Presumido como uno de los sectores más dinámicos” de la economía mexicana, el de comunicaciones y transportes, a cinco años de distancia, reporta un balance real que no corresponde al del discurso oficial. Miles y miles de millones de pesos se han canalizado a este sector estratégico, para que un quinquenio después el crecimiento sectorial apenas si se acerque a 0.9 por ciento, como promedio anual. Se trata, pues del problema de siempre: no sólo cuánto se gasta, sino en qué y cómo se gasta.
Como señala el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, “destinar miles de millones de pesos a procesos improductivos refleja la ausencia de claridad que desde el sector público se tiene respecto a las verdaderas necesidades del país. La variación promedio del PIB de transportes, correos y almacenamiento representa un claro ejemplo de lo anterior. Entre 2006 y 2010 la inversión pública en el sector de comunicaciones y transportes se ha incrementado a una tasa promedio de 19.3 por ciento anual; sin embargo, en el mismo periodo el PIB mencionado solamente lo ha hecho en 0.9 por ciento anual. Hay que preguntarse por qué una inversión que duplica a la de cuatro años antes no se ha traducido en un aumento significativo de la producción. La primera parte de la respuesta se encuentra en la inversión del sector privado en el sector: 2 mil 100 millones de pesos menos que en 2006, lo cual se traduce en una caída de 0.6 por ciento en promedio anual para el lapso citado”.
Lo anterior indica un comportamiento divergente entre la inversión realizada por las empresas y la correspondiente al sector público: en 2006 la parte privada fue 185 por ciento respecto a la pública, en tanto que para 2010 únicamente fue de 88.7 por ciento. La caída en inversión privada destinada a infraestructura de comunicaciones y transportes explica dicha situación, lo que sintetiza el precario entorno económico, social y de seguridad que enfrentan quienes buscan hacer empresa y generar empleo en México. “Lo descrito conduce al segundo elemento a tomarse en cuenta: la inversión pública no es un sustituto de su contraparte privada; por el contrario, es un complemento que ante la ausencia de la última tiene un efecto marginal. En este aspecto existen algunas cuestiones a resaltar: los proyectos de inversión públicos se circunscriben a desarrollar sectores como el petrolero, el eléctrico y el carretero”.
El problema, apunta el CIEN, es que dichas erogaciones no tienen beneficios si ellas no llegan a la sociedad en forma de bienes y servicios más baratos, de fácil acceso y calidad. La elevación de los precios de combustibles es el mejor ejemplo de cómo una mayor inversión no necesariamente termina por impulsar a la economía. En la parte de comunicaciones, las nuevas carreteras, o las mejoras a las existentes, no tienen impacto si el aparato productivo se encuentra deprimido, sin financiamiento y con un débil mercado interno. “No puede dejarse de lado la calidad de la inversión realizada: el monto millonario de recursos destinados a proyectos que no están bien planeados, que al construirse no tienen el desempeño prospectado, limita el crecimiento. La inversión pública improductiva, no ejercida en tiempo y forma debe eliminarse, básicamente porque se realiza con recursos que se obtienen de los impuestos o de la riqueza petrolera, situación que se traduce en un daño al patrimonio de la sociedad”.
Ante las restricciones financieras por las que, de manera estructural, atraviesa el país, cuidar el destino del gasto es imprescindible. “Es preocupante que tanto el número de aeropuertos y puertos marítimos como la cantidad de vías férreas permanecen estancados en México, fundamentalmente porque constituyen la columna vertebral de la competitividad que las economías desarrolladas y emergentes exhiben. Difícilmente podría estimarse que China habría alcanzado el ritmo de crecimiento actual sin sus desarrollos de infraestructura. La construcción de trenes de alta velocidad, puertos competitivos y aeropuertos que le dan conectividad global son el común denominador de su éxito. Cuando México apuesta por carreteras, dejando de lado otro tipo de comunicaciones, lo que refleja es la falta de un programa de desarrollo integral, propiciando con ello un elevado gasto improductivo”.
Las rebanadas del pastel
“Mexicana, fraude maquinado”, segunda entrega, en (www.youtube.com/watch?v=s8kj_1P16uo).... De la lectoría, sobre una de tantas bombas de tiempo que hay en la gran metrópoli: “en los últimos años hemos visto cómo en algunos lugares de la ciudad de México se han producido grietas y desniveles de terreno. El mismo fenómeno se ha dado en la delegación Iztapalapa. El problema se agrava en calles por donde corren ductos que transportan gas a alta presión. Desde 2005 hemos presentado escritos ante diferentes instancias oficiales locales (Protección Civil de la Delegación Iztapalapa, Procuraduría Social, Secretaría del Protección Civil del Gobierno del DF) y federales (Secretaría de Energía, Comisión Reguladora de Energía) y ante la propia empresa privada concesionaria del ducto (la trasnacional Gas Natural México). Se trata de establecer comunicación no sólo para recabar información sobre el estado que guardan los ductos, sino para informarles sobre el abandono, anomalías o deficiencias detectadas en las señalizaciones y otras instalaciones superficiales, sin que a la fecha las instancias señaladas hayan mostrado interés o dado una respuesta satisfactoria a esta inquietud. Desde la instalación del ducto en 1982, no hemos visto a persona o instancia revisar o monitorear la red, ni supervisar el estado de las señalizaciones y demás instalaciones superficiales. Es más, en algunos casos hemos detectado señalizaciones con teléfonos de emergencia que no tienen nada que ver con los servicios de emergencia de la empresa o bien nadie contesta. Ante el peligro latente que representa tener un ducto de gas a alta presión literalmente en la puerta de nuestros hogares, los vecinos hemos solicitado ante las instancias oficiales ya referidas: a) que se atienda el problema de las grietas y hundimientos, b) que se modifique la ruta por la que corren actualmente los ductos en cuestión ya que no hay condiciones que den certeza y seguridad y c) que se atiendan otros problemas no menos importantes como el de la inseguridad, recuperación de espacios deportivos, áreas comunes y jardines, entre otros” .
Fuente: La Jornada