viernes, 8 de abril de 2011

Estamos hasta la madre, ¿y luego?

El grave problema de la violencia extrema en el país, es la punta del iceberg que significa la extraordinaria descomposición social, cuyas consecuencias aún no se aprecian en toda su magnitud, a pesar de que México es en este momento la nación del subcontinente con más negra perspectiva.


Así lo aprecia el director de la Oficina Federal de Investigación (FBI por sus siglas en inglés), Robert Muller, quien al comparecer ante el Comité de Apropiaciones de la Cámara de Representantes, puntualizó que la violencia en nuestro país “no tiene precedente”. El representante republicano por Texas, John Culberson, aseguró que el nivel de violencia aquí en la actualidad, “es mucho más elevado que en el momento cumbre de la Revolución”.


Lo más lamentable es que no hay visos de que disminuya el problema, pues según Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública federal, hasta el 2015 se podrán vislumbrar resultados favorables, según estudios que han demostrado que el proceso de reducción del fenómeno tarda siete años, dijo, como sucedió en Colombia, Nueva York, Chicago y Palermo, Italia.


Para nuestro consuelo, según García Luna, el proceso ya va muy avanzado aquí, aunque para legisladores de oposición, el funcionario “ya está empezando a desvariar y es capaz de decir cualquier cosa. Ya hasta se dedica a hacer adivinanzas y su trabajo no es ése”, afirmó Pablo Gómez.


Es obvio que cada país tiene sus propias características, así que lo ocurrido en otras partes del planeta no puede tomarse como referencia invariable para el caso mexicano.


Es claro asimismo que sin cambios de fondo en el modelo económico y el sistema político, nada se podrá avanzar en serio para erradicar el flagelo. Mientras siga vigente el neoliberalismo y no se den pasos firmes para lograr una reforma de fondo del Estado, las cosas en México seguirán empeorando.


De igual modo, en tanto el gobierno estadounidense siga con su estrategia desestabilizadora del Estado mexicano, tampoco podrá esperarse que la violencia disminuya.


La Casa Blanca tiene que comprender que la doble moral con que actúa en relación con nuestro país, sólo contribuye a descomponer más aceleradamente no sólo la relación bilateral, sino las posibilidades de construir un futuro menos complejo para ambas naciones.


Si como dicen funcionarios de Washington, que les preocupa profundamente el nivel de la violencia en México, pues el primer paso para reducir esa situación debería ser evitar el tráfico ilegal de armas, incluso con el visto bueno de autoridades de alto nivel, como quedó demostrado después que se descubrió el origen del operativo “Rápido y Furioso” a cargo de la oficina de Control de Alcohol, Armas y Tabaco del gobierno estadounidense.


Los pronósticos de García Luna, dejan ver que el “gobierno” de Felipe Calderón está aceptando una derrota en el terreno del combate a la violencia.


Nos está diciendo que tenemos que acostumbrarnos a vivir en medio del caos que significa el flagelo en el territorio nacional, situación que al paso del sexenio ha ido en constante aumento, como lo demuestran incluso las cifras oficiales.


El fracaso de la estrategia única de Calderón, debería ser el mejor argumento para revertirla cuanto antes, sin embargo una y otra vez se nos ha dicho que se mantendrá hasta el final del sexenio, Tal parece que el compromiso del inquilino de Los Pinos con la Casa Blanca incluye una determinada cuota de muertos, que aún no se alcanza.


Pero también conlleva una inversión muy fuerte en la compra de armas y equipos represivos, que debe salir del erario, no de las limosnas del gobierno estadounidense, como la llamada Iniciativa Mérida, que todo indica quedará incumplida por no convenir a los intereses de la nación vecina. Sin necesidad de gastar un dólar, pueden conseguir que el “gobierno” de Calderón adquiera las armas y equipos que se pensaba entregar por medio del mencionado programa.


El creciente descontento ciudadano por los abusos de las autoridades y la saña con que actúan bandas criminales, es parte del costo político que debe pagar el inquilino de Los Pinos.


Al fin y al cabo lo único que ocurre es que aumenten las marchas de protesta en el país, muy útiles a los fines del “gobierno” en cuanto que sirven para que la sociedad desfogue su rencor y sus frustraciones.


Es cierto, “estamos hasta la madre” de tanta violencia y tantos crímenes, pero mientras la sociedad no se organice para cambiar las cosas desde su raíz, los poderes fácticos continuarán actuando como lo han venido haciendo, y la burocracia dorada seguirá “desgarrándose las vestiduras”, pero actuando con la misma doble moral que la caracteriza, sin hacer ningún cambio que contribuya a generar condiciones de paz y un verdadero desarrollo social.



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