domingo, 8 de mayo de 2011

Por la paz sin militarización y violencia

Con mucho optimismo saludamos la Marcha por la Paz que ha llegado a la ciudad de México desde Cuernavaca, así como las que simultáneamente se realizan en otras ciudades del país. Anuncian un despertar social muy amplio que, harto de la violencia, y sobre todo de las vejaciones, crímenes y violaciones a derechos humanos que se cometen todos los días y que arrojan alrededor de 40 mil ejecuciones y miles de nuevos desaparecidos y huérfanos desde lo que Felipe Calderón llamó una guerra contra el crimen organizado, se está levantando para exigir un alto a este curso y un cambio de rumbo.

Para nosotras, madres y familiares de desaparecidos políticos que tenemos más de 35 años exigiendo justicia, encontrarnos con esta respuesta y exigencia social tan amplia, masiva y nacional, es motivo de optimismo en la lucha y confirmación de la justeza de nuestro reclamo por la vía de la movilización y la lucha y no exclusivamente por medio del lamento y el llanto. Lamentablemente este hartazgo social ha tenido que explotar provocado por el dolor ante tantas nuevas muertes y desapariciones. Especialmente el que provoca la pérdida de un hijo que, como de alguna manera ha dicho Javier Sicilia, no tiene nombre siquiera: se puede ser huérfano o viuda, pero no hay palabra para nombrar siquiera tanto el dolor como la realidad de una inhumana y brutal pérdida de un hijo.

Y ahora es más gente en todo el país que sin tener que esperar a ser tocados por esta violencia acuden también al llamado para protestar. No hay más salida que la de la movilización, protesta y organización popular para detener y cambiar esta situación. Iniciativas legislativas, cambios pequeños, promesas y programas gubernamentales quedan en gestos demagógicos, si no hay una fuerte movilización popular exigiéndolo y forzándolo. En 1978, por ejemplo, conseguimos una ley de amnistía pero no por medio de acuerdos legislativos, en un momento en que no había siquiera legisladores de izquierda, sino después de varias y largas luchas y una huelga de hambre en Catedral de las madres de los desaparecidos.

Por eso son insultantes las supuestas respuestas gubernamentales a esta protesta, diciendo que debemos gritar el “ya basta” a los criminales y no a ellos y en definitiva insistir en llamar a la “unidad nacional” en torno a ellos y su guerra. Ni unidad nacional en torno a ellos, ni acuerdos y pactos para enfrentar la situación de violencia desbocada que se vive, cuando son ellos precisamente los responsables de lo que ocurre hoy. Para usar políticamente la declaración de guerra al crimen organizado por parte de un gobierno sin legitimidad democrática, se impuso un proceso de militarización que ha abierto junto con el clima de violencia, el avasallamiento social y la violación de derechos humanos que al igual que los crímenes se mantienen en la impunidad.

Por eso es que la exigencia debe ser clara. No queremos la militarización. Las fuerzas armadas que, pasando encima de la Constitución, realizan labores policiacas, deben regresar a su cuarteles y junto con ello acabar con la impunidad, castigar a los culpables de estos crímenes y presentar a los desaparecidos. Obviamente lograr lo anterior requiere, en vez de un acuerdo con el actual gobierno, un cambio radical cuyas posibilidades ya anuncia esta gran movilización nacional.

Por todo lo anterior, mis compañeras y yo, madres de desaparecidos políticos, emocionadas por esta marcha, nos uniremos este domingo 8 de mayo ya cerca del Zócalo, pues aunque la mayoría de nuestro contingente es ahora de personas mayores, sacaremos la fuerza necesaria para encontrarnos con los miles y miles que hoy también exigen justicia. Nunca nos ha animado el deseo de venganza contra los criminales que desde el poder se llevaron a nuestros hijos; es la exigencia de justicia lo que nos empuja a luchar y sentirnos reanimadas con tantas y tan diferentes voces que dicen ya basta

México, DF. A 7 de mayo de 2011.
Rosario Ibarra



http://www.jornada.unam.mx/2011/05/08/index.php?section=correo