sábado, 18 de junio de 2011

Amarillo Azul o Tricolor en el Edo-Mex

El tema de hoy son las elecciones para gobernador en el Estado de México que se llevarán a cabo el próximo 3 de julio. Se sabe que el candidato Azul no tiene la mínima oportunidad y el Amarillo conserva la esperanza de que en los días que restan de campaña la suerte le vaya cambiando favorablemente, el Tricolor por su parte siente que va en caballito de hacienda al amparo de la sombra que le brinda el enorme copete envaselinado de su jefe. Pero independientemente de los candidatos ¿Qué función realmente están jugando sus partidos?

Todos los partidos electorales, ya sean del color que sean, son gordas instituciones jerárquicas que sueñan con el poder absoluto y buscan acrecentar el que ya tienen. No hay partido político que en sus primeros años o cuando ha sido pequeño, no haya proclamado la igualdad, la justicia, la libertad, la democracia, la mayor honestidad del mundo, etcétera y que al obtener fuerza y presencia no se haya convertido en una terrible burocracia autoritaria que sólo busque acomodarse al Estado capitalista. Y no necesariamente por defecto o maldad de sus dirigentes o candidatos, sino por que está en la naturaleza de su estructura que al buscar ‘capturar’ cada vez más posiciones de gobierno le lleva fatalmente a pensar cada vez más en su cercanía al poder. De la derecha ni hablar porque ella representa el poder por el poder mismo; del centro tampoco puede surgir nada bueno porque no existe, la idea de ser de centro es un vil engaño, pero lo importante es el campo de la supuesta izquierda que habla del pueblo, que siempre ha estado cercana a él y que es la esperanza de transformación revolucionaria; pero que cae redondita en los brazos del capitalismo.

Para Marx el partido era la clase explotada y oprimida, no un grupo de escogidos y seleccionados pequeñoburgueses proletarizados que desde arriba dirigieran las luchas de los trabajadores para ascender al gobierno; ahí están los debates entre Rosa y Lenin sobre el papel del partido, la dictadura y la democracia.
Los movimientos morenos o güeros podrían ser otra cosa sí –y solo sí- buscan poner en actividad a las masas para que ellas mismas aprendan a liberarse. Los dirigentes de los movimientos en principio no estarían buscando ningún tipo de jerarquías o directivas piramidales sino la mayor igualdad posible a fin de despertar mayor confianza de las masas. La gente siempre tiene más simpatías por los movimientos pero mucha desconfianza en dirigentes de partido. Los movimientos son más difíciles de comprar porque en él no hay órganos directivos fijos sino coordinadoras representativas de otros movimientos de base que de manera permanente exigen informes y son abiertamente críticos; en cambio los partidos funcionan como si fueran ya gobierno institucional.

El gran movimiento de 1968, dejó como enseñanza el desconocimiento de las gobiernistas y jerárquicas Sociedades de Alumnos -siempre electas con base en la corrupción y presiones- y se instalaron Comités de Lucha con representantes de salón y de carreras profesionales. De tal manera que las autoridades no podían negociar con el presidente o secretario general, sino que se veían obligados a recibir al comité de lucha y a esperar resolutivos de la asambleas generales. Lo mismo puede aplicarse en el ámbito social.

Así que entre partido y movimiento existe una enorme diferencia, en ocasiones casi se podría decir que uno es contrario del otro, pero solo hasta que el movimiento se convierte en partido y es ahí cuando la puerquita tuerce el rabo. Por eso hay que enseñar a la gente -desde ahora y desde siempre- a ser fuerte crítico al poder, a las jerarquías y a los privilegios, es una necesidad cuando de construir una sociedad socialista e igualitaria se trata. La familia, el partido, la escuela, la iglesia, son aparatos de poder de los que se ha valido la burguesía para tener sometidas a las masas. La jerarquía de los padres sobre los hijos, de los dirigentes sobre las bases, del profesor sobre sus alumnos y de los curas sobre los fieles es una carga terriblemente pesada de la que ha sido imposible liberarse. No solo busquemos sustituir un gobernante con otro, no cambiemos a las personas para que las cosas sigan igual, no gritemos muera el rey viva el rey. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos y aprendamos a pensar y a decidir por cuenta propia, pero de manera colectiva empezando por aprender a organizar asambleas populares en cada colonia y centro de trabajo. Es el primer paso para una verdadera democracia participativa.

Fuente: Machetearte