Lydia Cacho, periodista.
Foto: Prometeo Lucero
“Estamos en un país arrebatado por la violencia, la indignación, la ira y el miedo, nadie debe negarlo”, escribió la periodista Lydia Cacho en un artículo dedicado a la antropóloga Nadia Dominique Vera Pérez, asesinada el pasado 31 de julio, junto con el fotoperiodista Rubén Espinosa y otras tres mujeres, en la colonia Narvarte de esta ciudad.
Al retomar las palabras de la activista nacida en Comitán, Chiapas, la autora de ‘Los demonios del Edén’ destaca que las instituciones en México son reflejo de la voluntad de quienes nos gobiernan. “Y nosotras lo reconocemos, lo denunciamos en las cortes y seguimos buscando la manera de que esto cambie para ser libres, para trabajar por las y los demás sin miedo a la muerte, al castigo, a la cárcel, a la persecución”.
El texto publicado en el portal ‘Aristegui Noticias’ describe a Nadia como una chica de ojos oscuros y cabello azabache, además de culta, obsesiva y congruente con las causas en las que creía.
“La hija de la poeta chiapaneca Mirta Luz Pérez Robledo tenía un carácter sólido; gustaba de la poesía y la música, y estaba interesada en comprender y estudiar los fenómenos de la comunicación en el ciberespacio, convencida de que las redes sociales podrían convertirse en un instrumento efectivo para el apoyo de las causas derechohumanistas”, apunta Cacho.
Sus estudios antropológicos, añade, la llevaban a preguntarse constantemente sobre los mecanismos reactivos de los seres humanos: ¿Por qué unas personas eligen ayudar a su prójimo y otras no?, se preguntaba constantemente en las conversaciones con colegas y amistades.
De acuerdo con la escritora y periodista, quien forma parte de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, Nadia estaba enamorada de Xalapa, de su movimiento cultural, de la diversidad ideológica, de la música, y “le emocionaba saber que las mujeres somos solidarias, que nunca se quedó sola luego del susto que vivió como miembro del movimiento estudiantil #Yosoy132, al ser maltratada y amenazada por la policía veracruzana, por órdenes del gobernador (de Veracruz, Javier) Duarte”.
Añade: “Nadia tenía voz y sabía usarla, creía en la posibilidad de crear un movimiento nacional de mujeres jóvenes capaces de unificarse por una causa vital: lograr que las instituciones estén a la altura de la ciudadanía.
“Ni Nadia ni sus amigas y amigos, que tienen entre 28 y 30 años (entre los que estaba Rubén Espinosa), se conformaron jamás con el discurso de que su generación es la del ni puedo, ni quiero: los ninis”.
La joven asesinada el pasado 31 de julio en un edificio de apartamentos de la colonia Narvarte, en el Distrito Federal, “era una chica inconforme siempre dispuesta a imaginar un mundo diferente, en el que ni ella ni sus amigas y colegas activistas tuvieran que andar por la vida con temor a ser asesinadas o desparecidas forzadamente por algún agente policiaco harto de la fuerza que los movimientos sociales han adquirido en nuestro país”.
En su texto, Lydia Cacho revela que tuvo que salir de su hogar en Quintana Roo, debido a que uno de los policías cómplices de Kamel Nacif, a quien acusó de pornografía infantil y corrupción de menores, ha sido nombrado director de la policía.
“Las instituciones son, como dijo Nadia, reflejo de la voluntad de quienes nos gobiernan. Y nosotras lo reconocemos, lo denunciamos en las cortes y seguimos buscando la manera de que esto cambie para ser libres, para trabajar por las y los demás sin miedo a la muerte, al castigo, a la cárcel, a la persecución”.
Nadia, apunta, está muerta, fue asesinada al lado de Rubén Espinosa, Yesenia Quiroz, Mile Virginia Martín y Alejandra Negrete, “la trabajadora doméstica a la que en su hogar lloran sus familiares en espera de que se esclarezca y detenga a los asesinos”.
“Si nuestras muertas, nuestros muertos hablaran una última vez, estoy segura de que nos pedirían seguir adelante, convertir la ira en fuerza emocional para no someternos al discurso del terror que sólo conviene a los gobernantes corruptos, a esos indispuestos a que las instituciones sirvan a la sociedad”.
Subraya: “Estamos en un país arrebatado por la violencia, la indignación, la ira y el miedo, nadie debe negarlo. Pero también estamos en un país que se rebela contra el estado de las cosas, en un país de rebeldes con sueños, de jóvenes que trabajan para hacerlos realidad, de activistas que con el ejemplo educan, de periodistas que nos negamos a la sumisión y la esclavitud de la mentira”.
Remata: “Que nadie nos engañe, no estamos perdidas, perdidos, vamos por el camino correcto y por eso nos quieren silenciar. Sigamos pues”.
Fuente: Proceso| La Redacción