El país es sinónimo de inseguridad y corrupción, según la percepción general estadunidense
Nueva York. México es sinónimo de violencia y corrupción ligada al narcotráfico en la percepción general estadunidense. Esa impresión crece todavía más cuando se reporta que el Presidente no permanecerá en el país al concluir su periodo porque sería muy peligroso, así como por la reciente balacera en el aeropuerto internacional y porque han sido asesinadas más mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Aquí no se puede mencionar a México sin que alguien mueva la cabeza y pregunte si las cosas (o sea, la narcoviolencia) son tan malas como se dice.
Un día antes de la elección, The Washington Post reporta que el presidente Felipe Calderón comenta que “es probable que él y su familia dejen México para vivir en el extranjero cuando su gestión termine. Será demasiado peligroso como para permanecer, advierte en conversaciones privadas, porque las poderosas mafias del narco podrían venir por él”.
El Post agrega que el comandante en jefe de la guerra antinarcóticos respaldada por Estados Unidos sugiera que no ha otorgado suficiente seguridad para vivir en su país es una revelación asombrosa, y podría verse como una admisión de fracaso o evidencia de qué tan duro ha batallado y qué tan lejos aún necesita avanzar México.
Mientras, la noticia principal en torno a México en los medios masivos aquí, como ha sido durante el último sexenio, es la violencia y la sangre del otro lado de la frontera como trasfondo de cualquier reporte sobre la elección.
Igual de notable es que a pesar de los pronunciamientos oficiales y de analistas sobre qué tan clave es México para Estados Unidos –tanto por el tema del narcotráfico como por la inmigración, las relaciones comerciales y la inversión–, estos comicios no han imperado en las primeras planas ni en los noticieros nacionales en las últimas semanas.
A asuntos como Siria, la crisis europea y los desastres climatológicos se da mayor importancia. Hoy, 24 horas antes de la elección, México no aparece en ninguna de las primeras planas de los principales periódicos estadunidenses, ni está destacado en sus sitios de Internet. Las noticias sobre el país en esta coyuntura se enfocan en la violencia y la curiosidad de un posible retorno del PRI y sus implicaciones.
En un amplio reportaje sobre México publicado en el número mas reciente de The New Yorker, William Finnegan resume: Nadie cree que el gobierno es el que manda hoy en México.
Enfocado en la guerra de las drogas, el artículo describe que “la guerra civil de bajo grado en México se lleva a cabo, en el terreno, entre facciones con lealtades cambiantes, en ciudades y pueblos con historias enredadas. El ‘gobierno’ tiene innumerables caras –hay de 2 mil agencias policiacas, para empezar– y sus controles sobre corrupción son demasiado débiles para contrarrestar el poder de los miles de millones de dólares de los narcos. Cada comandante local, cada funcionario y cada comunidad tiene que buscar algún acomodo con el crimen organizado”.
Finnegan detalla la impunidad (98 por ciento de los delitos serios nunca son castigados), el terror de los secuestros (más de 5 mil en los últimos cinco años), el poder y la brutalidad de los capos, entre otros temas.
El poder del crimen organizado en México ahora mantiene de rehenes amplias áreas del país, incluyendo las principales ciudades, como Monterrey, y aterroriza a las demás con espectáculos de violencia sorprendente. Agrega que el despliegue de tropas ha manchado la reputación de las fuerzas armadas, por corrupción y violación de los derechos humanos, e informa que más de 56 mil militares han desertado bajo el gobierno de Calderón.
Los principales medios que reportan sobre la elección se enfocan en uno u otro de los elementos incluidos en ese reportaje, donde la violencia y la corrupción son el trasfondo permanente.
Centros de estudios y análisis de política internacional coinciden en que el epicentro de todo ahora en México es el tema de la seguridad pública. Junto con eso, casi todos resaltan el lento crecimiento económico y el déficit de confianza en instituciones públicas como otros factores que explican, entre otras cosas, por qué el partido de Calderón no conservará el poder.
La contienda electoral en México frecuentemente se reporta como un concurso entre el guapo telegénico priísta, el izquierdista y la primera mujer candidata presidencial de uno de los principales partidos. Se dice poco sobre la diferencia en sus planteamientos políticos.
Acerca de Enrique Peña Nieto, se recuerda que ha encabezado las encuestas desde el inicio, ayudado en gran medida por los medios masivos, sobre todo Televisa.
De Andrés Manuel López Obrador la cobertura en general lo identifica como quien dice que ganó en 2006 y recuerdan sus movilizaciones masivas de protesta. De Josefina Vázquez Mota sólo se ofrece su currículum político y sólo se afirma que representa al partido de Calderón.
Algunos de los grandes medios –es notable que pocos, entre ellos The New Yorker y The Wall Street Journal– han reportado sobre el surgimiento del movimientos #YoSoy132 de manera muy favorable, pero concluyen que no tendrá gran efecto sobre los resultados finales, a pesar de que reconocen que logró cambiar el tablero del juego electoral.
Algunos de los centros de análisis de política internacional más influyentes (el Consejo de las Américas y el Consejo de Relaciones Exteriores) coinciden en que las diferencias entre los tres candidatos sobre asuntos de importancia para Estados Unidos son mínimas, tanto en torno al asunto de la lucha antinarcóticos como en la relación económica.
Sin embargo, casi todos insisten en que el país necesita tres reformas fundamentales: la del sector energético (o sea, abrir Petróleos Mexicanos a la inversión privada), la fiscal y la laboral.
El gobierno estadunidense oficialmente guarda silencio para evitar cualquier percepción de que interviene de alguna manera en este proceso electoral.
Fuente: La Jornada