sábado, 28 de mayo de 2011

Los mexicanos esperan el fin del calderonato

El terror, el miedo, la desesperanza y el desaliento están lejos aún de terminar en el país. A pesar de que minuto a minuto, hora tras hora, día tras día, los mexicanos esperan el fin del calderonato, el segundo régimen panista de la historia de México cuyo estigma es la muerte, la pobreza y la miseria, éstas no se acabarán en los próximos meses y hay grandes posibilidades de que continúen los próximos años. Un claro ejemplo de eso es el asesinato de migrantes, mexicanos y centroamericanos y de otras latitudes, pobres, inermes, indefensos ante la corrupción de las autoridades. La pesadilla sigue, no tiene para cuando acabar. Alejandro Solalinde, el director de la Casa del Migrante de Ixtepec, Oaxaca, advierte que están por descubrirse cosas peores a los hallazgos de San Fernando, Tamaulipas, donde fueron exhumados más de 180 cuerpos de migrantes nacionales en fosas clandestinas.

Mientras, la administración federal que encabeza Felipe Calderón Hinojosa se encuentra entrampada, desacreditada, empantanada en sus juegos internos de poder y engolosinada con el proyecto transexenal de imponer una dictadura, “consensada” o no, eso es lo de menos pues para ello se cuenta con la complicidad de las cúpulas partidistas; el Poder Judicial está al total servicio de la élite de poder conservadora de la cual forman parte los mismos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que ni por equivocación pondrían en riesgo sus altos privilegios; y el Poder Legislativo bloqueado con los juegos de intereses representados por las principales fracciones parlamentarias del PRI, PAN y PRD, cuyos coordinadores responden únicamente a sus partidistas lineamientos políticos y, muchas veces, económicos, sin altura de miras, sin una visión de futuro, de estadistas pensando en las futuras generaciones. A los legisladores parece únicamente importarles que les depositen la siguiente dieta en sus abultadas cuentas.

A los gobernadores sólo les importa conservar sus cotos de poder territoriales; el no perder el control ni la gobernanza de sus jurisdicciones para lo cual admiten lo que sea para que la ola de violencia no los arrase, sin importar la pérdida de soberanía y libertad en las entidades federativas. Los 26 gobernadores que acudieron a la XLI Reunión de la Conago, en Monterrey, Nuevo León, exhibieron otra vez su cortedad de miras, lo limitado de sus proyectos de gobierno, su debilidad ante una guerra irregular detonado por oscuros intereses que al paso de los meses se han ido aclarando y que revelan que es una batalla no de los mexicanos, sino de los Estados Unidos, librada en territorio mexicano y con víctimas mexicanas en beneficio de intereses económicos, políticos y militares exclusivamente estadounidenses.

No hay proyecto de país, de Nación, ni interés alguno de engrandecer al pueblo de
México, de ampliar sus libertades, de avanzar en un proyecto democrático, de elevar su nivel de vida cuando menos a los niveles que tenía hace treinta o cuarenta años. A la fecha el retroceso es pavoroso, inconcebible para un país que aspiró hasta hace apenas unos años a sustituir una dictadura de partido por un sistema de gobierno democrático que se ha cebado, que ha sido traicionado y que han ido transformado, sobre todo en los dos últimos sexenios, en su antónimo, un estado policial, militar, dictatorial, dominado por una oligarquía, cada vez más reducida al grado de ser considerada ya un cártel.

Todo parece indicar que vamos de reversa y de bajada, con sólo proyectos inmediatistas para acelerar la explotación de los trabajadores, para despojar a los ciudadanos de su patrimonio, para empobrecerlos a niveles que rayan ya en la esclavitud. México está en un callejón sin salida, bloqueado en el exterior por los Estados Unidos que han sabido inteligentemente cooptar a un mandatario sin respaldo popular, débil y sin proyecto de país independiente. Al interior, el bloqueo es más agudo, con grupos económicos que han forzado e impuesto programas de gobierno que sólo los beneficia a ellos, que los ha hecho inmensamente ricos y, por supuesto, poderosos al grado que los gobernantes no se atreven ni siquiera a ponérseles enfrente mucho menos a combatirlos. No pueden ser tocados ni con el pétalo de una multa.


Fuente: Revista Emet