jueves, 14 de abril de 2011

¡Ya basta!, pero a tanta voracidad


Cuando es más que evidente para estudiosos y expertos, que México es el país de América Latina con menor crecimiento real (así lo acaba de reconfirmar el FMI), situación que sufren más de sesenta millones de pobres, no cabe argumentar que “el verdadero enemigo” de los mexicanos es la delincuencia, pues en resumidas cuentas ésta es una consecuencia de las pésimas y antidemocráticas políticas públicas, como las que se han venido aplicando en la nación desde 1983, mismas que durante los dos mandatos del PAN al frente del Ejecutivo federal, se magnificaron por el carácter abiertamente neofascista de dicho partido.


Sin embargo, para Felipe Calderón no hay más enemigo que los miles de delincuentes, comunes u organizados, que cada día se suman a las filas del ejército negro porque encuentran condiciones muy favorables para ello. Es la gran “bolsa de trabajo” que les abre posibilidades de ganar el diario sustento que les es negado por un sistema excluyente, sobre todo de los más pobres entre la juventud sin otro futuro que delinquir o morir de inanición. Afirma el inquilino de Los Pinos que “lo que está afectando a las familias mexicanas es la delincuencia, organizada o no, grande o pequeña, es la delincuencia”.


Contra tan maniqueo y esquemático punto de vista, más de sesenta millones de mexicanos podrían decirle que su principal enemigo es la pobreza, así como una absoluta falta de oportunidades para salir de situación tan lacerante. No debió haber sido un mandato de la divina providencia, que durante los años del llamado desarrollo estabilizador, la violencia extrema en México en tiempos de paz fue un fenómeno desconocido, ajeno a nosotros los mexicanos. Fue la consecuencia de condiciones muy favorables para un sano desarrollo económico, que permitió el fortalecimiento del tejido social y la conformación de clases medias con un positivo nivel de vida.


Tal realidad se esfumó a partir de 1983, cuando los tecnócratas neoliberales llegaron a Los Pinos a implantar un modelo excluyente que acabó con la viabilidad del crecimiento sostenido, y creó las condiciones propicias para que el antes firme tejido social comenzara a romperse.


Han sido cinco sexenios caracterizados por un violento encono contra las clases mayoritarias, a las que se ha esquilmado con mayor cinismo y descaro a medida que se fortalecía el modelo neoliberal.


Luego de casi tres décadas, la población empobrecida mira con gran desesperanza y preocupación, que además de la pobreza, tiene ahora que lidiar contra la ceguera de una burocracia dorada que no tiene más proyecto que acrecentar los niveles de violencia, para justificar así el uso de la fuerza, la única forma de frenar los justos reclamos de millones de afectados por las políticas públicas excluyentes y corruptas del grupo en el poder.

El “¡ya basta!” que reclama Calderón que la sociedad dirija a los delincuentes, en realidad corresponde hacerlo él mismo, pues para eso cobra como presidente.


Pero no sólo a los delincuentes, que lo son en buena medida por la ausencia de sensibilidad social de los poderes fácticos a los cuales sirve Calderón, sino a las dramáticas consecuencias de tan nefasta manera de ejercer el poder, únicamente en beneficio de unos cuantos multimillonarios insaciables.


¡Ya basta!, debería gritar el inquilino de Los Pinos a esos oligarcas voraces que quieren más privilegios y ganancias. ¡Ya basta!, debería exclamar con firmeza cuando los nuevos señores feudales le exigen la imposición de medidas draconianas que laceran aún más a millones de jóvenes sin posibilidad de estudiar o trabajar.


Y como “el miedo no anda en burro”, como dice el refrán popular, el PRI decidió a última hora no presentar ante el pleno su iniciativa de reforma laboral, a sabiendas de que le significaría grandes costos político-electorales, por el rechazo que concitó por ser absolutamente antiobrera.


El partido tricolor se había quitado la máscara que lo diferencia del PAN, pero ahora pretende volvérsela a colocar para mostrar un rostro “democrático”.


Por lo pronto, es un gran logro de la izquierda, y de Andrés Manuel López Obrador en particular, haber contribuido a frenar el plan del binomio PRI-PAN de convertir la Ley Federal del Trabajo en letra muerta y sentar las bases, con la nueva ley, para convertir a la clase obrera en una masa de esclavos con salarios de hambre, cuando según la OCDE los mexicanos tenemos las jornadas más largas y peor pagadas entre los países que integran al organismo.


Si sin la reforma habrá 5.5 millones más de pobres este año, de acuerdo con el Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, cabe imaginar lo que puede ocurrir precarizando aún más el trabajo en el país.



http://revistaemet.net/sitio.php?site=news&content=1&id=875