexquipayac, que quiere decir te busco y no te encuentro; Acuexcomac, cuenco de agua; Ixtapan, lugar de sal, y Zapotlán, lugar de sapos.

A nuestros pies, por un lado se extiende el lecho del lago desecado de Texcoco y por el otro los campos de cultivo que en épocas de la Hacienda Grande, antes del reparto agrario, fueron un granero. Atraviesa este terreno una especie de bordo que, según nos explican, es lo que queda de un acueducto prehispánico construido durante el reinado de Nezahualcóyotl.

Los campesinos viejos que nos acompañan parecen ver con ojos del pasado un esplendor que ya no es: los espejos de agua que se formaban en tiempos de lluvia, los pastizales que brotaban pese al salitre, donde correteaban de niños. Y las nubes de patos y chichicuilotes ¿te acuerdas, Nacho? El ruidal que hacían, dice Jorge Oliveros. ¿Y qué tal las carpas y los acociles que recogíamos? Y el ahuautle, el quelite cenizo, los ajolotes. No, si esto era toda una alacena llena de alimento, responde Ignacio del Valle.

Los ejidatarios insisten para que los reporteros de La Jornada vean y respiren su profundo arraigo al terruño. Organizan la expedición en bicicleta desde el centro del pueblo hasta el cerro, por el camino de tierra sombreado por los pirules, pedaleando por las orillas de los campos secos, con sus conos de forraje y los surcos que esperan la próxima temporada de siembra. Hay una parada en un puente sobre el río San José, por donde ya no corre agua. Creemos que el trazo de la carretera Peñón-Texcoco pasaría por acá. Es decir, si esto se hace terreno federal, la autopista nos va a cortar el paso de nuestras casas a nuestras parcelas. Para nosotros, es una catástrofe, explica Trinidad Ramírez con un enorme ramo de cilantro recién cortado en las manos.

Una segunda parada obligatoria es el pozo Santa Rosa, que ha sido inhabilitado por las autoridades. Nada crece ya en las parcelas aledañas, excepto en una, cubierta de alfalfa.

La silla pétrea del rey poeta

El primer intento de quitarles las tierras a los campesinos fue el fallido decreto de Vicente Fox en 2001. Ahora se recurre a otro método: cortarles el agua. Nos hemos tenido que ir a la siembra de temporal, nos dicen. O hacer, como Juan Guevara, en su media hectárea en San Miguel Tojuila: Yo riego con agua negra. ¿Qué más me queda? Pero la alfalfa huele mal, ni las vacas la quieren.

La siguiente parada, ya al pie del cerro, es una roca extraña, grande, con unos surcos que, creen los habitantes del lugar, representan un mapa de los ríos y canales de la región. El mito dice que ahí el rey poeta Nezahualcóyotl se sentaba a inspirarse. No está anotado en ningún códice, en ningún libro. Es historia oral, explican con sencillez.

Para las tierras de riego, que en el pasado fueron las privilegiadas, las más productivas de la antigua Hacienda Grande, herencia de la Colonia española, los ejidatarios atenquenses contaban con ocho pozos. El suministro de electricidad dependía, antes de su extinción, de Luz y Fuerza del Centro (LFC). A lo largo de 2012 autoridades de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) les inhabilitaron seis de los ocho pozos. En otras palabras, nos están ahorcando, dice Santiago Medina Islas, que este año tuvo que recurrir a cultivos de temporal y poco rendimiento, como son la cebada y la avena.

“Para que se dé una idea –dice Oliveros, quien fue tesorero de uno de los pozos– antes los recibos de la luz venían por 3 mil, 4 mil pesos. Acudíamos a las oficinas de LFC, reclamábamos y lo corregían. Lo habitual eran alrededor de 600 pesos en temporada de riego constante. ¿Y sabe ahora cómo están llegando los recibos de la CFE? ¡El primero de 2012 llegó por 25 mil pesos! Y así el resto de los bimestres, aunque nunca vinieron a revisar los lecturistas. Pues no, no pudimos pagar. Y nos cancelaron los pozos.

Si cada pozo da para riego de 100 a 200 hectáreas, ¿cómo va a alcanzar el agua para 2000 hectáreas con sólo dos pozos?”

El comisariado ejidal Hermenegildo Márquez ha intentado negociar con la Conagua la rehabilitación de los pozos. Hasta ahora la respuesta ha sido no.

Reponer los pozos, lo más urgente

Esta negativa es particularmente ofensiva, porque en los centros comerciales como Puerta Texcoco y fraccionamientos de los alrededores, que devoran la actividad rural, se conceden los pozos sin problema. Puerta Texcoco tiene tres pozos en plena operación. Lo que les dan a los recién llegados nos lo niegan a los pueblos originarios.

Otra faceta de la estrategia gubernamental es debilitar al Comisariado Ejidal. Ofrecen fertilizantes, tractores, asesoría técnica para la siembra, siempre y cuando se solicite mediante asociaciones civiles ajenas a la asamblea ejidal. Nos quieren fraccionar.

Para resistir estas maniobras los ejidatarios tienen pocas defensas, ya que el presidente municipal, el priísta Idelfonso Silva Vega, es incondicional del gobierno y sus proyectos.

–¿Sigue fuerte el frente?, se le pregunta a Ignacio del Valle.

–Como es natural, se vino a menos con nuestra liberación, después de cuatro años de prisión, porque la lucha se desactivó. Fue mucho el desgaste. Pero los compañeros siguen firmes, pendientes, en lo principal casi nadie ha cedido.

–¿Y con los pueblos que sí vendieron, cómo es la relación?

–Pues con Nequixpayac (de donde es originario el otro dirigente de referencia del FPDT, Felipe Álvarez) hay malestar. Pero no hemos caído en la división, que eso es lo que quiere el gobierno.

En esta etapa de la resistencia, el FPDT ha discutido la estrategia y las prioridades.

Lo primero es el agua. Nuestros pozos son de urgente reposición. Vamos a pelear para recuperar las concesiones, por su rehabilitación técnica, porque ya son obsoletos y los niveles de los mantos han bajado mucho, se necesita una perforación más profunda, explica Oliveros.

Pero además tenemos que exigir proyectos para tratar el agua contaminada. A eso se debería abocar la Conagua, no nomás andar viendo qué nos quita, dice Juan Guevara. La contaminación del agua es grave, ya que hasta aquí bajan los lodos tóxicos de Texcoco, Chapingo, Huexotla, sobre todo los lodos extraidos del desazolve del río de La Compañía. Esta agua se deposita en nuestros agostaderos. Se secan en la superficie y quedan como cartones, duros.

Juan Ramírez Romero, quien también purgó una condena de dos años en Molino de Flores, concluye: Si nos falta el agua ya no habrá forma de ser campesinos; ya no vamos a recoger cosechas, sino miseria.




Fuente: La Jornada | Blanche Petrich / II y últim