martes, 6 de agosto de 2013

México bronco. Energía para exorcizar. Ecos de Avión. Camiseta del América

La evocación suele ser tan simplista y automática, que ha perdido efectividad. El México Bronco (MB) ha sido durante mucho tiempo una etiqueta de fantasmagoría circunstancial que usa el poder para hacer como que conjura riesgos de violencia social descontrolada pero que también utilizan los personajes que confrontan o hacen como que confrontan a ese poder para agregar presión a sus demandas casi siempre aterrizadas en nada rudas mesas de negociación.

Así ha sido posible que Jesús Zambrano, a nombre del PRD que colabora abiertamente con los proyectos peñistas, y en especial con el de la reforma a Pemex (que contiene, además, modificaciones a otros rubros energéticos, pero esencialmente está dedicada a la gran paraestatal nutricia), haya tratado de espantar en días pasados con el petate del citado Mex Bronx. No lo despierten, advierten los chuchos perredistas mientras extienden alfombras para que tres secretarios del gabinete peñista concurran a sesiones de análisis sobre el contenido del proyecto que presentará en estos días el licenciado Peña que ya hoy estará nuevamente en actos públicos, luego de la operación quirúrgica relacionada con su glándula tiroidea (inaugurará la Semana del Emprendedor, para que nadie se llame a engaño respecto a los ánimos de negocio que campearán en estos delicados días por venir). Aguas con el MB, dicen esos mismos opositores solidarios mientras preparan una consulta sobre la reforma energética que parece no recordar el destino infame de otros ejercicios similares de recolección de votos internos en procesos luego catalogados de cochineros. Consulta, que algo queda.

El turno de exorcizar los demonios de lo socialmente destemplado tocó ayer al dirigente formal del PRI, el mexiquense César Camacho, quien ha convocado a sus correligionarios a emprender una batalla política de defensa de la propuesta que según Pedro Joaquín Coldwell (político de larga carrera, montado de manera inexplicable o muy explicable, según se prefiera, en la secretaría de energía) será de un calado profundo (hasta de manifestarse en las calles para defender ese plan ha hablado el mojadamente incendiario Camacho, es decir, el priísta, no el senador perredista), sin precisar aún el quintanarroense lo que se da por seguro en múltiples corrillos empresariales y políticos, es decir, que el antes mencionado lic. Peña se lanzará en busca de reformas a la letra constitucional que, tal como lo había hecho saber desde Londres a mediados de junio pasado, den garantías legales y políticas a futuros inversionistas en el gran negocio por compartir.

Peña Nieto ha llegado a un momento definitorio de su paso por el poder, que hasta ahora está lleno de pendientes e incumplimientos. Si su lectura política (bueno, la de sus lectores de cabecera) le indica que es débil e intrascendente el movimiento social de oposición (el hipotético MB) a la entrega de la renta petrolera a capitales privados, habrá de ir por todo, con cambios a la Constitución, apertura de Pemex a fondo y cambios fiscales lesivos para las mayorías. Del famoso México Bronco, en todo caso, se sabrá en próximos días si sigue siendo un invento sin vigencia (como un Chupacabras, pero de izquierda), sustentado en la anestesia social que se vive.

Más de la misa en Avión: A la gran fiesta en ese pequeño pueblo gallego, con Carlos Slim y Olegario Vázquez Raña como principales personajes (anfitrión, este último), se sumaron el ex gobernador de Veracruz y dueño de la línea aérea Volaris Miguel Alemán Velasco, y el propietario del Grupo Inditex, que distribuye sus productos a través de las tiendas Zara, Amancio Ortega (considerado como la tercera fortuna mundial en algunas clasificaciones).

La concentración de tantos intereses políticos, económicos y religiosos (el cardenal Norberto Rivera ofició una misa allá) dio vuelo a las especulaciones sobre los temas que habrían tratado los contertulios, que se esmeraron en asegurar que se habían reunido en absoluto plan relajado, al grado de pasar una tarde jugando dominó pero sin revelar si alguna mula de las piezas tradicionalmente albinegras había resultado ahorcada. En la lista de las mencionadas especulaciones asomaron desde las posibles alianzas para operar una próxima cadena nacional de televisión abierta de las que el peñismo está por licitar, hasta un apoyo e interés empresarial ante la posibilidad de que se obtenga para Madrid la sede de los Juegos Olímpicos de 2020, decisión ésta que será anunciada dentro de un mes.

En Twitter, @Blake_P7 ha hecho ver a esta columna despistada el relieve que en la camiseta oficial del club de futbol América, para sus juegos como local, tiene el logotipo de Total, una empresa especializada en México en lubricantes que forma parte del consorcio, del mismo nombre, con sede en Francia, que es el cuarto grupo petrolero integrado y cotizado en Bolsa del mundo, con presencia en más de 130 países y abarca todos los aspectos de la cadena de producción petrolera y gasista ( http://bit.ly/151Iuu0 ). El colorido emblema de Total, y esta denominación, van en la manga izquierda del uniforme que lleva como anunciantes a Bimbo y Coca Cola, al frente, y a Corona en la parte trasera (http://bit.ly/16Z6iS2 ). La costosa presencia de la expansiva firma Total en tan selecto ropaje publicitario futbolero, ¿obedecerá a expectativas concertadas de una mayor presencia en el negocio mexicano del gas y el petróleo?

Y, mientras la compra de The Washington Post por parte del fundador de Amazon, Jeff Bezos, multiplica los análisis respecto a la viabilidad del periodismo impreso o su sustitución o modificación profunda con cargo a las nuevas tecnologías informativas, y en tanto continúan las muy peligrosas confrontaciones entre militares y policías comunitarias y ciudadanos en autodefensa, como ayer en Tecoanapa, Guerrero, ¡hasta mañana, con la Secretaría de Educación Pública a punto de descubrir que entre las fallas ortográficas y conceptuales de sus libros de texto y placas y documentos oficiales podría acabar llamándosele ZEP!




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López