Como no queda otra cosa qué ofrecer, Enrique Peña Nieto se agarró del oro negro para bosquejar lo que sería uno de sus principales compromisos (con los barones, desde luego) en caso de arribar a Los Pinos: privatizar el petróleo, pues, según él, Pemex puede lograr más, crecer más y hacer más a través de alianzas con el sector privado”. El engominado privatizador considera que México ha sido “rehén” de una ideología que ha retrasado el desarrollo y el dinamismo del sector energético, por lo que se requiere “una nueva actitud que incluya deponer posiciones ideológicas y partidarias para lograr el objetivo del desarrollo nacional”.
Pues bien, palabras más o menos, lo mismo dijeron otros candidatos y otros inquilinos de Los Pinos a lo largo de los treinta años recientes, y allí están los resultados. Por ejemplo, para “democratizar” (así lo dijo) el capital bancario y siempre en pos del “desarrollo nacional”, Carlos Salinas reprivatizó la banca y, luego de entregársela a sus arrasadores amigos, terminó en manos extranjeras, sin viso alguno de que haya contribuido al tan deseado “desarrollo nacional”. Sin problemas ideológicos (Peña Nieto dixit), también entregó al capital privado ingenios azucareros, siderúrgicas, empresas mineras, carreteras y muchísimo más, que terminaron rescatados por el erario, al igual que la banca, en demérito del país. Ernesto Zedillo hizo lo propio, como en su momento Miguel de la Madrid, Vicente Fox y Felipe Calderón, y lo único que promovieron fue la creación y/o consolidación de verdaderos monstruos financieros y empresariales que se quedaron con la nación.
Cinco gobiernos al hilo dilapidaron la infraestructura productiva del Estado, los bienes nacionales, siempre con la promesa de que se hacía “por el bien de la nación y de los mexicanos”, pues “liberarían” recursos para atender las urgencias sociales del país. De la neoliberal venta de garaje sólo quedaron, y no incólumes, la Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos. La primera, a golpe de leyes secundarias, ya comparte la generación eléctrica casi al 50 por ciento con el capital privado; el segundo, también por medio de reglamentos, contratos y conexos, parece queso gruyere, por cuyos agujeros se ha ido colando el capital privado nacional y foráneo. Ninguno de esos cinco gobiernos tuvo problemas “ideológicos”. Mucho menos “fobias, miedos o rencores” (Peña Nieto dixit) para proceder. Simplemente hicieron lo que saben hacer: violar la Constitución.
Pero, alegraos, mexicanos silenciosos y pagadores, que sus “representantes” en San Lázaro dispusieron que, “para vivir mejor”, el impuesto “especial” y “temporal” que desde enero de 2008 se carga a las gasolinas y al diesel se mantenga hasta 2014, o lo que es lo mismo, dos años más con respecto a la vigencia originalmente establecida (31 de diciembre de 2011). Como bien lo anunció el inquilino de Los Pinos, y lo ratificaron los diputados, “no se autorizarán nuevos impuestos” para el próximo año, en el entendido de que sólo prorrogaron, traspasaron o incrementaron los existentes, no sin refrendar que la ley permite a los barones del dinero mantenerse muy alejados del fisco, porque la nación así lo reclama, según ellos.
Con una velocidad verdaderamente sospechosa, los inquilinos de San Lázaro aprobaron ayer la Ley de Ingresos de la Federación para un año, 2012, de ingrata perspectiva. Toca el turno al Senado, cuyos integrantes ratificarán o modificarán el respectivo dictamen, aunque todo indica que se irán por lo primero y procederán con la misma rapidez que los diputados, pues unos y otros no tienen tiempo que perder en la ya desatada carrera por Los Pinos. Aun así, sólo a los primeros resta la tarea de palomear o alterar el presupuesto de egresos de la federación, o lo que es lo mismo, jalonearse los 10 centavos de cada peso presupuestal que son negociables, pues los otro 90 centavos ya están “comprometidos” (nómina burocrática, pago del servicio de la deuda, etcétera).
Como bien lo dijo el modesto presidente de la Comisión de Hacienda, el panista Mario Alberto Becerra Pocoroba, “cumplimos con la responsabilidad de dar al país los ingresos que se requieren”, aunque en los hechos sólo exista una miserable diferencia de 1.6 por ciento (59 mil millones de pesos, o si se prefiere, un peso con 40 centavos más por día y mexicano) entre la propuesta original de Ley de Ingresos de la Federación enviada por el inquilino de Los Pinos y la aprobada ayer por los diputados.
Como se apunta líneas arriba, no se autorizaron nuevos impuestos, pero se prorrogaron y/o traspasaron los existentes, como en el caso del “especial” y “temporal” a las gasolinas y el diesel, o en el la tenencia de automóviles. Sobre esto último, el inquilino de Los Pinos no dejó de presumir la “desaparición” por él decretada de dicha tenencia, cuando en realidad la federación simplemente traslada a los estados su cobro, y las legislaturas de cada una de las 31 entidades y el Distrito Federal decidirá si lo mantiene o lo cancela, o como dice Marcelo, la cancelan a cambio de nuevos impuestos.
El encomiable esfuerzo de los diputados federales hizo posible incrementar de 3.65 a 3.7 billones, en números cerrados, el volumen de ingresos de la federación para 2012, y lo lograron, una vez más, sin tocar fiscalmente a los grandes corporativos que operan en el país, los cuales ya tienen suficiente carga a la hora de contar sus utilidades de ensueño, libres de impuestos. Entre truco y truco contable, los inquilinos de San Lázaro armaron el paquete ganador: modificaron el tipo de cambio peso-dólar (de 12.20 a 12.80) propuesto por el equipo económico del calderonato, el déficit público (de 0.2 a 0.4 por ciento), la plataforma de producción petrolera (diez mil barrilles más por día), y la meta de crecimiento (de 3.5 la redujeron a 3.3 por ciento).
El petróleo se mantiene como el principal sustento de las finanzas públicas, sin que Ejecutivo ni Legislativo hagan el menor esfuerzo para dar un giro en materia fiscal. Las cosas se quedan como hasta ahora, es decir, que paguen los que menos tienen, y que nada paguen, o lo hagan en mínima proporción, quienes tienen más, y por mucho. Se entiende, pues el proceso electoral ya arrancó legalmente –aunque de tiempo atrás la gente se desató– y financiar las campañas cuesta bastante, de tal suerte que para ellos sería políticamente incorrecto molestar a los barones con molestas cargas impositivas.
Las rebanadas del pastel
Y mientras el tipo de cambio otra vez ronda los 14 pesos por dólar, trabajadores de Once Tv lanzan un SOS a las autoridades del IPN y de Bucareli ante lo que denominan “insanas prácticas laborales” de Rafael Lugo Sánchez, sucesor y amigo de Fernando Sariñana en la dirección de esa institución.
Fuente: La Jornada