A 24 meses, los extrabajadores continúan a la espera de regresar a su trabajo, que consideran les pertenecen “por herencia”, ya que sus antepasados cedieron las tierras.
Sin perder la esperanza de recuperar su trabajo, exempleados de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LyFC) que no aceptaron liquidarse, se han convertido en cultivadores de hongos, vendedores ambulantes, cocineros, estilistas, abarroteros y coinciden que con la extinción de la empresa tomaron conciencia de los problemas de este país.
Las últimas horas del sábado 10 octubre 2009 son recordadas en Necaxa como “la noche en la que nadie durmió”, el 80 por ciento de sus habitantes trabajaba en la paraestatal y el 20 por ciento restante dependía de manera indirecta de las actividades de generación de energía eléctrica.
A 24 meses, pocos son los que han recuperado el sueño, pero no han perdido la esperanza de regresar a su fuente de trabajo que, consideran, les pertenecen “por herencia”, no de balde, dicen, fueron sus antepasados los que cedieron las tierras donde se construyó la presa que alimenta a la primera planta hidroeléctrica de América Latina hace más de 100 años.
Después de ser “obreros privilegiados” ahora venden dulces y chicharrones en la puerta del edificio sindical, otros hacen pasteles o cortes de cabello, manicures y rayitos a mitad de precio; algunos, como Francisco Garrido, tuvieron que aprender a cocinar y vender mole de panza y mixiotes en las calles del Distrito Federal.
Otros optaron por iniciar proyectos colectivos como los cultivadores de setas o los que venden productos de primera necesidad a bajo costo.
Y aunque no se han repuesto del shock que significó perder su “zona de confort” de la noche a la mañana, coinciden que tanto el programa de liquidaciones como el ofrecimiento de trabajo para las primeras 100 personas que aceptaran ese pago, fue un engaño; y dicen que continuarán resistiendo.
Fuente: Milenio