jueves, 29 de agosto de 2013

Ni los ven ni los oyen. Burocratismo a profes. Turquía, diferida. Crece la protesta

Sometidos a un insensible tratamiento burocrático que solamente quiere ganar tiempo para la parte oficial y no ofrece ni una rendija de atención real a sus demandas, los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) parecen entrampados en el esquema deseado por los poderes reformistas: el escalamiento de la protesta (con el explicable enojo de porciones ciudadanas afectadas por obstrucciones viales) y el linchamiento mediático preparatorio de acciones gubernamentales de fuerza.

Ni Los Pinos ni las cámaras han tenido una pizca de voluntad política para escuchar con atención y ánimo correctivo las demandas de los maestros en lucha. Los encuentros con directivos de las cúpulas legislativas se han caracterizado por una postura descuidada e irrelevante, en mero cumplimiento de trámites de falso diálogo que simplemente pretenden dar por agotada esa fase procesal y argumentar que los legisladores ya fueron beneficiados con el mecánico oído oficial. En la residencia destinada a quien ocupe el Poder Ejecutivo federal, ayer fue confirmado el significativo desdén hacia un movimiento que está cimbrando a la institucionalidad y que, de ser llevado al siguiente nivel, el de la represión programada, podría desencadenar protestas y reacciones de carácter imprevisible.

A pesar de la importancia y las dimensiones de la movilización de los profesores, en Los Pinos solamente se recibió a una comisión de doce de ellos, para ser procesados por la oficina de atención a la ciudadanía, como sucede con cualquier otra protesta o solicitud, sea individual o masiva, producto de una ocurrencia o firmemente fundada, efímera o trascendente. De esa oficina, los solicitantes de atención sue-len salir con la promesa de algún tipo de atención, que suele consistir en el traslado del asunto a las instancias correspondientes o el posterior envío de un etéreo documento en el que se da constancia de que un trámite ha sido pedido y que cierta secretaría o dirección habrá de dar seguimiento al tema. Todo con sellos, firmas y demás parafernalia del burocratismo sabidamente estéril.

Y, sin embargo, se mueve indefinidamente la fecha de la visita de Enrique Peña Nieto a Turquía, en el contexto mayor de los indicios bélicos contra Siria y el referente, no menor, de la acelerada complicación de múltiples asuntos en el país, de los cuales el más notable es el de los profesores adversos a la reforma administrativa y laboral relacionada con lo educativo (el propio Peña Nieto señaló que la suspensión de la visita se debió a razones locales, relacionadas con las reformas). De pronto pareciera que se ha instalado en el país una suerte de reinado de la posposición, que en política es signo de indecisión o de incapacidad para fijar rumbos con seguridad.

En ese arrebato de posposiciones defensivas se incluyen partidos de futbol profesional, actos públicos y giras. Por ejemplo, el avanzado seguidor de Adolfo López Paseos anuncia que no viajará a Turquía (sus voceros hacen saber extraoficialmente que sigue en firme la visita a Rusia), pero también se informa que se replanteará el formato, la fecha y la hora del mensaje endogámico que con motivo del anémico primer informe de labores rendirá el 1 del mes en puerta el mencionado lic. Peña. Es de esperarse que ese recular incluya el sitio, pues sumamente deplorable sería que, a causa de la activísima inconformidad magisterial, el civil que ejerce el poder público terminara refugiándose en el Campo Marte.

A sabiendas de que las recurrencias políticas al Campo Marte pueden desembocar en el Campo Militar número Uno, los miembros de la CNTE recorren el sendero desfondado que les traza el poder priísta, manteniendo el formato de las presuntas negociaciones sin destino, al tiempo que ejercen la única respuesta firme que les queda a la mano, la de las movilizaciones y la denuncia. Así han caracterizado al ocupante de Los Pinos como un político de oídos sordos y, además, continúan expresándose por las calles, entre el natural rechazo de una parte de la sociedad a la que las molestias viales le parecen inaceptables, entre el ruido histérico de comunicadores de diversos medios en los que se practica la crucifixión sobre pedido.

Y, sin embargo, el aparato gubernamental y legislativo parece torpemente aferrado al esquema salinista clásico de no ver ni oir la protesta social que se va extendiendo más allá de la concentración central que organizan López Obrador y el Movimiento Regeneración Nacional, nucleando diversas expresiones, como la de los también satanizados empleados de lo que fue el Sindicato Mexicano de Electricistas. En la mira del peñismo, los profesores en lucha están llamando a un paro cívico nacional que, en condiciones como las actuales, puede ser mucho más que un mero deseo. Al entregar su primer corte de caja, en septiembre, aunque en realidad tomó el poder en diciembre del año pasado (nueve meses de ejercicio, no doce, en este primer informe de labores ante el Congreso), Peña Nieto tiene poca sustancia y mucha confusión y dispersión.

La economía ha sido mal manejada por el restrictivo Luis Videgaray, la política interior es un polvorín bajo el manejo sin maestría de Miguel Ángel Osorio Chong y el resto del gabinete se mueve en una mediocridad inocultable, con el rumor de los grandes negocios al amparo del poder. Las grandes transformaciones ofrecidas mediante el uso del Pacto por México han quedado en la indefinición, con la vista central puesta en el tema de los energéticos. ¿Ha llegado la hora de la mano dura para disfrazar el ejercicio político débil, ineficaz, rollero?

Y, mientras ha sido detenida la activista Rosa María Medina Moreno, acusada de robo por hechos de 2006, según denunció el frente popular de Atenco, ¡hasta mañana, con regiones de Guerrero en ebullición por el embate de soldados y marinos contra policías comunitarias, ayer en bloqueo de la carretera Pinotepa Nacional-Acapulco, que fue suspendido por los propios ciudadanos para ir a sus comunidades a reorganizarse!



Fuente: La Jornada|  Julio Hernández López