En medio del torbellino camaral relacionado con la reformulación fiscal peñista comenzaban a aparecer los perfiles de un nuevo mapa de relaciones partidistas y sus eventuales consecuencias electorales.
El PRD, para empezar, decidió vender su alma votante en San Lázaro a cambio de un cuantioso respaldo presupuestal en la capital del país. Los cinco puntos anunciados por Luis Videgaray fortalecen al jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, quien en términos absolutamente objetivos podrá presumir de haber conseguido modificaciones en el estatus del Distrito Federal y un respaldo a programas, sobre todo de corte social, que ninguno de sus antecesores había logrado (teniendo todos esos antecesores electos un perfil político más vigoroso que el del ex procurador de justicia).
Sujeto a interpretaciones estará el método usado por Mancera para conseguir tan excepcional respaldo del gobierno federal, sobre todo a la luz de la evidente y constante alineación del equipo capitalino a las decisiones de Los Pinos. Ayer mismo, el diputado del Movimiento Ciudadano, antes Partido Convergencia, Ricardo Mejía Berdeja, acusó al sol azteca de venderse por migajas tributarias y de arrodillarse para conseguir esos patrocinios hacia el GDF que, por lo demás, generaban ayer en la Cámara de Diputados señalamientos de favoritismo por razones políticas a la entidad sede de los poderes federales.
Una primera lectura sugeriría que Los Chuchos, hábiles negociadores, serían los ganadores de fondo, pues no habrían canjeado su voto a favor de la controvertida miscelánea fiscal solamente por simpatía sin réditos hacia el soltero más codiciado de la política mexicana. En la especulación en automático que generan alianzas como la hecha por el PRD con el PRI (es decir, con Los Pinos) surge el nombre de Jesús Ortega como futuro aspirante a gobernar la fortalecida capital, con un paso previo por San Lázaro. En esa ruta de reposicionamiento capitalino por la vía presupuestal, el chuchismo y Mancera estarían cerrando el paso a Marcelo Ebrard, quien pretende hacerse de la dirección perredista. Y, desde luego, se tratará de minar la fuerza de Andrés Manuel López Obrador, quien sigue teniendo una amplia y activa aceptación en buena parte de la capital del país.
Otro detalle llamativo de la alianza entre Chuchos y el PRI fue la presencia de Luis Videgaray como eje, haciendo a un lado a Miguel Ángel Osorio Chong, quien técnicamente es el responsable de la interlocución con los partidos. Cierto es que el anuncio –realizado por decisión de última hora– correspondía a asuntos hacendarios, pero así como fue posible la presencia del jefe de gobierno Mancera, sin que estrictamente fuese necesaria, pudo haberse dado un lugar a una representación de la Secretaría de Gobernación, que vive en permanente guerra política con el poderoso Videgaray, que parecía ir en ruta de descarrilamiento a causa de los múltiples estallidos que provocó su miscelánea fiscal, pero que acabó consiguiendo con el PRD el número suficiente de votos para que la propuesta sea aprobada en San Lázaro, aunque sea con la oposición del PAN.
En el partido de la derecha, que no acepta definirse como tal, también hubo consecuencias políticas a partir de lo fiscal. Gustavo Madero se escabulló del contexto general de entendimientos con el peñismo a la hora de los nuevos impuestos. Cierto es que esa reforma no fue acordada en el Pacto por México y, por tanto, los partidos quedaron en condiciones de asumir las posturas unilaterales que consideraran convenientes, pero el giro de Madero abrió la puerta al chuchismo y sus aliados (que tasaron el apoyo a Videgaray y su reforma a partir del apoyo al GDF y del cobro de más impuestos a quienes más tienen o ganan) y dejó sin efecto el aparente apoyo de Los Pinos para que el chihuahuense siga adelante en la dirigencia de Acción Nacional, en una próxima elección abierta a la militancia, y ya no entre una élite de centenares, que requerirá de mucho dinero en efectivo, gran apoyo estructural y el uso de tecnología marca mapache de la que, en exceso, hay disponible en los sótanos de tres colores.
A la original confrontación entre maderistas con el apoyo del PRI-Los Pinos (en agradecimiento por los favores recibidos en el Pacto por México) y calderonistas (deseosos de ser ellos los interlocutores y beneficiarios de esos arreglos que mantendrían, pero para su santo), se ha agregado la eterna sonrisa plástica de la ex candidata presidencial postulada por el felipismo para ayudar a Peña Nieto, la volátil Josefina Vázquez Mota, que hizo carrera en las administraciones federales panistas a partir de una extraordinaria capacidad para soportar y sobrellevar constantes malos tiempos sin chistar. Ahora, viendo el atrincheramiento entre un Madero deseoso de un segundo periodo como dirigente, y el grupo calderonista que tiene como cabeza a Ernesto Cordero, la tercería de Vázquez Mota buscará, además, aprovechar que el desmarque de Madero respecto a lo fiscal signifique también el desmarque de Los Pinos en cuanto a apoyo a la continuidad del todavía dirigente del PAN.
Y, mientras siguen las voces de alerta respecto a los cambios en la ley aduanera, que favorecen (aún más) a las mafias burocráticas, a las operaciones tramposas de empresarios que pagan bicocas bajo el agua y al omnipresente narcotráfico, ¡feliz fin de semana, con Televisa tratando de tomar control de los daños que ese mismo grupo empresarial ha causado al futbol mexicano, ahora empujando al director técnico del América, Miguel Herrera, apodado El piojo, para que supla al ex Rey Midas, Víctor Manuel Vucetich, se haga cargo del doliente Tri y tome como base al plantel de las Águilas (por cierto, el jefe Emilio ha dado tarea a los utileros de la Secretaría de Gobernación para que agilicen la naturalización del todavía argentino Rubens Sambueza para que pueda jugar contra Nueva Zelanda)!
Fuente: La Jornada| Julio Hernández López