Bipolaridades galopantes: el mundo de la farándula (tanto la telenovelera como la política) se estremecía con morbo al leer la carta de atropelladas y volátiles reflexiones de temporada que puso a circular en Internet la actriz Kate del Castillo, tan posesionada del papel de la Reina del Sur que ahora dice creer más en El Chapo Guzmán que en “los gobiernos” (aunque ella y su padre, Eric, apoyaron a Felipe Calderón como candidato y luego ejecutor del poder), a tal grado que lanzó una trastocada exhortación al jefe del máximo cártel mexicano para que se dedique ahora a traficar con el bien y, convertido en una suerte de presidente de la República del Cómic, acabe siendo el héroe de una narcopelícula arrepentida. En otro extremo de las fabulaciones entusiastas, una oficina del Departamento del Tesoro de Estados Unidos insistía ayer en considerar al mismo presunto salvador patrio, el mencionado Chapo, como un ente malévolo digno de exterminio. Según el funcionario Adam J. Szubin, el ciudadano Guzmán Loera es “el narcotraficante más poderoso del mundo”, por lo cual la potencia mundial en funciones de gendarme se siente convocada a “desmantelar” el “imperio criminal” del egresado de la Universidad de Puente Grande, Jalisco.
Otro héroe de la película (chingao) se hacía acompañar ayer en Puebla por un personaje que a los ojos de muchísimos resulta siniestro, pero para el priísmo encopetado es una delicia: Quique Galán recibía apoyo de sus correligionarios con Mario Marín, el famoso ex gobernador represivo, a unos pasos, orgullosos los priístas de formar tan bonita familia. El Precandidato Precioso tendría más tarde una nueva demostración de la manera en que los asuntos públicos pueden transcurrir en México a través de dos mundos (tal vez con dos lunas, como en 1Q84, de Murakami): una cosa es lo que mucha gente piensa y dice y otra lo que las presuntas encuestas de opinión fabrican para imponer percepciones al gusto del cliente.
Medio México se enteró y pitorreó de las dolidas andanzas del caballero de la triste lectura, el licenciado Peña Nieto (la otra mitad no supo nada del asunto porque no tiene acceso a los medios de comunicación ni interés en los asuntos políticos), y así creció desmesuradamente la convicción de que el ex gobernador del estado de México no tiene cualidades ni formación para presidir al país, pero las sastrerías demoscópicas han hecho saber que nada grave sucedió y que el priísta que no sabía hace poco, en una rueda de prensa, si era precandidato o no, apenas ha bajado unos pocos puntos en la medición de presuntas opiniones públicas. Poco faltó para que las casas encuestadoras se atrevieran a decir que, en realidad, la ignorancia y la frivolidad vueltas crisis habían ayudado a la popularidad positiva del rey del apuntador electrónico.
Habitante también de dos universos (en turno, el de los amores por decreto y la unidad provisional como obsesión), la izquierda electoral ha sido relegada a un tercer lugar por la mitología constitutiva del parque argumental de los cañoneros electrónicos empecinados en defender al facturante Peña Nieto por sobre todas las cosas. Tal como sucedió en 2006, aquella vez en favor del subrogado Calderón, las encuestas de opinión significan un instrumento fundamental para construir escenarios casi “científicos”, a partir de cuyos resultados los locutores y articulistas confabulados van creando las condiciones para el increíble “triunfo” de sus predestinados. Las encuestas de opinión se han convertido en la Biblia del circuito de políticos, empresarios y periodistas que a partir de los números arreglados desplazan la realidad política para someterla a la virtualidad a conveniencia.
Nada garantiza la autenticidad de los números que manejan las casas encuestadoras y, sin embargo, a esos datos se les da intencionalmente una condición de verdad revelada y con ellos a la vista se tejen historias de avances y retrocesos, combinaciones posibles, desenlaces previsibles y fijación mendaz de “tendencias” en vías de triunfo que ya se encargarán de confirmar las cavernarias urnas. Lo peor, para la izquierda electoral, es que ha convalidado tales encuestas al utilizarlas para justificar el arreglo de la candidatura presidencial y se prepara para tratar de repetir la treta en el caso de la postulación al gobierno capitalino.
En los polos de la fantasía se colocan las aventuras calderónicas del mundillo de la Estela de Luz (o, con más propiedad técnica, de pus). El diputado verde-beltronista Pablo Escudero, quien preside la Comisión de la Función Pública, dio a conocer ayer el dictamen elaborado por el Colegio Mexicano de Ingenieros que no solamente precisa las múltiples irregularidades de la obra emblemática del sexenio en curso sino, además, puntualiza que el costo de la obra con tufo a corrupción acendrada debería ser, ya con las modificaciones hechas luego de la presupuestación original, menor a la mitad de lo que oficialmente acabó siendo cobrado.
Astillas
Un joven músico, cuyo nombre y datos de referencia se reserva esta columna, relata que “el pasado 19 de diciembre fue emitida una convocatoria para obtener un lugar en la Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional y tocar en el concierto inaugural de la Estela de Luz el primero de enero del presente año, recibiendo a cambio un bono de 5 mil pesos por los ensayos y el concierto. Posteriormente se avisó que se posponía para el 6 de enero. Pero el 2 de enero avisaron que siempre no, que la convocatoria estaba abierta para todo joven que quisiera participar en el concierto... pero gratis, ya no recibirían el bono de 5 mil pesos. ¿Qué pasó con todo ese dinero que estaba destinado a los jóvenes? Aproximadamente iban a ser 200 músicos, a 5 mil por cada uno”... Zacatecas: primero el saqueo de las García y ahora el despilfarro del priísta-monrealista Miguel Alonso Reyes, ¡hasta mañana, con otro caso videograbado de clasismo violento en el Distrito Federal (Miguel Sacal Smeke es el nombre del abominable ser de las torres Altus)!
Fuente: La Jornada