Uno de los problemas que México no se puede quitar de encima es el crecimiento de la pobreza laboral. Otra vez, al tercer trimestre de este año, volvió a crecer.
El Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ha desarrollado diversos indicadores para seguirle la pista a la evaluación de la pobreza, de acuerdo con el mandato legal que tiene.
Cada dos años, cuando el Inegi publica la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares (ENIGH), Coneval emite su indicador de pobreza. Pero, cada trimestre también da a conocer su Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza, que es el indicador que con más oportunidad expresa la evolución de la pobreza.
El índice mide la tendencia de la población ocupada que no puede adquirir una canasta alimentaria básica con el ingreso de su trabajo.
No mide la proporción absoluta sino la evolución. Parte de una cifra de uno que tiene como base 2010 y varía en función de los cambios de esa proporción.
Ayer se reveló que en el tercer trimestre de 2014 ese porcentaje creció 3.13 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior.
Pero quizás lo más relevante es que, si comparamos el dato con el mismo periodo de 2011, ya hay un crecimiento de 16.6 por ciento.
Esto quiere decir que el problema de empobrecimiento laboral ya ha trascendido los dos más recientes sexenios.
Desde que se calcula –a partir de 2005– tuvo dos momentos. Antes de la crisis de 2008, estuvo consistentemente por debajo de uno, con algunos periodos en los que este índice estuvo claramente a la baja, reflejando una mejoría en las condiciones de la población más pobre.
Sin embargo, a partir de la crisis, la tendencia dominante es alcista.
Este indicador no refleja el poder adquisitivo de los hogares, que se mide en la ENIGH, sino más bien el poder de compra de la población ocupada, que no sólo es de los asalariados y menos aún de los asalariados que forman parte de la economía formal.
De hecho, en contraste, de septiembre de 2011 al mismo mes de este año los salarios reales de la economía formal no cayeron y tuvieron un muy marginal crecimiento de 0.3 por ciento.
Lo que refleja el indicador de Coneval es, desafortunadamente, el enorme volumen de personas ocupadas que no forman parte de la economía formal y que se encuentran ocupadas en unidades económicas de muy baja productividad, con escasa capacidad de ofrecer ingresos que permitan siquiera la subsistencia.
Otro hecho que no puede perderse de vista es que, aunque la inflación del periodo considerado es de 12.9 por ciento, el incremento del precio de la canasta alimentaria urbana que toma en cuenta el Coneval para calcular su índice fue de 22.0 por ciento, y de 21.8 por ciento para el sector rural.
En la medida en que los más pobres tienen que destinar una proporción mayor de su ingreso a adquirir alimentos y que éstos se han encarecido más que el promedio de los otros bienes y servicios, el impacto es mayor en los de menos ingresos.
Llevamos años con el desafío de la pobreza y hay que admitir que hasta ahora, estamos lejos de resolverlo.
Fuente: El Financiero| ENRIQUE QUINTANA