Como Pemex es más grandote, han vendido una mayor cantidad de sus actividades e incluso propiedades (en especial petroquímicas) a empresas extranjeras. En la Comisión Federal de Electricidad (CFE), sus funcionarios no quieren quedar disminuidos, y entonces, desde hace tiempo, han estado vendiendo también el futuro.
Vendieron en Altamira un contrato de compra de gas licuado por 15 años. Luego, en Manzanillo, venden otra tanda de gas licuado, más grande, primero por 15 años y luego se agranda a 20. Sus planes actuales para vender el futuro, ya publicados, son todavía mayores.
Esos negocios son toda una historia, y desembocan, entre otras cosas, en las inundaciones del Grijalva de 2007 y las posteriores. Ya no se manejan las hidroeléctricas con el criterio de generar electricidad y proteger a las poblaciones circundantes. De hecho, incluso se provocan más inundaciones, porque se trata de dar preferencia a las empresas privadas que queman gas, sobre la electricidad más barata de las hidroeléctricas.
Siguen queriendo aumentar el consumo de gas, incluyendo más compras y más importaciones. Se incluyen plantas de ciclo combinado de gas en el Valle de México. No les importa que son más de 2 mil metros de altura sobre el nivel del mar, que el gas esté contaminado con nitrógeno, y que por una y otra causas cada planta va a tener 30 por ciento de pérdidas. Al fin que no es dinero suyo, sino que se lo cobran a los consumidores.
Siguen entregando las nuevas y futuras plantas a empresas extranjeras, de una u otra maneras. En varios casos, como el viento de La Ventosa, hay despojo de los pobladores, por las trasnacionales. Entre las agrupaciones formadas en su defensa están la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec, en Defensa de la Tierra y el Territorio; el Comité de Resistencia al Proyecto Eólico de Unión Hidalgo, y la Unión de Comunidades Indígenas de la zona norte del Istmo.
Quiero hacer una aclaración: se trata de empresas privilegiadas, no de todas. Ayer mismo dijimos en este periódico que escapan del país 19 mil millones de dólares este sexenio.
Entre los programas de la CFE hay uno para el norte y el noroeste. La gran ventaja para ellos: no hay en esa región producción de gas en México. Y, claro, no van a usar otros medios de generación, sino su contratadero favorito: el gas natural.
Ya están en operación comercial las siguientes líneas, todas con gas procedente de Estados Unidos:
En Sonora: Naco-Nogales, Hermosillo, Puerto Libertad y Guaymas. También, con el mismo gasoducto: Topolobampo y Mazatlán.
Por otras entradas desde el país del norte: San Juan, Hueco, El Encino, Monterrey y Reynosa.
Para 2025 se tiene planeada una capacidad instalada mayor al triple que la del proyecto inmediato, agregando además San Isidro, Samalayuca, Guamúchil y Jiménez. La capacidad aumentada en este proyecto, es de casi 11 mil megawatts de generadores que consumen gas natural importado. Es entre la tercera parte y la cuarta parte de la capacidad total existente activa en el país.
¿Por cuántas décadas ambicionan los funcionarios la firma de contratos por 15 o 20 años de todo este gas por ser importado?
Sí tenemos otros recursos. Otra cosa es que esos funcionarios los detesten, porque les echan a perder sus negocitos, o por lo menos se les reducirían.
En el noroeste tenemos una riqueza geológica enorme. Las fallas que atraviesan de norte a sur el mar de Cortés, que separan la Placa de América del Norte de la Placa del Pacífico, son miles de kilómetros. Podemos darnos el lujo de escoger las partes más adecuadas. Y con la electricidad generada no sólo alimentamos toda la península de California, sino que alimentamos por lo menos Sonora, Sinaloa y parte de Chihuahua.
Para lo demás, tenemos opciones que no nos limitan al gas importado. Y ya más cerca del Golfo, podremos usar también gas nacional. Sobre todo en la medida en que logremos que los trogloditas de Pemex no lo sigan quemando. No se quieren quedar atrás de la CFE, y compran nitrógeno por 15 años.
Afortunadamente, a este sexenio le queda menos de un año. Con lo lentos que son, no es mucho lo que todavía pueden vender. Y hay que parar esas ventas, sobre todo las del futuro, lo más posible.
Fuente: La Jornada