martes, 22 de octubre de 2013

Felipe tragicómico. Protesta contra espionaje. Los Pinos, silenciado. Sedatu: próximos días

Desde algún protegido cubículo de la sierra académica de Harvard, un celosísimo defensor de la soberanía nacional (en este caso, la de México, no la de Estados Unidos), Felipe Calderón Hinojosa, levantó una enérgica protesta por el espionaje que practicó en su contra Washington mientras él residía en Los Pinos. A la hora de cerrar esta columna no se tenían noticias confiables respecto de las medidas de resistencia civil que por las mismas causas y de manera solidaria podría estar realizando en otro paraje estadunidense (Florida) otro personaje distinguido del sexenio anterior, el límpido ingeniero Genaro García Luna, adversario declarado de cualquier tipo de espionaje o montaje.

Enredado oportunamente en la bandera nacional (la de México, se entiende), Calderón dijo haber hablado con el actual secretario de relaciones exteriores, José Antonio Meade (quien fue el último secretario de hacienda de la administración felipista), para solicitar que por ese conducto oficial sea transmitida la queja del panista (se habla de Calderón, no de Meade) por el fisgoneo que a juicio del michoacano significa un agravio no a él en lo personal sino a lo institucional, pues la intromisión gringa se produjo mientras FC residía en Los Pinos.

La dolorosa ironía del caso es que justamente en ese lapso en el que agentes del vecino país intervenían (cuando menos) sus cuentas de correo electrónico, Felipe Calderón cumplía con una detallada agenda de cesión de soberanía nacional al poder de las barras y las estrellas. Embebido en su desquiciada guerra contra el narcotráfico, el panista se entregó en manos de quienes promovieron esas maniobras bélicas desde antes de que se acomodara en la silla presidencial y que llenaron el país de agentes, estaciones y operaciones no sólo al amparo de la troyana Iniciativa Mérida, sino de una virtual intervención cupular estadunidense alegremente propiciada por el calderonismo necesitado de puntales.

La maniobra felipista (quejarse de que el vecino se asoma a la intimidad de la casa cuya puerta fue intencionalmente abierta para que entraran los invitados a espiar) forma parte de la guerrilla de baja intensidad, en realidad, de reacomodos, que libra el grupo del ex ocupante de Los Pinos. La bandera de defensa del poder nacional espiado funciona, a pesar de la evidente contradicción de que sea el entreguista Calderón quien la enarbole, porque la administración de Peña Nieto sigue aferrada a un guión de lamentable sumisión a los poderes que tienen como símbolo la Casa Blanca. Ayer mismo, el gobierno francés citó al embajador de Estados Unidos en París para que conozca la protesta y la exigencia de investigaciones y castigos por el espionaje practicado no a un mandatario en funciones o a un candidato presidencial declarado triunfador, pero sí a millones de franceses por la misma agencia gringa de seguridad nacional. Barack Obama habló ayer por teléfono con François Hollande para tratar el asunto. En México, mientras tanto, Los Pinos sigue practicando el inocuo juego de las cartas diplomáticas y las protestas destinadas al baúl de las apariencias.

Otro ejemplo de esos esfuerzos de reposicionamiento está a cargo de un miembro destacado del elenco del sexenio recién pasado, Javier Lozano, quien fue secretario del trabajo (Mexicana de Aviación y Luz y Fuerza del Centro, entre sus principales medallas), y ha ganado en primera instancia un juicio por daño moral contra el ahora senador de izquierda Manuel Bartlett, a causa de duros señalamientos de éste contra el primero en el contexto de la campaña senatorial en la que compitieron.

También en busca del lugar que tenía ha reaparecido en escena Fausto Vallejo, el gobernador con licencia de Michoacán, a quien han practicado un trasplante hepático que ha resultado tan exitoso que el beneficiario se siente ya en condiciones de regresar al mando de la entidad que vive en una convulsión permanente y bajo mando real de cárteles del narcotráfico. Vallejo dijo ayer que ya hay fecha acordada para que el interino, Jesús Reyna, se haga a un lado, aunque adelantó que éste seguirá ocupando un cargo en el gabinete. No hubo más precisión, pero, luego de la entrevista que en días pasados tuvo Vallejo en la secretaría federal de Gobernación (y por la cual se permitió decir que el propio Enrique Peña Nieto ya sabe de su retorno a la gubernatura), se esparció la versión de que el acuerdo al que se había llegado significaba que el itinerante Reyna regresara a la secretaría general de gobierno, desde donde seguiría ejerciendo el poder real, dejando a Vallejo lo decorativo y los beneficios presupuestales relacionados con la atención de su salud y que, además, en los próximos comicios el propio Reyna sería el candidato del PRI al relevo del maltrecho gobernador formal.

Astillas

No estuvo a tiempo la investigación ordenada por Los Pinos para establecer responsabilidades, no tanto por Manuel e Ingrid en términos meteorológicos, sino por funcionarios, constructores y otros personajes que violando disposiciones urbanísticas propiciaron asentamientos humanos luego arrasados. La posposición de la entrega de resultados de ese trabajo encargado a la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu, sucesora de la secretaría de la Reforma Agraria), cuyo titular es el yucateco Jorge Carlos Ramírez Marín, da cuenta de la dificultad que tiene el actual poder federal para fijar con precisión acusatoria los nombres y cargos de importantes funcionarios que entre corrupción y abuso permitieron que se crearan las condiciones para la gran tragedia vivida recientemente… El presidente de la comisión de energéticos del Senado, David Penchyna, ha confirmado que primero irá la reforma político-electoral pedida por los panistas y luego la energética. El partido de blanco y azul hará mayoría con el PRI para aprobar la suerte mayor, la del petróleo y anexos, luego de que el de tres colores ceda en puntos que hacen creer al PAN que podrá tener mejor suerte en próximos comicios… ¡Hasta mañana!




Fuente: La Jornada| Julio Hernández López